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Columna
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Qué divertidos son estos banqueros

No paran de estafar a sus clientes, y solo al cabo de mucho tiempo encajan multas faraónicas

Xavier Vidal-Folch

Qué divertidos son estos grandes banqueros internacionales. No paran de estafar a sus clientes. Y solo al cabo de mucho tiempo encajan multas faraónicas para cualquiera, pero que a ellos apenas les suponen un rasguño. Enseguida todo se olvida, y hasta los periodistas, gente también sana y envidiable, pugnamos por captar su visión como expertos, sus pronósticos, sus dictámenes sobre empresas y economías nacionales.

Este caso de las trampas en los tipos de cambio de las divisas incluye información privilegiada en beneficio propio de seis entidades y en maleficio del cliente, que paga su compra de moneda más cara de lo que tocaría. Multa de EE UU y el Reino Unido por cuantía de 3.450 millones de euros.

El gran caso anterior fue el escándalo de la manipulación del euríbor y el líbor, en diciembre de 2013. También fueron seis, dos de ellos comunes a ambos asuntos, los de la mítica casa Morgan y los escoceses del RBS.

Amañaban los tipos de interés vinculados a las referencias líbor y euríbor. Ambas se calculan aún privadamente y en base a expectativas (no sobre operaciones cerradas), aunque ahora eso cambiará con el inminente "euríbor plus". Obtenían así beneficios siderales contra millones de clientes. Con ventajismo sobre sus competidores no conjurados. "¿Puedes decirle a tus chicos que rebajen el euríbor a 12 meses? OK, hecho", pasteleaban con desfachatez, en vez de cuadrar cálculos técnicos.

Multar no basta. Hay que inhabilitarlos y tacharlos de los registros de la banca

Piensen que sólo el euríbor se emplea para fijar el precio de 250 billones de euros en activos variados, no solo hipotecas. La sanción de la Comisión Europea, a instancias de Joaquín Almunia, ascendió a 1.712 millones de euros.

Más recientemente, otra manipulación similar del líbor —el tipo de interés de Londres— perpetrada por cuatro grandes bancos, casi todos repes, acabó en otra sanción de Bruselas. Multa de 94 millones de euros.

La fragua de estas multas merecería un relato de terror: bancos que denuncian a otros para evitar ser multados; altos empleados que obedecen órdenes; otros que las desbordan; jefes que fingen escandalizarse de sus operadores, como el comisario francés de Casablanca (¡qué escándalo, aquí se juega!); despidos catárquicos y negociaciones con el regulador para recibir una sanción más suave a cambio de no impugnarla en los tribunales...

Los casos graves se producen a ritmo de pizzicato a dos manos. Será que estamos ante una corrupción de la banca sistémica y plurifuncional: contratos de derivados ful; de hipotecas basura; de créditos abusivos; de apoyo a la evasión fiscal, como la de los monstruos suizos pescados in fraganti por EE UU por ayudar a miles de clientes a delinquir...

De este compendio de miserias y maldades se infiere que la regulación sancionadora por la vía de la defensa de la competencia en la UE, con ser ya mucho más usada contra la banca, resulta insuficiente.

Habrá que ir más allá. Cuando las multas sean confiscatorias; cuando se establezcan sanciones como la prohibición de reparto de dividendo por causa no solo de insolvencia sino también de manipulación y/o especulación; cuando se inhabilite sine die a directivos responsables y se retire a consejeros y presidentes culpables de los Registros de bancos y banqueros, igual los accionistas toman cartas en el asunto y despiden a quienes debe despedirse. Sin indemnización.

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