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El Popular apuesta por vender WiZink y su filial en EE UU para reforzarse

"Debemos elevar las coberturas de los créditos inmobiliarios con lo que dejaremos de ser el banco rezagado de los grandes y nos sumaremos al grupo", dicen desde el banco

Íñigo de Barrón
El presidente del Banco Popular, Emilio Saracho.
El presidente del Banco Popular, Emilio Saracho.EFE

El Banco Popular vive en una tormenta perfecta desde hace meses; atraviesa el peor momento de sus 70 años, pero no tira la toalla. Su historia se ha escrito con dos palabras: independencia y rentabilidad. Esta última la perdió al prestar sin freno y sin control a las grandes inmobiliarias durante la última década. Y mantenerse en solitario es ahora su gran lucha.

Emilio Saracho, el nuevo presidente de la entidad, está convencido de que lo logrará porque hay inversores dispuestos a colocar el dinero que necesita el banco. Así lo ha explicado a sus directivos. En la entidad recuerdan que el Deutsche Bank, después de años de casi 10 años de problemas, ha conseguido 8.000 millones de euros de los inversores. También se fijan en Italia, con una banca acusada de ser la de peor calidad de Europa, pero donde Unicredit ha levantado 13.000 millones de capital. "Hay interés por invertir en el Popular. Es un banco que tiene un buen negocio minorista y de pymes, pero necesitamos tiempo para recuperarnos y eso se traduce en más capital para reforzar nuestros recursos propios y cumplir con las exigencias legales. Además, debemos elevar las coberturas de los créditos inmobiliarios con lo que dejaremos de ser el banco rezagado de los grandes y nos sumaremos al grupo", apuntan en la entidad.

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El exbanquero de JPMorgan, que lleva poco más de 50 días en el cargo, conoce como pocos la banca de inversión y está convencido de que hay financieros dispuestos a meter su dinero en el sexto banco español. Y eso pese a estar en el ojo del huracán de los medios de comunicación, de los mercados y de las agencias de calificación, como Standard & Poor´s que acaba de rebajar su nota cinco niveles por debajo del grado de inversión, es decir, hundida en el bono basura. Esta situación está provocando zozobra en la plantilla, en los clientes y en el equipo directivo, admiten en la entidad, poco acostumbrada a vivir en una montaña rusa.

"Pero antes de pedir dinero necesitamos recuperar la credibilidad y transmitir transparencia al mercado. Eso pasa por vender lo que podamos para minimizar los recursos que pidamos al mercado", admiten en el Popular. El banco ha puesto en el mercado el 49% de la unidad de negocio con tarjetas, WiZink, por el que podría recibir algo más de 1.000 millones, y su filial en Estados Unidos, el Total Bank, por el esperan recibir alrededor de 1.000 millones aprovechando que los bancos se pagan caro ahora en aquel país. "Si esto no fuera suficiente, seguiríamos vendiendo otras unidades que no son el negocio básico de la entidad, pero somos conscientes de que cada división de la que nos desprendemos supone un recorte de los ingresos anuales", señalan fuentes internas. También habrá cambios en el consejo de administración, buscando contar con personas menos implicadas en la etapa pasada, aunque sin prisa.

Recapitalización

En unas semanas llegará el momento de la verdad, cuando Saracho acuda a donde sus excompañeros, los bancos de inversión, con los que ha mantenido bastantes reuniones. ¿Cuánto va a pedir o cuánto necesita? Eso nadie quiere adelantarlo, por ahora.

Paradójicamente, para afrontar con éxito esta operación el Popular tiene la ventaja de tener una cotización hundida porque eso aumentará el apetito de los nuevos inversores. Obviamente, esta situación enerva y agota a los accionistas tradicionales que ya han colocado 5.400 millones de euros y han perdido casi el 90% de su inversión por la caída en Bolsa. El mercado puede aplicar su cruel dinámica: quizá los últimos accionistas que lleguen sean los que recojan los beneficios que facilitaron los primeros, si es que el Popular sale a flote.

Pero el nuevo presidente es pragmático; es un banquero de inversión. No tendrá problemas en negociar un acuerdo con un competidor que quiera comprar el Popular si presenta una buena oferta, pero eso no ha ocurrido, aseguran en la entidad. Tampoco lo van a buscar. La primera opción es pasar la tormenta y crear valor con el Popular, convencidos de que lo tiene. Eso sí, ya no se hará bandera "de la independencia ante todo, en plan heroico", como recuerdan que afirmó Ángel Ron, el anterior presidente.

El lunes pasado, 3 de abril, vivió su peor momento. Perdió más de un 10% de su valor en Bolsa y muchos analistas creyeron que había llegado su final como entidad independiente. A las nueve de la mañana la entidad anunció una revisión de las cuentas con un aumento de las provisiones, caída de los beneficios y minusvaloración del capital. Estos ajustes, "que son de una cuantía pequeña y que no exigen reformular las cuentas", según fuentes internas, se cargarán en parte contra las cuentas ya aprobadas, de 2016. A las 16 horas, siete horas después, hizo público la marcha del consejero delegado, Pedro Larena, de forma inesperada y sin tener un sustituto. El banco pareció ser víctima de una gravísima falta de planificación en mitad de su crisis particular.

En el Popular aseguran que ambos hechos son independientes: la revisión de las cuentas no tiene nada que ver la marcha de Larena. Este ejecutivo transmitió que no se sentía cómodo con el nuevo rumbo del banco ni con el papel de Miguel Escrig, exdirectivo de Telefónica, al que Saracho fichó con todos los poderes internos para revisar cuentas. "Si Larena no estaba bien, lo mejor es que no siguiera en el banco porque es un trabajo de mucho estrés y dedicación", sentencian en el Popular.

El nuevo presidente no espera recibir un aluvión de demandas por los cambios en las cuentas. También duda de que se llegue a presenta una acción de responsabilidad contra Ron para evitar que cobre su pensión.

Saracho, un experto navegante, está convencido de que si llega sano y salvo a 2019, cuando acaban las exigencias de capital de las autoridades, habrá cumplido su misión, habrá doblado el Cabo de Hornos. No oculta que se ha encontrado con un panorama peor del que esperaba, pero ha manifestado a los directivos su convencimiento de que se puede ganar el reto. Ahora hace falta que la recuperación de la economía, la del sector inmobiliario y el entorno hostil en el que se mueve, se lo permita.

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Sobre la firma

Íñigo de Barrón
Es corresponsal financiero de EL PAÍS y lleva casi dos décadas cubriendo la evolución del sistema bancario y las crisis que lo han transformado. Es autor de El hundimiento de la banca y en su cuenta de Twitter afirma que "saber de economía hace más fuertes a los ciudadanos". Antes trabajó en Expansión, Actualidad Económica, Europa Press y Deia.

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