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España también inventa máquinas agrícolas

El sector facturó más de 3.400 millones de euros en 2015

Las tabletas de los agricultores son las nuevas oficinas agrarias. Reciben la información obtenida de los millones de datos recogidos por la maquinaria digital, las estaciones meteorológicas o las sondas instaladas en el campo para hacer una agricultura de precisión. "Asistimos a la quinta revolución agraria, que es la de la información, y es imprescindible hacerla para alimentar a la población mundial de 2050 con el terreno cultivable que tenemos ahora porque prácticamente no habrá más", asegura Eduardo Martínez de Ubago, gerente de ventas en España de John Deere, el mayor fabricante mundial de maquinaria agrícola, con casi 28.500 millones de euros en facturación.

En un mercado competitivo ni siquiera el 10% de los fabricantes trabaja en la digitalización.
En un mercado competitivo ni siquiera el 10% de los fabricantes trabaja en la digitalización.Getty Images

El sector español de maquinaria agrícola busca estar a la altura del cambio. Generó 3.407 millones de euros en 2015, volviendo a niveles precrisis (cayó casi el 16% hasta 2011) y las perspectivas son buenas. La mitad de las ventas nacionales son equipos importados y el resto están hechos por más de 700 fabricantes nacionales. Pero hay un problema: apenas la mitad de estos pequeños fabricantes innova para avanzar en un mercado cada vez más exigente, y ni el 10% trabaja en la digitalización de la agricultura. "Carecen de recursos para investigar, actividad encarecida por una legislación europea exigente y cambiante", explica Ignacio Ruiz Abad, secretario general de Ansemat, la patronal del sector. "Pero tenemos fabricantes mundialmente punteros".

Una de esas empresas que destaca es Pulverizadores Fede, que empieza a fabricar en enero la primera fumigadora inteligente para árboles frutales, cítricos, viñas y olivares con su marca y para John Deere, con la que desarrolla el proyecto. "Hacerla para el líder mundial de la maquinaria agrícola será la carta de presentación para entrar en nuevos mercados. Ahora vendemos a 19", cuenta Federico Pérez, dueño de la firma. El invento ya tiene pedidos de Estados Unidos, China, Sudáfrica y Brasil, entre otros países. La empresa española ha invertido 1,5 millones de euros en desarrollar la máquina (el 70% ha sido ayuda europea) y otros 2,5 millones en la planta que la fabricará. Factura cinco millones de euros y ha contratado a 30 personas, doblando la plantilla.

La invención de esta minúscula empresa aumenta su importancia en un mercado mundial dominado por media docena de grandes grupos, que hacen los mayores tractores y las cosechadoras de los cultivos extensivos, cuyas versiones digitales se comunican directamente con las redes de comunicación para enviar datos. Los fabricantes españoles hacen las máquinas sin motor para la preparación del suelo (arados o cultivadores), las abonadoras, las sembradoras y las pulverizadoras (fumigadoras) que cuelgan de los tractores.

Especialización

Con estos mimbres, a los fabricantes españoles solo les queda entrar en la especialización de la maquinaria agrícola para cultivos menores y de nicho, donde no entran sus grandes competidores. "Cualquier maquinaria agrícola tiene centenares de variantes para adaptarse a las necesidades del campo, diferentes entre países y tipos de cultivo. Debemos investigar en estas variantes y salir al exterior para no languidecer ante las multinacionales", afirma Jorge Calvo, dueño de Ovlac.

A pesar de facturar solo 10 millones de euros, Ovlac invierte el 5% de sus ventas anuales en innovar, y tiene 30 patentes de máquinas para la preparación del terreno, punteras por su adaptación a las condiciones, tipo de suelo y tamaño de las explotaciones. Con ellas realiza el 60% de sus ventas en una veintena de países.

Salir al exterior es un esfuerzo titánico para un sector en el que el mayor fabricante es Solá, que ronda los 25 millones de euros en ventas. "Estar en la feria de muestras de Zaragoza cuesta 20.000 euros. Para acudir a las ferias europeas se dobla la cifra, porque necesitamos ocho grandes camiones para llevar las máquinas. A los posibles clientes de otros continentes enviamos una máquina de muestra, pero llevar un contenedor a China cuesta unos 4.000 euros", explica Ramón Cambray, responsable comercial para España de Solá.

A pesar de las dificultades, Solá vende el 55% de su producción a casi una treintena de países. Lo ha logrado con máquinas "que acumulan premios de todo el mundo", cuenta Cambray. "Tenemos un centro de I+D con 12 personas (el mayor de las empresas españolas del sector). Así hemos aumentado la facturación en más de un tercio y contratado a 35 personas (27% de la plantilla) en los últimos cinco años".

El 70% del catálogo de Solá es maquinaria digital. Sus sembradoras incorporan decenas de sensores para recoger información "sobre cualquier rotura de la máquina, de la falta de semilla, de la calidad del trabajo o de las hectáreas sembradas. La información llega al tractor a través del enlace de comunicación Isobús, que permite manejar las máquinas desde el tractor o desde la tableta de casa", explica Cambray. Esta forma de trabajo evita a los agricultores desplazamientos de decenas de miles de kilómetros anuales, cada uno, para controlar la labor de sus máquinas.

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