Si pierden los jóvenes, perdemos todos
Repensar el pacto intergeneracional es imprescindible para mejorar las pensiones de todos
Que los jóvenes han sido los más perjudicados durante la crisis es algo que cada vez se cuestiona menos. La renta media de los hogares jóvenes pasó de 34.700 euros anuales en 2011 a 25.500 en 2014 (según la Encuesta Financiera de las Familias del Banco de España) y fue entre los jóvenes donde más cayó la renta mediana. Si décadas atrás la pobreza tenia rostro de jubilado, con la crisis la tendencia se ha invertido. Ahora el riesgo de pobreza y exclusión social es 25 puntos más alto entre los jóvenes que entre los mayores de 65 años.
La crisis, en definitiva, ha amplificado las desigualdades económicas entre grupos de edad. Y España es uno de los países europeos donde más visible se ha hecho ese muro que separa a jóvenes y mayores. Pero las causas son previas a la crisis. Hay dos elementos fundamentales detrás de esta tendencia. El primero, muy elemental, tiene que ver con la sensibilidad al ciclo económico de las fuentes de ingresos de unos y otros. Los ingresos entre los jóvenes proceden fundamentalmente del trabajo y en momentos de fuerte destrucción de empleo, son los primeros que pasan a engrosar las listas del paro. Y mucho más en un mercado laboral tan segmentado como el español, donde el tsunami de la crisis barrió de golpe el empleo de los ya de por sí más vulnerables. Por el contrario, los pensionistas perciben una renta constante todos los meses. Se puede revalorizar o actualizar más o menos de lo que querrían, y hay situaciones muy diversas dentro de los propios pensionistas, pero a diferencia de los salarios, la pensión es una renta asegurada mes a mes para toda la vida.
El segundo elemento, mucho más made in Spain, tiene que ver con la vivienda. Los niveles de tenencia en propiedad han sido en España de los más altos de Europa, sólo superados por los países del Este. Pero de nuevo la brecha generacional es clara. La mayoría de los pensionistas (el 90% de los mayores de 65 años) tienen una vivienda ya pagada, una renta mensual asegurada (su pensión), y en muchos casos cuentan con activos adicionales, como una segunda residencia o ahorros. El panorama entre los jóvenes es radicalmente opuesto: inestabilidad en los empleos y un boom en los precios del alquiler que, especialmente en las grandes ciudades, consumen buena parte de los ya de por sí bajos e inestables ingresos mensuales.
Si los pensionistas tienen razones para quejarse por las pérdidas en su nivel de vida, podríamos pensar que incluso más razones tendrían los jóvenes. Sin embargo, aunque pueda parecer paradójico, son los mayores quienes más deberían preocuparse de los jóvenes. Las pensiones de hoy las pagan los cotizantes de hoy, es decir, los hijos y nietos de los pensionistas. Para tener buenas pensiones —ahora y el día de mañana— es necesario tener buenos empleos y perspectivas de futuro. Por eso es más necesario que nunca repensar el pacto intergeneracional. Para que todo siga igual, todo tiene que cambiar.
María Ramos es editora de Politikon y profesora en la Universidad Carlos III de Madrid. Es coautora de El muro invisible.
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