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Turismo en el mar de plástico de Almería

Lola Gómez ha convertido su granja familiar en una muestra de la última tecnología agrícola

Ángeles Lucas

“Las plantas son iguales que las personas. Cuando son pequeñas son muy flexibles, como los bebés. Después, como a los niños, se les educa provocando microfisuras para que fortalezcan los tallos y estén curtidas y preparadas para la vida. A todas hay que cuidarlas, mimarlas…, son como nosotros”.

Lola Gómez, en su invernadero de Balerma, Almería.  
Lola Gómez, en su invernadero de Balerma, Almería.  

Lola Gómez (El Ejido, 1966) explica su vinculación con las plantas mientras acaricia las hojas de unos plantones en su invernadero de Balerma (Almería). Su objetivo es invitar a conocer la producción y fomentar el consumo de alimentos bajo los plásticos del llamado huerto de Europa. Este mes de junio cumple 15 años organizando visitas turísticas de colegios, de investigadores, de estudiantes… en lo que denomina su “espacio I+D+i”, que recibe una media de 9.000 visitantes anualmente y que aporta alrededor de 50.000 euros a su actividad agrícola, un 30% de la facturación total.

Entrar en su invernadero es como sumergirse en una jungla enmarcada en lonas blancas que tiene medida incluso la distancia entre los hilos que componen los tejidos de los plásticos, para controlar el daño que puedan producir los vientos. A la entrada, el visitante debe pisar unas alfombras con desinfectante para las suelas de los zapatos; tras pasar un vestíbulo con otra compuerta y placas con pegamento para atrapar a los insectos, aparece un caluroso vergel de plantas que se pueden alzar hasta los cuatro metros. “Hemos conseguido cerrar el ciclo biológico al utilizar los restos de cultivos para la producción de biomasa, y además reducimos el calentamiento global”, asegura. Además, Gómez explica que, con el efecto albedo que produce en el cielo la reflexión de la luz blanca de los plásticos, “baja la temperatura varios grados en esta zona”.

Radiografía

» Una línea de negocio en aumento.

La actividad pedagógica del invernadero de Lola Gómez atrae una media de 9.000 visitantes cada año y supone unos ingresos de 50.000 euros, un 30% de la facturación total.

» Formación académica.

En un primer momento, esta empresaria tuvo que dejar los estudios para echar una mano a sus padres. Luego cursó un programa de Alta Dirección de Empresas Agroalimentarias en el Instituto Internacional San Telmo y ahora es invitada a impartir conferencias.

Gómez tuvo que abandonar los estudios a los 14 años para dedicarse por completo a los 7.000 metros cuadrados de terreno de sus padres, que hoy son 22.000 metros cuadrados. Pero no quiso que la empresa familiar Clisol se limitase a cultivar toneladas de verduras y fruta, sino que trabajó por hacer de ello una atracción cultural y formativa. “Se me ocurrió lanzar esta iniciativa porque detecté un gran desconocimiento de nuestro trabajo. Algunas veces se considera que esto es una agricultura sin respeto a las plantas ni al medio ambiente, pero no es así”, subraya. “En estos 15 años los agricultores hemos avanzado en darnos cuenta de lo importante que es nuestro trabajo, pero todavía nos falta reconocimiento social”.

Tras impulsar el negocio, Gómez pudo continuar sus estudios, y ahora es invitada permanentemente a impartir conferencias en España, Europa y Latinoamérica. Además, las visitas han abierto una senda para que otros agricultores de la zona organicen recorridos similares aunque más breves. El paseo por el huerto de Lola Gómez culmina con una degustación de pepinos con miel. Los pepinos son de Lola, pero la miel viene de las colmenas del vecino.

“La sociedad necesita conocer lo que hacemos, nuestros valores y los de las plantas”, apunta Gómez, que pone como ejemplo su propia plantación, cuya producción tiene incorporada la optimización de las sales minerales, control biológico de plagas, polinización natural o reciclado total del agua. “Estamos empezando todavía a difundir lo importante que es este conocimiento. Generamos los alimentos diarios de las personas, lo más importante”, apunta esta emprendedora, que ha conseguido por su labor divulgativa la Medalla de Andalucía y el premio de Excelencia a la Innovación para las Mujeres Rurales 2015 del Ministerio de Agricultura.

Su historia está marcada también por la inmigración de la zona. Gómez recuerda que desde que era pequeña ha compartido su trabajo con marroquíes, personas que ya son como de su familia y cuyo drama de viajes en patera ilustran cada día los titulares de los informativos. “Somos un equipo y no puedo comprender a la gente que me pide que contrate a españoles desde que está la crisis. Ellos [los marroquíes] han estado siempre”, defiende.

Reclamo de sostenibilidad

La provincia de Almería alcanza las 30.000 hectáreas de productos protegidos bajo plástico y cuenta con una media de 18.000 agricultores, unas cifras que sitúan al sector a la cabeza de la producción hortofrutícola en Andalucía, con un 79%, y en España con un 63% del volumen de producción. “En los últimos 30 años hemos vivido un incremento tanto de la cantidad como de la calidad de los productos, ha aumentado el nivel de tecnificación, se ha buscado el rendimiento a las plantas y la seguridad alimentaria. Ahora el agricultor es casi un empresario, y una muestra son las numerosas certificaciones de calidad que conseguimos progresivamente”, apunta Luis Fernández, gerente de Coexphal, Asociación de Organizaciones de Productores de Frutas y Hortalizas de Almería.

Los desafíos para el futuro se basan en controlar la comercialización y aumentar la superficie de explotación. Fernández apunta a que la distribución está atomizada y a que el margen de beneficios es muy bajo. “Hay aproximadamente 200 operadores exportando para 15 cadenas de supermercados, por lo que tenemos que fomentar el diálogo tú a tú con ellos”. Respecto a la superficie de explotación, la entidad plantea que es la alternativa al precio sostenido en las dos últimas décadas.

Mientras hacen frente a los retos, el valor añadido en el que profundiza el sector es el de la calidad certificada, la naturalidad del proceso y el ahorro de energía. En el estudio Dimensiones de la sostenibilidad en el desarrollo de la agricultura en Almería, realizado por tres investigadores de la Universidad de Almería, se revela que la actividad hortofrutícola en la comunidad cumple los tres pilares básicos de la sostenibilidad, ambiental, económico y social. “La energía es la luz del sol, con ella se maximiza el calor. Lo que requiere control es el uso del agua y del viento, la producción en invernaderos es natural”, incide Fernández.

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Sobre la firma

Ángeles Lucas
Es editora de Sociedad. Antes en Portada, Internacional, Planeta Futuro y Andalucía. Ha escrito reportajes sobre medio ambiente y derechos humanos desde más de 10 países y colaboró tres años con BBC Mundo. Realizó la exposición fotográfica ‘La tierra es un solo país’. Másteres de EL PAÍS, y de Antropología de la Universidad de Sevilla.

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