EE UU y la nueva ruta de la seda
La relación de poder en Asia ha cambiado en favor de China
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, acaba de concluir su primera gira presidencial por Asia, en donde asistió a la cumbre de la Asociación de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) y a la de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN). A pesar de las pocas expectativas con las que partía, la visita tuvo un relevante significado económico, geopolítico y estratégico. El presidente norteamericano destacó la necesidad de mayor equidad y reciprocidad en el comercio con Asia, buscando reducir el déficit comercial de EE UU, y de dar un impulso efectivo al desafío que supone Corea del Norte.
Como era de esperar, lo más destacado fue la visita a Pekín y la reunión de Trump con el presidente chino, Xi Jinping. El elevado superávit comercial de China con EE UU (347.000 millones de dólares en 2016), y su renuencia a actuar de manera más firme frente a las ambiciones nucleares de Corea del Norte han sido un punto de fricción en las relaciones entre ambos países. Si bien es cierto que la reunión concluyó con la firma de una serie de acuerdos comerciales por valor de 253.000 millones de dólares, la mayoría no fueron vinculantes. Además, Pekín no hizo ninguna concesión duradera sobre el comercio, ni señaló un cambio en la política china con respecto a Corea del Norte. Por el contrario, los elogios de Trump a Xi y los positivos comentarios de este último sobre las relaciones entre EE UU y China parecen mejorar el prestigio de Xi.
Con todo, se marca un cambio en la relación de poder a favor de China, y plantea dudas sobre el futuro de la política exterior de "giro hacia Asia" del anterior presidente, Barack Obama. Todo ello en un momento en el que la influencia de China en la región está creciendo rápidamente impulsada por la iniciativa Nueva Ruta de la Seda (One Belt One Road, OBOR, por sus siglas en inglés) que se anunció en 2013, y que ha proporcionado un marco general para que China fortalezca su liderazgo económico, fomentando la construcción de infraestructuras y mejorando la conectividad en casi 70 países que representan el 33% del PIB mundial a lo largo de los dos grandes ejes euroasiáticos, el terrestre y el marítimo.
Si bien Estados Unidos actualmente no es miembro de OBOR, es posible que respalde proyectos que se alineen con sus intereses estratégicos, ya que una oposición directa pondría en riesgo el desarrollo económico regional, alienando a su vez a sus aliados asiáticos, muchos de los cuales ya están decepcionados por la retirada de Trump de la Asociación Transpacífica (TPP).
Sumedh Deorukhkar es economista sénior para mercados asiáticos emergentes de BBVA Research.
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