El IVA turístico aflige a Grecia
La industria afirma que los ajustes acabarán con las innumerables pymes del sector
Con los hoteles de Atenas al 85% de su capacidad desde hace semanas, pocas plazas libres en los vuelos a las islas, y casi todos los cruceros cerrados, la temporada alta en Grecia ha arrancado a buen ritmo. Pero, tras el récord de 2014 —el año más venturoso desde que empezó la crisis, en 2009—, el sector turístico, uno de los pocos motores económicos del país junto con el naviero, teme que la incertidumbre que rodea las negociaciones entre Grecia y sus acreedores (Fondo Monetario Internacional, Comisión Europea y Banco Central Europeo) pueda cobrarse altos dividendos ante una subida del llamado IVA turístico y, aún más, por la supresión del reducido o especial de las islas.
Además de la agónica discusión en Bruselas, la constante amenaza de insolvencia pesa también como una losa sobre las perspectivas de crecimiento para este año, aunque en el día a día de los turistas no haya lugar para la preocupación. “¿Default? Con todas las terrazas llenas, el verano en todo su esplendor y este ambiente de fiesta, cuesta mucho pensar en esa posibilidad”, dice George Pinker, un turista australiano.
Los acreedores reclaman que al menos se duplique el impuesto al consumo
Grecia, ese imán de luz y sol que el año pasado atrajo a 24 millones de turistas —incluidos los cruceristas—, tiene en sus islas uno de sus tesoros más preciosos, sólo comparable en tirón al interés que concitan sus ruinas arqueológicas. Para mejorar la competitividad de sus empresas —la inmensa mayoría de ellas, pequeñas y medianas, junto a grandes turoperadores extranjeros y unas pocas startups— y compensar el encarecimiento de bienes y servicios por el transporte, las islas disfrutan hasta el momento de una tasa preferente, el 5% para el IVA turístico u hotelero (6,5% en el resto del país), y un 9% para la restauración, en vez del 13% continental, un tipo este último que el anterior Gobierno bajó en 2013 desde el 23% para alegrar el consumo.
Aplazo de la medida
Con las penúltimas propuestas del Gobierno de Atenas a sus socios, el 6,5% continental estándar podría convertirse en el 13%, y el 13% llegar al 23%. El Ejecutivo de Alexis Tsipras se ha resistido especialmente a homologar el impuesto en las islas, asegurando incluso que, de aprobarse, no se aplicaría hasta otoño para no dañar la temporada en curso; su socio de coalición, Griegos Independientes, ha anunciado que votará en contra de la medida si se decide. “Hemos dado argumentos de peso para defender la necesidad de políticas [fiscales] distintas para las islas, pero nos encontramos ante un tratamiento insensible” por parte de los acreedores, ha señalado el ministro de Finanzas, Yanis Varoufakis, en el Parlamento.
El negocio da empleo a unas 700.000 personas y es un quinto de la riqueza nacional
“El problema en los últimos años es que han subido y bajado los impuestos turísticos varias veces, pero sea cual fuere la decisión final Grecia no puede superar la franja impositiva de nuestros competidores, Portugal, España, Turquía, que oscilan entre el 8% y el 10%. Hacerlo sería muy contraproducente. Podemos asumir hasta el 13% en restauración, pero por encima de esa cifra empezaremos a perder. Y subirlo al 23% como se ha propuesto sería un gran problema para el sector, que perdería unos 100.000 puestos de trabajo sólo en ese segmento”, afirma Alexandros Lamnidis, director general de la confederación de empresas turísticas del país (Sete, en sus siglas griegas). “Muchas empresas, sobre todo las más pequeñas, cerrarían. Sólo las grandes compañías serían capaces de absorber el incremento fiscal y hay que tener en cuenta la más que probable huida de muchos turistas hacia destinos más competitivos”.
El turismo es un sector que aporta entre 680.000 y 700.000 puestos de trabajo, y supone alrededor de una quinta parte del PIB del país. De ahí que cualquier retoque en su espina dorsal produzca escalofríos a las muchas regiones que dependen de él como principal fuente de ingresos. “Es una traición nacional. En un momento en que el país necesita especialmente ingresos, suprimir el IVA reducido de las islas es la peor medida que se puede tomar”, señalaba Yorgos Hadzimarkos, el gobernador de la región del Egeo meridional, que con su 18% del PIB griego se sitúa en segundo lugar entre las regiones más ricas del país. La mayor parte de esa riqueza se debe a los hiperturísticos destinos de Míkonos y Santorini, donde, según distintos cálculos, los turistas podrían pagar hasta un 30% más en productos y servicios si se aprueban tanto la subida del IVA turístico como la supresión del reducido insular. De hecho, entre las propuestas del Gobierno de Atenas está ‘sacrificar’ a estas dos grandes, imponiéndoles el tramo estándar del resto del país, para poder salvar a las pequeñas, que no tienen ni los turistas ni los ingresos de las anteriores y además luchan contra la fragmentación geográfica del país, a la vez uno de sus principales atractivos y de sus mayores desventajas.
Las islas tienen un tratamiento ventajoso frente al territorio continental
Un destino tranquilo
De aislamiento y dificultades sabe mucho Evon Plakidas, dueño de un pequeño hotel en la remota isla de Ikaría. El establecimiento, con una veintena de habitaciones, registra lleno año tras año “gracias a haber congelado los precios desde 2009 y, en algunos casos, como en temporada baja, bajarlos”, explica Plakidas. “Obviamente, no saco beneficios, me limito a cubrir gastos y esperar tiempos mejores, pero si nos suben el IVA turístico los clientes, incluso los que repiten año tras año, se irán a otros países de la zona del Mediterráneo. Menos mal que con la inestabilidad en la región, de Túnez a Egipto, a favor nuestro sigue jugando el factor de la tranquilidad”, añade.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.