El envoltorio también se come
Las películas y embalajes comestibles son una alternativa a explorar en el sector alimentario
Morder un bocadillo y descubrir que nos hemos comido medio envoltorio puede dejar de ser un incómodo accidente: los papeles, membranas y películas comestibles, materiales biológicos perfectamente asimilables por nuestro organismo, encarnan una alternativa ecológica a los embalajes tradicionales cada vez más explorada. Constituyen, además, una manera de aligerar los envases (un alimento fresco cubierto de una piel comestible y antibacteriana posibilitará que su protección exterior sea menos pesada, o que sea de un material menos sintético que el plástico) y de generar menos residuos (un papel comestible acabará en nuestro estómago en vez de en la basura). Algunos de estos sistemas ya han sido comercializados con éxito; otros, por el momento, siguen refinándose en los laboratorios.
La película navarra que alarga la vida de la fruta
Un proyecto universitario pionero en 2009 del químico Javier Osés desembocó en Proinec, empresa navarra que elabora películas naturales comestibles basadas en aceites naturales. Su recubrimiento, al que empezó a dar forma desde su tesis doctoral, está compuesto de "ingredientes naturales como polisacáridos y proteínas", y tiene la propiedad de alargar la vida de los productos de cuarta gama, como por ejemplo la fruta cortada y pelada. "Evitan el oscurecimiento superficial de productos como manzanas, peras, melocotones y mangos", detalla. "De manera general, los recubrimientos comestibles mantienen la firmeza y calidad del producto cortado durante el almacenamiento, evitando su transformación en tejidos blandos".
Los envoltorios naturales de Osés, cuyo proyecto inicial ganó el Premio Bancaja Jóvenes Emprendedores, también sirven para evitar la transferencia de humedad entre los elementos de un alimento, como puede ser la masa de una pizza respecto al resto de ingredientes. El químico cree además en su utilidad ecológica: "El uso de estos recubrimientos puede reducir la elevada utilización de plásticos complejos", explica. "Y en el caso de que sea necesario su uso estos pueden ser más sencillos y por tanto más reciclables".
Gotas de agua de bolsillo
Una botella de plástico que no se recicle puede tardar hasta 1.000 años en descomponerse a la intemperie. Con la idea de fabricar un envase 'limpio' en mente, el español Rodrigo García González y sus socios de la startup londinense Skipping Rocks Lab desarrollaron las biocápsulas Ooho, unas esferas comestibles y biodegradables que contienen 50 mililitros de agua. La membrana que protege el líquido, compuesta de algas marinas, cloro y calcio, se puede comer con tranquilidad (es por ahora insípida) o destinar a compostaje ya que, según han declarado sus creadores en diversos medios, esta película está inspirada en la piel de la fruta. El proyecto, que forma a parte de la aceleradora Climate KIC, ha cosechado más de 700.000 euros en la plataforma Crowdcube y se comercializará próximamente. Multipremiados, los inventores de Ooho recibieron en 2016 el Energy Globe Award de Reino Unido.
Morder sin miedo a tragar papel
El papel se come. Al menos, el papel fabricado por Do Eat, una pequeña empresa belga que elabora envoltorios comestibles que realmente saben a cosas. "Nuestra primera idea –¿qué pasaría si no tuviéramos que lavar nada y no hubiera basura que tirar después de un aperitivo?– se convirtió en una especie de visión", cuenta Daphné Mathy, responsable de negocio de la compañía. "Una visión que consistía en hacer que las personas cambiaran sus hábitos de consumo sin darse cuenta".
Para ello, los fundadores de Do Eat, los veinteañeros Thibaut Gilquin y Hélène Hoyois, desarrollaron un material moldeable a partir de agua y almidón de patata con la suficiente consistencia para sostener alimentos. Lo hicieron como proyecto final de carrera, en 2013, pero el experimento les salió tan bien que poco después se embarcaron de lleno en lo que ellos llaman "su alternativa ecológica": "Los productos desechables generan basura y conllevan gasto de recursos", dice Mathy, "además del gran impacto ambiental que conllevan los objetos de un solo uso". Do Eat, que se ganó la ayuda del programa 101Projets coimpulsado por Marc Simoncini, el creador de Meetic, tiene varias gamas de productos: envoltorios para hamburguesas y bocadillos, bases para pinchos, bolsitas para galletas. Si queremos que crujan, además, no tenemos más que meterlos al microondas
Quesos con protección antimicrobiana
Otro ejemplo de investigación lo protagonizó el equipo de investigadores de José María Rodríguez Calleja, profesor del Departamento de Higiene y Tecnología de los Alimentos de la Universidad de León. Desarrollaron en 2015 una biopelícula comestible y respetuosa con el medioambiente para dotar a los quesos de protección antimicrobiana. "Está formada, principalmente, por gelatina alimentaria a la que se le ha incorporado aceite esencial de tomillo, que ejerce un efecto inhibidor en particular frente a dos bacterias patógenas de especial interés, la Listeria monocytogenes y la E. coli O157", explica el investigador. El recubrimiento, además, respeta los mohos naturales y beneficiosos de los quesos y no altera las propiedades gustativas.
¿Y por qué los quesos? "España es una ‘superpotencia’ en la producción de queso y tiene una importancia económica indudable", afirma. "Cualquier sistema para reforzar su inocuidad, mediante el control de ciertas bacterias relacionadas con problemas sanitarios en los quesos, permitirá dar un valor añadido a este producto". Actualmente, Rodríguez Calleja y su equipo trabajan en "la combinación de estas biopelículas con otras tecnologías para aprovechar posibles sinergias y minimizar las repercusiones negativas en el alimento y los costes de los tratamientos".
Dar de comer a los peces en vez de matarlos
Reducir la contaminación marina y proteger a las casi 8.000 especies de peces amenazadas es la filosofía de Saltwater Brewery, una pequeña empresa cervecera basada en Florida (EE UU) que, utilizando los desechos naturales de trigo y cebada derivados de la elaboración de la bebida, ha fabricado unas anillas comestibles y biodegradables para los packs de seis latas. Ejemplo de economía circular, estas anillas pueden ser ingeridas sin perjuicio por la fauna marina y solo tardan unas dos horas en comenzar a degradarse en el mar. Una de las metas de Saltwater Brewery es, según cuenta su presidente Chris Gove en un vídeo, inspirar a las grandes compañías y conseguir que se sumen a un modelo productivo ecológico.
Una proteína de la leche como aislante y otros intentos
500 veces mejor que el plástico aislando los alimentos del oxígeno, biodegradable y comestible: así es la película protectora desarrollada por investigadores del Departamento de Agricultura de EE UU, que han utilizado una proteína de la leche, la caseína, para crear una red mucho más resistente que la de los polímeros propios de los materiales plásticos. Liderada por la investigadora Laetitia Bonnaillie, la investigación contempla añadir micronutrientes, aromas y saborizantes naturales al recubrimiento.
Por su parte, la empresa de nutrición inteligente Quantum Designs, dependiente del ArtsScience Labs, presentó hace unos años su proyecto WikiFoods, en el que desarrollaron una especie de membranas comestibles para cualquier líquido, desde yogur hasta zumos, con propiedades asépticas y partículas específicas para salvaguardar el contenido de la manipulación. La cadena de comida rápida KFC, en un intento anecdótico y no demasiado saludable, ideó hace unos años una taza de bizcocho recubierta de azúcar (y pintada en su interior con chocolate blanco) para vender café de la marca Seattle Best Coffee en sus establecimientos de Reino Unido.
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