Economía mundial y europea
El crecimiento mundial, de acuerdo con los datos del mercado (Consensus Economics), ha sido del 3,2% tanto en 2015 como en 2016. En 2015, los países desarrollados han crecido un 2,1% y los emergentes un 4,2%: justo el doble. En 2016, los primeros han crecido un 1,8% y los segundos un 4,4%: más del doble. Las previsiones del mercado para 2017 son que los desarrollados crecerán un 1,7% y los emergentes un 5,1%, tres veces más; y en 2018, los desarrollados crecerán el 1,9% y los emergentes un 5,2%, casi tres veces más. Dentro de los desarrollados, el PIB de la zona euro ha crecido solo un 1,9% en 2015 y un 1,6% en 2016, y crecerá un 1,3% en 2017 y un 1,4% en 2018, es decir, mucho menos que EE UU, que crece un 2,1% y un 2,3% en ambos años. El que menos crece es Japón, con un 1,2% y un 1%, respectivamente. Dentro de los emergentes, el que más crece en ambos años es India, con un 7,7%; seguido de China, con un 6,4% y un 6,3%, y del resto de Asia, que crece un 5,8% y un 6%, respectivamente.
Los previsiones oficiales del FMI son similares: el PIB mundial ha crecido un 3,2% en 2015 y crecerá un 3,1% en 2016 y un 3,4% en 2017. Las economías avanzadas crecerán un 1,6% en 2016 y un 1,8% en 2017. Las emergentes crecerán un 4,2% y un 4,6% en ambos años, más del doble que las avanzadas. Para Latinoamérica y Caribe, las previsiones del FMI son peores. La región bajará un 0,6% en 2016 y crecerá un 1,6% en 2017. Son mejores, sin embargo, sus previsiones para Oriente Próximo y África del Norte, que crecen un 3,4% en ambos años.
Dos razones de este menor crecimiento son, primero, que el comercio mundial esta desacelerándose desde 2012 y también la inversión internacional, afectando además al comercio. La liberalización del comercio se ha reducido y empiezan a aparecer claras muestras de proteccionismo tanto por reducirse el desarrollo de las cadenas de valor global (GVC) que crecían rápidamente como por el Brexit y el trumpit, siendo este último más importante. El presidente electo Trump ha hecho dos gestos iniciales que van a traerle problemas: uno, acercándose antes a Rusia que la UE y, otro, hablando con Taiwán antes que con China, India y Asia en general.
La tendencia a dicha caída del comercio mundial ya estaba recogida por las estadísticas desde 2012, pero ha ido acelerándose. Según el FMI y la OMC, durante 51 años seguidos, desde 1960 hasta 2011, las tasas anuales de crecimiento medio de las importaciones mundiales han duplicado las tasas de crecimiento del PIB mundial. Sin embargo, a partir de 2012 y hasta 2015, las tasas de crecimiento de las importaciones han pasado a ser inferiores. Esta tendencia, iniciada en 2012, es muy preocupante y señala un creciente aumento del proteccionismo, que reduciría notablemente el crecimiento mundial.
La tendencia al enfriamiento del comercio internacional señala un preocupante aumento del proteccionismo
Sin embargo, ha aumentado la movilidad mundial de las personas, especialmente en Europa, en buena parte por causas de guerras e infortunios. La llegada de refugiados de los países árabes ha sido provocada por la guerra religiosa entre chiíes y suníes, que empezó en Irak en 2004 y que todavía puede durar mucho, ya que Europa padeció otra guerra religiosa similar, la de los Treinta Años, entre católicos y protestantes, entre 1618 y 1648, en la que hubo ocho millones de muertos, perdiendo Alemania, el más afectado, un 10% de su población total.
Dado que cada familia afectada intenta enviar al mejor preparado de su prole para que consiga enviarle remesas y poder así subsistir, hay que aprovechar este aluvión forzado de emigrantes, puesto que la UE (especialmente la eurozona) es donde más rápido envejece la población después de Japón. En este sentido, la canciller Merkel ha sido la que más visión ha tenido, ya que Alemania, seguida de España y Italia, es el país de la zona que envejece más rápidamente. Además, en 2015, los refugiados eran solo 16,1 millones, comparados con un total de inmigrantes en todo el mundo de 245 millones, sobre un total de 507 millones de habitantes de la Unión Europea en dicho año.
