La difícil lucha contra la actividad delictiva de la Internet profunda
El ciberespacio es tierra de cultivo para delincuentes por el anonimato del que gozan los usuarios, y es aquí donde se plantea el debate sobre si debe primar la privacidad o la seguridad
Internet no son solo las webs que podemos encontrar gracias a los buscadores convencionales. Existe un submundo al que el 90 % de los usuarios no tenemos acceso, donde el anonimato y el acceso limitado para aquellos que conozcan sus entresijos permiten una actividad delictiva fuera de lo normal. La 'deep web' o Internet profunda es ese conjunto de páginas a las que los buscadores como Google o Bing no pueden acceder, manteniendo una ingente cantidad de información fuera del tráfico común.
No necesitamos ir a lo más profundo del ciberespacio para encontrar un lugar perfecto para cometer delitos. El hecho de que no existan territorios físicos implica una dificultad tremenda para los Estados a la hora de regular y limitar las conductas controvertidas. Aunque lo intenten, los Estados no tienen potestad. Ni siquiera China o Estados Unidos, con sus intentos de controlar y censurar Internet puede hacer alarde de éxitos en la materia. Nos encontramos ante vacíos legales que tardan en solventarse y que, en muchas ocasiones, se ven afectados por el rápido avance de las tecnologías.
El ciberespacio es perfecto para delinquir por el anonimato del que gozan los usuarios que, si bien está limitado, lo está solo para algunas operaciones. Esta situación de descontrol sobre quién hace qué da lugar a uno de los debates más interesantes de esta época: privacidad contra seguridad. Considerando el anonimato como la principal razón por la que se da esta situación, la comodidad y los escasos gastos que supone solo hacen que sumar ventajas.
Deep Web o Dark Web
Existen dos términos que destacan en este inframundo, que tienden a confundirse. La Deep Web es ese conjunto de páginas web que no aparecen en los buscadores convencionales. Para poder acceder a alguna de estas páginas, el usuario debe conocer la URL del sitio concreto, además de usar un servidor diferente. En esta capa no visible de Internet se encuentra el grueso de la práctica ilegal.
La Dark Web, por su parte, supone un paso más dentro de la Deep Web, ya que es necesario, aparte de conocer la URL de la página que uno quiere visitar, tener acceso autorizado previo a la visita. Son grupos restringidos en los que el administrador tiene que permitir el acceso al usuario.
Casos de trascendencia
La primera sentencia que se dictó en Estados Unidos relacionada con la Deep Web fue ejemplar. La jueza Katherine Forrets, de Nueva York, se aseguró de que el castigo fuera proporcional al delito, condenando a Ross Ulbricht a dos cadenas perpetuas y una multa de 183 millones de dólares por diseñar una página web en esta área del ciberespacio. 'Silk Road', o 'ruta de la seda' en español, servía de contenedor para transacciones delictivas relacionadas con el narcotráfico, el robo de tarjetas de crédito o la oferta de servicios ilícitos.
Una situación más desagradable la protagoniza el conocido como 'caníbal de Rotemburgo'. Arimn Meiwes, un alemán de 43 años, contactó a través de la Deep Web con un ingeniero berlinés, que atendió al anuncio del primero en el que buscaba a alguien que se dejase comer. Todo el ritual fue grabado en vídeo y, por falta de herramientas para juzgar la situación, Meiwes fue condenado solo a 8 años y medio de cárcel, ya que mediaba consentimiento de la víctima en parte del ritual.
Los esfuerzos de las autoridades por frenar a los delincuentes que campan a sus anchas por este remoto lugar son loables. En España, el Grupo de Delitos Telemáticos de la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil, con la estrecha colaboración de diferentes policías e investigadores internacionales, dedica sus esfuerzos a desentrañar este turbio mundo. Es un ejemplo de las acciones que llevan a cabo la Operación Onymous, que se saldó con el cierre de 414 dominios web en siete países.
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