El ‘Abenomics’ del área euro
Una flexibilización del Pacto de Estabilidad es posible y deseable si viene acompañada de las necesarias reformas estructurales
Este verano nos ha dejado, como los últimos, la evidencia de que el área euro está lejos de volver a crecer de forma sostenida. Aludir a la inacción de algunos gobiernos en la implementación de reformas estructurales o a la desaceleración del bloque emergente como causantes del estancamiento reciente es reconocer una parte del problema y otorgarle al mismo un carácter coyuntural.
El área euro adolece de una falta de demanda que empieza a ser crónica. El hundimiento de las expectativas de precios es solo una de sus derivadas, pese haberse convertido en el argumento para anticipar una mayor agresividad del BCE. El debate está abierto pero ha adquirido una nueva dimensión.
Si el BCE se embarca en un programa de quantitative easing al estilo de la Reserva Federal, lo hará para cumplir con su mandato de estabilidad de precios y no para ofrecer financiación barata a los gobiernos. La condición necesaria para que se reactive el gasto privado pasa por garantizar tipos de interés reales negativos durante un período prolongado de tiempo.
Es la última bala de la que dispone el BCE y debería usarla. Pero para maximizar su eficacia, el área euro tiene que trabajar en otros dos ámbitos: el replanteamiento de la estrategia fiscal y la aplicación de estímulos al crecimiento a través de planes de inversión a escala europea. Son los dos pilares mencionados por Draghi en lo que podría suponer una reedición de las bases del Abenomics nipón en Europa.
Tal y como está concebido, el Pacto de Estabilidad ofrece margen de maniobra para adaptar la política fiscal a la situación de cada país. Si se dan circunstancias excepcionales, como una caída acusada de la actividad o el mantenimiento de la demanda en niveles muy reducidos después de varios años, se puede evitar la activación del Procedimiento de Déficit Excesivo, aun cuando el déficit público supere la referencia del 3% del PIB. La adopción de reformas estructurales también puede justificar desviaciones de la senda de consolidación a medio plazo.
Por tanto, una interpretación flexible del Pacto no supone vulnerar las reglas del juego si viene acompañada de mejoras en ámbitos que faciliten la reducción del déficit a medio plazo. De ahí la insistencia a Francia e Italia para que aceleren la reforma de sus mercados de trabajo y productos, y el énfasis en combinar la contención del gasto discrecional de la administración con bajadas de impuestos.
La reorientación de la política fiscal hacia una concepción growth-friendly puede constituir un revulsivo para el ciclo económico y el complemento que necesita la política monetaria. El riesgo es que termine generando complacencia entre los gobiernos más reacios a llevar a cabo reformas, en algunos casos, impopulares y desplace la responsabilidad de la recuperación al BCE. La situación del área euro exige darle una oportunidad a esta nueva estrategia. La cumbre europea de octubre puede ser el foro en el que empiece a definirse, aunque las reticencias de los países del núcleo a aceptar una menor disciplina fiscal en la periferia van a ser relevantes. J
Sara Baliña y Nick Greenwood son profesores de la Escuela de Finanzas Aplicadas, Afi.
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