China en el zapato
Los emergentes realizan sus experimentos y, cuando no funcionan, suben la dosis
Se nos ha colado China en la sandalia veraniega. Y la piedra comienza a ser molesta. Parece como si el mercado allí fuera un perro rabioso al que su gobierno administra calmantes, pero me temo que pronto se tornará incontenible de nuevo. Ahora que Europa y Estados Unidos crecen —algo que, aunque parezca increíble, no ocurría al unísono y de manera sostenida desde hace tiempo— los emergentes amenazan el crecimiento mundial y el comercio global ofrece síntomas preocupantes.
China ejerce de “efecto anuncio” de un problema mayor en la economía internacional. Un país tan grande como desequilibrado en sus opciones. La dimensión de su economía y los escarceos con el capitalismo en la vertiente financiera contrastan con el fuerte intervencionismo y la artificialidad con la que quieren sostenerse los hilos institucionales y políticos.
La cuestión es que en Asia, los emergentes realizan sus propios experimentos y, cuando no funcionan, se está optando por aumentar las dosis. Así, una devaluación no bastó en China y ya vamos por tres. En Japón, los estímulos monetarios crecen y ayer mismo, sin embargo, se confirmaba que el PIB cayó un 1,6% en el segundo trimestre en términos anualizados. La respuesta: se esperan más estímulos por parte del banco central nipón en octubre. En todo caso, coyunturalmente, China está arrastrando a toda Asia consigo. Las devaluaciones del yuan son sólo una medida temporal e insuficiente porque China no “compite” con su moneda, sino con duras condiciones laborales, menores controles de calidad y dudas sobre el respeto por las patentes tecnológicas internacionales. Esa especie de libertad de capitales hacia fuera y restricción hacia dentro ha hecho que mucha de la liquidez generada se haya invertido en proyectos fallidos, activos inmobiliarios inflados y en posiciones domésticas de hogares y empresas en la Bolsa china. Además, hay inversiones internacionales que tienen parte de estos activos chinos como colateral. Toda una bomba que puede explotar más pronto que tarde. Aún viviremos algunos vaivenes bursátiles como preámbulo y, seguramente, conoceremos parte de la naturaleza de esos grandes fondos generados que aún no se sabe donde están y que habrán dado lugar a grandes inversiones de “banca en la sombra”.
En todo caso, tampoco puede pensarse que el movimiento cambiario de las devaluaciones careciera de sentido alguno. Una devaluación podría haberse esperado pero tres seguidas fueron una sorpresiva declaración de intenciones. Es el reflejo de otra batalla paralela que se está librando. En Asia existe un cierto temor a los movimientos de capitales que podrían producirse si la Reserva Federal estadounidense eleva los tipos de interés. Las devaluaciones del yuan fueron un aviso de que China está dispuesta a defender su posición. De hecho, algunas voces en la misma Fed americana ya han sugerido que, con esta situación, es mejor esperar y no subir tipos en septiembre. Son diferentes batallas para una realidad: los emergentes se han estancado y lo pueden hacer en tal dimensión que se inicie su propia crisis, ahora que el viejo mundo trata de dejar atrás la suya.
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