España recupera con el BCE parte del peso perdido en las instituciones europeas
La designación de Guindos supone un punto de inflexión en los tropiezos que el Gobierno ha cometido desde 2012 con sus candidatos
José Manuel Campa, actual consejero del Santander, tenía muchos números para convertirse en el sustituto de José Manuel González Páramo en la cúpula del BCE cuando el Gobierno de Mariano Rajoy llegó al poder, allá por finales de 2011. Fráncfort lo veía bien, y los ministros del Eurogrupo tenían buena opinión del antiguo secretario de Estado de Economía del Gobierno Zapatero. Pero Rajoy borró el nombre de Campa de su lista de candidatos. Y presentó a Antonio Sáiz de Vicuña, jefe de los servicios jurídicos del BCE; un abogado sin nociones de política monetaria. Ese fue el primer error grave del Ejecutivo del PP en materia de nombramientos: en 2012, Sáiz de Vicuña fue barrido por un candidato con poco caché, el luxemburgués Yves Mersch, y Madrid perdió su puesto en la cúpula del Eurobanco. Ahí empezó la carrera de España hacia la irrelevancia en Europa, un vacío desastroso en los puestos de máxima responsabilidad que el nombramiento de Luis de Guindos como próximo vicepresidente del BCE viene a paliar, al menos en parte.
Eran malos tiempos para España, que en esos momentos era quizá la principal amenaza para el euro por el reventón de la burbuja inmobiliaria y una gestión de la crisis bancaria más que discutible por parte de Zapatero. Los primeros meses de Rajoy no hicieron más que empeorar las cosas, con reformas financieras fallidas, malas decisiones en Bruselas (el presidente, “mal asesorado” según el propio Luis de Guindos, reclamó fijar la meta de déficit en virtud de la supuesta “soberanía” de España, lo que provocó un formidable revés en Bruselas) y una situación desastrosa en los planos económico, financiero y político. España se vio abocada al rescate bancario: tuvo que pedir más de 40.000 millones a la UE para tapar el agujero de los bancos a cambio de duras condiciones. El estigma de ese rescate y la crisis económica asociada explican también, en parte, que España haya boxeado por debajo de su peso en Europa durante muchos años.
España perdió la vicepresidencia de la Comisión Europea (Joaquín Almunia, en la prestigiosa cartera de Competencia) en 2014: el presidente Jean-Claude Juncker dio a Miguel Arias Cañete la cartera de Energía, por debajo en el escalafón del vicepresidente del ramo, el eslovaco Maros Sefkovic. En 2015, el propio Guindos protagonizó otro fiasco al presentarse a la presidencia del Eurogrupo, que perdió por goleada (12-7) con el holandés Jeroen Dijsselbloem. Al año siguiente, José Viñals dejó el número tres del FMI, y por el camino no fraguó la candidatura española para presidir el mecanismo de rescate (Mede), y en esa misma institución David Vegara acabó abandonando el cargo de subdirector gerente. Además de cargos se perdieron también sedes: Barcelona quedó fuera de la carrera por la Agencia del Medicamento (con casi 1.000 altos funcionarios) en medio de la crisis institucional provocada por el desafío independentista.
Con la recuperación ya de vuelta y España creciendo hoy por encima de la media europea, el nombramiento de Guindos como número dos del BCE es un punto de inflexión en ese declive aparentemente imparable, que llevó a varios think tanks a anunciar que países como Polonia (que preside el Consejo Europeo a través de Donald Tusk) le estaban ganando la partida a economías con más peso, como la española. Cambian las tornas: Polonia está de capa caída con un reguero de leyes que ponen en peligro incluso el Estado de derecho, y España se recupera con Guindos camino de Fráncfort, con la vicepresidencia de una de las instituciones con más poder de Europa.
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