Los dueños de los pilares peruanos
La compañía constructora Graña y Montero, la mayor del país andino, opera en siete países
En junio de 1933, tres jóvenes ingenieros peruanos decidieron asociarse para formar una empresa constructora. Sus nombres eran Alejandro Graña Garland, Carlos Graña Elizalde y Carlos Montero Bernales. La sociedad, en la que también participó durante algunos años el arquitecto Héctor Velarde Bergmann, se llamó Gramonvel, y su primer contrato fue más bien modesto: construir una vivienda privada en Lima. Pero 12 años después la compañía ya estaba levantando una ciudad entera: Talara, en el corazón del enclave petrolero de la costa norte peruana, por encargo de la International Petroleum Company de Estados Unidos. Y antes de eso ya había recibido y cumplido su primer encargo internacional: construir una fábrica para Nestlé, en Venezuela, en 1942.
26 empresas
Hoy, Graña y Montero —resultado de la fusión de las sucesivas uniones de Gramonvel con Morris y Montero, SA e Inversiones Industriales, SA, en la década de 1940— es un consorcio de 26 empresas divididas en cuatro áreas de negocio: ingeniería y construcción, infraestructura, inmobiliario y servicios. Tiene más de 29.000 trabajadores, opera en siete países de América Latina y tiene oficinas permanentes en tres: Perú, Chile y Colombia. Su acción cotiza en la Bolsa de Lima y, desde 2013, también en Wall Street.
Muy dependiente de las materias primas
La marcada dependencia de Graña y Montero (GyM) hacia los sectores de minería e infraestructuras ha impactado con dureza en sus resultados. Respecto a 2013, cuando alcanzó su cota más alta, la acción de GyM ha perdido casi el 90% de su valor, señala Jasmine Helme, analista del banco de inversión Credicorp Capital. La caída de los precios de las materias primas ha puesto a las empresas mineras en serios problemas financieros e, indirectamente, el frenazo de la economía peruana en 2015 enfrió sectores que eran muy dinámicos, como el inmobiliario.
Por otro lado, en los últimos años GyM ha tenido más dificultades para ganar grandes proyectos en Perú. La entrada de constructoras extranjeras, como las brasileñas OAS y Odebrecht, que se han quedado con grandes concesiones de carreteras y otras obras, ha incrementado el nivel de competencia en el sector. El año 2016 no ofrece mejores perspectivas. “Ahora mismo no hay proyectos, debido a la coyuntura electoral, y es de esperar que no los haya hasta el próximo año, mientras el nuevo Gobierno se acomoda”, señala Helme.
La analista señala que GyM está haciendo esfuerzos por darle más peso a los proyectos de infraestructura. En un país como Perú, donde la brecha de infraestructura se estima en 160.000 millones de dólares, según la Universidad del Pacífico, parece una apuesta segura, pero la transición será lenta.
Los peruanos de a pie la reconocen como una de las compañías más grandes y poderosas de su país, pero muy posiblemente ignoran la magnitud de su presencia. Graña y Montero (GyM) ha participado como contratista en muchos de los más grandes proyectos de infraestructura de la historia peruana: desde tramos de la carretera Panamericana hasta grandes centrales hidroeléctricas, pasando por el aeropuerto internacional de Lima y Callao y la Vía Exprés del paseo de la República —una de las arterias más transitadas y neurálgicas de la capital peruana—. Fuera de Perú también fue contratista de grandes obras como el aeropuerto de El Alto (Bolivia) y la represa de Nihuil, en Mendoza (Argentina).
“La visión de Graña y Montero es ser la empresa de servicios de ingeniería e infraestructura más confiable de Latinoamérica”, señala la empresa. Aunque reconocida como una constructora, sus operaciones van mucho más allá de ese sector. La creación, en 1983, de Graña y Montero Ingeniería (GMI) y de Graña y Montero Petrolera (GMP) fue el punto de partida de un proceso de diversificación que se reafirmó en 1985 con la creación de Graña y Montero Digital (GMD), dedicada a servicios de tecnologías de la información. En los últimos años, GyM también ha empezado a participar como operador de grandes proyectos, como la planta de tratamiento de agua residual de La Chira (a cargo de los desagües de la zona sur de Lima) y, a través de otra subsidiaria (Concar), el mantenimiento de más de 4.600 kilómetros de carretera en distintas zonas de Perú, además de la operación y mantenimiento de la línea 1 del metro de Lima.
La última gran apuesta de GyM es el Gasoducto del Sur Peruano (GSP), en el que participa como socio junto con la española Enagás y la brasileña Odebrecht —que acaba de anunciar que se retirará—. Para entrar en este consorcio, GyM pagó 215 millones de dólares a cambio de una participación del 20% en la operación y del 29% en el consorcio constructor. El conglomerado peruano también se presentó como postor en la licitación para construir la línea 2 del metro de Panamá, asociado para la ocasión con la española Dragados y la mexicana Ingenieros Civiles Asociados (ICA), pero su propuesta quedó en tercer lugar.
En paralelo con la creación de subsidiarias, GyM también se ha expandido fuera de Perú a través de adquisiciones. En 2010, adquirió la empresa CAM, del grupo Endesa, especializada en servicios del sector eléctrico y con operaciones en Perú, Chile y Colombia. Esta compra marcó su ingreso directo al mercado chileno, donde también compró (dos años después) el paquete mayoritario de Vial y Vives, una firma especializada en servicios para la minería y montajes electromecánicos. Asimismo, en 2014 GyM adquirió la empresa colombiana Morelco, que brinda servicios de construcción y montajes electromecánicos. Y en 2015 compró el 44% de la chilena Adexus, dedicada a servicios de tecnologías de la información. El plan del grupo (que en enero aumentó su participación al 52%) es fusionar Adexus con GMD, según señala GyM en su memoria de 2015.
Talón de Aquiles
Sin embargo, esta expansión internacional todavía no da frutos de importancia. Aunque la apuesta por la diversificación sigue en pie, Graña y Montero sigue siendo altamente dependiente de dos sectores: la minería (donde participa como contratista de numerosos proyectos) y las infraestructuras. Entre los dos, suman alrededor del 75% de su cartera de contratos por ejecutar (backlog) y recurrentes, que en 2015 cerró en 4.486 millones de dólares, según datos proporcionados por el grupo.
Las ventas de GyM en 2015 llegaron a 2.294 millones de dólares, lo que representó una ligera caída respecto a 2014, cuando reportó 2.345 millones. El beneficio antes del impuestos, no obstante, cayó en más del 50%: de 507 millones de soles (unos 140 millones) a 217 millones (60 millones).
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