‘Platform capitalism’
Las plataformas digitales elevan el 'low cost' desde los consumidores a los asalariados
Nacen a toda velocidad la platform economy o el platform capitalism, fenómenos tecnológicos que no existían cuando comenzó la Gran Recesión. El hasta ahora secretario general de Comisiones Obreras, el buen sindicalista Ignacio Fernández Toxo, advirtió en el congreso de la central sindical que se está incubando una nueva crisis del empleo y que la crisis no se superará hasta que el conjunto de los ciudadanos recupere los estándares de vida perdidos y los derechos vulnerados por una gestión neoliberal. ¿Es ello posible en el nuevo capitalismo de plataformas?
Quizá haya habido representantes de CC OO que acudieron a su reunión en las afueras de Madrid en coches de Uber o de Cabify (el día que comenzaba estaba convocada huelga de taxistas y manifestaciones en muchas ciudades); a lo mejor algunos de los que se desplazaron a la capital para elegir a Unai Sordo nuevo secretario general se alojaban en algún piso o habitación alquilada por Airbnb, dada la escasez de alojamientos al coincidir su evento con el World Pride; es factible que pidieran comida rápida en los escasos ratos libres y la demandaran a través de la plataforma Deliveroo, algunos de cuyos ciclomensajeros, hartos de tanto inseguridad laboral, han hecho huelga esos mismos días. Etcétera.
Si la crisis ha convertido a muchos en consumidores low cost, ello también tiene efecto directo sobre los costes (laborales y de otro tipo) de las empresas, que han de reducirse. Además de consumidores de bajo coste aparecen los trabajadores low cost. Y para rizar el rizo, las mismas personas que son lo uno y lo otro devienen en productores de datos para estas plataformas multinacionales que sólo median y no producen: les suministran datos que les sirven para empaquetarlos y venderlos como mercancías valiosas para otras empresas.
En el terreno del mercado laboral aparecen cientos de miles de microworkers, pendientes durante toda la jornada de si entra o no una petición de trabajo en la plataforma en la que están registrados para realizar una centésima parte de la función o tarea en la que antes consistía un trabajo, y cobrar, por tanto, una centésima parte de ese trabajo (Luz Rodríguez, profesora de universidad, en su contribución al debate sobre El futuro del trabajo que queremos, de la Organización Internacional del Trabajo).
El economista Charles-Antoine Schwerer continúa la reflexión por el mismo camino: estas y otras plataformas digitales trasladan el low cost a un nuevo nivel; la lógica de Ryanair o de Lidl es reducir el trabajo de la empresa y aumentar la acción de sus clientes. Las plataformas digitales llevan esta lógica al límite: los particulares crean servicios (para Airbnb o BlaBlaCar), contenidos (para Youtube o Facebook), productos (para las aplicaciones de Apple), que después las plataformas monetizan.
Sobre esto deberán reflexionar los nuevos responsables de CC OO, entre otros muchos. Las plataformas digitales hacen realidad el sueño de algunos empresarios: simplificar radicalmente y reducir las cargas sociales más allá de las tentativas públicas de mantenerlas, externalización hacia los particulares, sustitución del asalariado por el autónomo (¿se atreverán a denominarlos “emprendedores”?). No hay duda, es un nuevo grado de capitalismo. El de las plataformas.
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