Qué fue de la globalización
Europa analizará el esfuerzo de atender a los refugiados, por si aumenta el déficit público
En Europa ahora se habla poco de globalización; se discute más de fronteras. Tampoco se debate sobre aquello tan lindo de refundar el capitalismo, embridar el capitalismo, regular el capitalismo, que se inventaron cuando la quiebra de Lehman Brothers amenazaba con llevarse por delante el sistema. Fue una distracción más. Un cuarto de siglo después de arrancar la actual oleada de globalización con la caída del Muro de Berlín, es oportuno actualizar el estado de la cuestión para saber hasta dónde se ha llegado en relación con las expectativas.
El primer brazo de la globalización, el financiero, es el que más camino ha recorrido. La libertad de movimientos de capitales es casi absoluta, hasta el punto de que el contagio desde Estados Unidos al resto del planeta fue inmediato durante los años 2007 y 2008. Ello supuso que la Gran Recesión, que fue fundamentalmente una crisis financiera, se transmutase en una crisis de la deuda, pagando los rescates de las entidades en apuros con enormes cantidades de dinero público.
La globalización comercial, la libre circulación de mercancías y servicios, está prácticamente detenida desde 2001, cuando la Organización mundial de Comercio (OMC) activó la llamada “ronda de Doha”, de la que apenas se tienen noticias.
El tercer segmento globalizador, la libertad de movimientos de personas, es el más retrasado, como muestra el drama que sufren centenares de miles de refugiados del otro lado del Mediterráneo para instalarse en la Europa de la protección, y las entradas masivas de emigrantes económicos.
De la crisis de los refugiados todavía no conocemos ni siquiera las proporciones, pero no parece corresponderse con un momento de la historia en el que el marco de referencia es la globalización. Que es algo excepcional lo indica que la Comisión Europea haya anunciado que examinará el esfuerzo presupuestario de los Estados para acoger a esos refugiados, por si se enmarca dentro de las “circunstancias excepcionales” que prevé el Pacto de Estabilidad y Crecimiento para aliviar los objetivos del déficit público.
En relación con los movimientos de personas, esta etapa de globalización es menos profunda que la anterior de la última parte del siglo XIX y primeros años del XX, previos a la Gran Guerra. Lo escribe en sus memorias el intelectual centroeuropeo Stefan Zweig, que declaraba: “Para mí la unidad europea es algo tan natural como respirar” (Por las fronteras de Europa, Mercedes Monmany. Galaxia Gutenberg): “Antes de 1914, la Tierra era de todos. Todo el mundo iba donde quería y permanecía allí el tiempo que quería. No se exigían permisos ni autorizaciones (...) La gente subía y bajaba de los trenes y barcos sin preguntar ni ser preguntada, no tenía que rellenar ni uno de los centenares de papeles que se exigen hoy en día”, (El mundo de ayer, Acantilado).
Las restricciones a la circulación de los refugiados no sólo agreden al derecho de asilo, sino también a los principios no escritos de una globalización consecuente.
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