El mago cordobés de las luces navideñas
Iluminaciones Ximénez es la quinta del mundo en su sector y su trabajo brilla en ciudades de todos los continentes
La iluminación de la Navidad es el nuevo negocio por el que compiten las principales ciudades del mundo que a estas alturas ya engalanan sus grandes avenidas por la conquista del preciado visitante. La luz, en connivencia con sus miles de bombillas, es el reclamo perfecto para un consumidor que goza del espectáculo y se anima a comprar. Puente Genil lo sabía de primera mano: mientras hubo pueblos en España a los que no llegó el alumbrado eléctrico hasta 1982, la localidad cordobesa fue la segunda del país en tener bombillas después de Barcelona.
Cuando la España de posguerra daba sus primeros pasos por salir de la oscuridad económica, el comerciante de electrodomésticos Francisco Jiménez colgó una gran estrella de Navidad en los escaparates de su tienda y pensó: "de los que se paren a mirar alguno entrará". Y el emprendedor sin estudios acertó: cambió su negocio por el de la iluminación y decoración, cambió la jota de su apellido por la equis "para ser más internacionales" y bajo el nombre de su firma colocó la leyenda Costa del Sol, para aprovechar el empuje del incipiente turismo que presentaba la España de sol y playa.
Hoy, la tercera generación de la familia está al frente de Iluminaciones Ximénez, ocupa el quinto puesto en la clasificación internacional del sector, factura 15,9 millones de euros y emplea a 600 operarios que trabajan en tres turnos para producir para esta Navidad hasta 50 millones de puntos de luz (que cubrirían una distancia equivalente a la que hay entre Puente Genil y Moscú). Todo un motor económico para la pequeña localidad cordobesa, con algo más de 30.000 habitantes; familias enteras viven y trabajan al calor de estas bombillas, ya que el 98% de su plantilla es local.
De esta fábrica de Puente Genil sale el 90% de las luces navideñas que iluminan escaparates, calles, tiendas y avenidas españolas, así como la joyería Tiffany's en la Quinta Avenida de Nueva York o la entrada principal del mayor centro comercial del mundo, situado en Dubái (Emiratos Árabes). Luces que viajan también por África, Europa y Japón y que acaban de aterrizar en Canadá y El Salvador. Un suma y sigue en su internacionalización edificada sobre la base que dejó impregnada su fundador: instinto, valores y buenas decisiones.
1945. El comerciante de electrodomésticos Francisco Jiménez, de Puente Genil (Córdoba), empieza a vender iluminaciones como parte de su negocio.
1960. Se incorpora la segunda generación familiar. Con la marca Ximénez Costa del Sol, la empresa comienza su expansión por Andalucía primero y el resto de España después.
1995. El grupo diversifica sus actividades aliándose con el grupo Urbalux en una UTE para suministrar alumbrado urbano en ciudades como Málaga.
1998. La compañía crea su filial Ilmex para vender productos de iluminación para interiores, como centros comerciales y escaparates.
2003. La firma desarrolla su primera tecnología led y se embarca en proyectos emblemáticos como iluminaciones especiales en ciudades como Madrid, Barcelona y Málaga.
Una filosofía que se aplica hoy, acompañada de una cuidada gestión de la plantilla, lo que en opinión de su director de exportación, Fernando Cabrera, es la clave del éxito de la empresa. "No se gestiona de igual manera desde un pueblo que desde una ciudad", afirma. "La cercanía con los trabajadores nos ha llevado a un mutuo entendimiento y en nuestras filas también contamos con tercera generación de empleados".
La historia del crecimiento de este grupo, que cuenta con más de 5.000 registros de marca en propiedad, es la historia de una expansión planificada y estructurada a base de mucha observación y un constante leit motiv: conocer al detalle su competencia. Por eso, cuando la segunda generación —los hijos del fundador, Francisco (actual gerente); Mariano (director de producción) y Jesús (director financiero)— traza el ambicioso objetivo de convertirse en el número uno del mercado español, decide dar un giro estratégico al mundo de la iluminación para hacerlo "decorativo", un segmento en el que apenas existían competidores.
Ahora no solo iluminarían; además lo harían con estilo y mucho diseño. "Quisimos unir la luz al sentimiento, algo implícito en Navidad cuando el espectáculo de cientos de bombillas y sus formas caprichosas reconfortan del frio", afirma Fernando Cabrera.
Otro elemento que contribuyó al estrellato de la firma pontanesa fue su posición estratégica. Puente Genil es el centro geográfico de Andalucía, distante a una media de 100 kilómetros de las principales capitales andaluzas, por lo que está perfectamente posicionada para abastecer las inmensas iluminaciones de las ferias de primavera y verano (Sevilla, Granada, Córdoba, Almería...) "una manera de rentabilizar el estocaje", prosigue Fernando Cabrera.
Con un mercado en expansión y un resultado floreciente, el Grupo Ximénez se tuvo que enfrentar a la decisión más importante del grupo: apostar por el futuro y pasar de la bombilla incandescente al led. "Un momento muy duro", recuerda Cabrera. "Tuvimos que destruir el 25% de nuestro producto ante la imposibilidad de transformarlo".
La revolución del bajo consumo fue un paso atrás para saltar mucho más alto: al mercado exterior. Equipados con licencias, idiomas y tecnología, los profesionales de la compañía visitaron sin descanso las grandes ferias del sector y reconocieron la calidad de su competencia en Francia y Austria."Teníamos que buscar algo muy, muy novedoso para enfrentarnos a la competencia y luchar contra el estereotipo que había de los españoles en 2007 de que solo exportábamos sol y playa, porque la industria no estaba reconocida".
Sin mirar atrás, el comienzo de la gran crisis financiera ese año en nuestro país, da a Grupo Ximénez el empujón al mundo exterior. "Un reto nada fácil porque además de los permisos, papeleos, contratos, idiomas... había un montón de barreras culturales que aprendimos en tiempo récord: no traspasar el espacio físico al cliente americano, no cruzar las piernas o enseñar la suela del zapato en el mundo árabe o ser extremadamente puntual y dar las gracias al recibirnos y despedirnos al cliente japonés".
Hechos los deberes y habiendo identificado los canales de venta en Europa, la estrategia para abordar el exterior fue clara: intentar arrasar desde el diseño. Y el talento español no se hizo esperar. El catálogo que conquistaría el mundo exhibía diseños de Amaya Arzuaga, Ágatha Ruiz de la Prada, David Delfín o Devota y Lomba con elementos exclusivos y diferenciadores.
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