La necesidad de que todavía lleguen más emigrantes a Europa está basada en las estadísticas de población de la ONU y del Banco Mundial, que para 2100 muestran que, por continentes, la población de Europa caerá de 738 millones a 646, 146 millones más que toda Norteamérica, que tendrá 500 millones. La de España caerá de 46,1 millones a 38,3, casi 8 millones menos. Por el contrario, en 2100, Nigeria tendrá 705 millones de habitantes, y toda Europa, incluida la UE, solo 550 millones. La población mundial alcanzará 11.000 millones y África pasará de 1.186 millones a 4.387 millones de habitantes. Es decir, nuestros nietos y bisnietos podrían convivir en una España con una población en la que más de un tercio serían extranjeros, en su mayoría africanos. Insisto mucho en estas tendencias de la población porque son mucho más predecibles y seguras que las económicas y además serán una parte muy importante del PIB de cada país.
La eurozona, por tanto, no sólo se enfrenta a largo plazo a un creciente envejecimiento y pérdida de población, sino también a otro problema más de corto y medio plazo, y es que una Unión Monetaria no puede subsistir a medio y largo plazo sin una cierta unión fiscal. Hasta ahora, el BCE, además de política monetaria, está forzado a hacer política fiscal a través de sus operaciones de facilitación cuantitativa (compras de deuda de sus Estados miembros), que se ha extendido a la deuda privada y también a la bancaria.
Hay que hacer hincapié en las tendencias demográficas globales, mucho más predecibles que las económicas
Por estas razones, en 2012, un grupo de 17 economistas europeos, conformado por el Institute of New Economic Thinking (INET), entre los que nos encontrábamos dos españoles, Luis Garicano y yo, propusimos una solución temporal pero efectiva y sin apenas coste que ya había propuesto el Consejo de Expertos Económicos alemán para la Evaluación de la Política Macroeconómica (SVR): mutualizar temporalmente toda la deuda de los miembros de la eurozona que superase el 60% de su PIB —fruto de las dos grandes crisis: la importada de EE UU y la derivada de los fallos de diseño de la eurozona—, que sería depositada en un fondo de redención creado para dicha deuda (DRF) que se financiaría en los mercados emitiendo euroletras con la garantía conjunta de los 19 países del bloque, más alguna ayuda puntual del MEDE. El coste de su financiación sería mucho más bajo que el de la media de todos sus Estados miembros por separado, creando un mercado que competiría con el de las letras del Tesoro de EE UU y cuyo coste sería, por tanto, competitivo con el de dichas letras y muy bajo. Un grupo de trabajo del Consejo y de la Comisión Europeos lo estudiaron y dijeron que requeriría una modificación de los tratados, lo que es posible: ya se ha hecho varias veces.
Sin embargo, alternativamente, sería todavía posible creando un DRF entre aquellos Estados miembros que se pusieran de acuerdo (que serían la mayoría) y que los mercados financieros estarían esperando con gran interés. Además, el BCE podría comprar dichas letras directamente del DRF para su balance. Se habla mucho de conseguir un verdadero “mercado de capitales” de la eurozona a la vez que se rechaza su base, que son los mercados de euroletras y eurobonos. Si no somos capaces de aprobar ahora este sistema mínimo de financiación de la eurozona en su conjunto, su futuro será cada vez más negro y el BCE no lo podrá hacer todo; con lo que el proyecto de la eurozona y después el de la UE podría llegar incluso a desaparecer y Europa no podría actuar como una entidad propia con fuerza y poder en las decisiones en los acontecimientos mundiales.
Finalmente, Robert Gordon augura varias fuerzas contrarias al crecimiento futuro de la productividad: la creciente desigualdad de la renta, la decreciente posibilidad de que la educación ayude al crecimiento de la productividad, la contribución negativa de la demografía por la creciente incorporación de la mujer al trabajo, la reducción de personas en edad de trabajar al jubilarse la generación del baby boom y, finalmente, por los altos niveles de deuda pública y privada de los países.
Guillermo de la Dehesa es presidente honorario del Centre for Economic Policy Research (CEPR) de Londres.
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