El principio del caos
El ministro ha convertido la tarifa eléctrica en un galimatías ininteligible
El ministro Soria ha presentado un zigzag de precios de la electricidad y plazos o reemplazos para aplicarlos que en la práctica equivale a una liquidación de la tarifa única para la luz. Del laberinto de refacturaciones emerge la vaga idea de que en un futuro indeterminado el precio de la electricidad para los consumidores —llamado ahora, en un ejercicio de revocación de fachada mientras se deja el interior en ruinas, Precio Voluntario al Pequeño Consumidor, PVPC— estará calculado por los precios medios del mercado diario más los ajustes introducidos por el mercado intradía, con los cuales se facturarán los recibos mensuales a mes vencido. El ministerio no ha renunciado a la idea de cobrar por horas, minutos y segundos a los consumidores que dispongan de un contador digital (pocos); pero como las empresas y los consumidores han objetado el método, los unos porque es de imposible gestión y los otros porque resulta discriminatorio, lo más probable es que el ministro convierta el plan B, es decir, el de los precios medios del mercado a todos los consumidores, en la solución definitiva.
Si no media corrección o vuelta atrás, los efectos destructivos del sistema de los precios medios deberían ser evidentes. Tienen la ventaja de que el recibo de la luz queda anclado a la evolución de un mercado más pertinente que el financiero (subastas Cesur); pero a cambio incentiva la litigiosidad, que puede aumentar en cuanto lleguen los fríos y los consumidores se pregunten por qué pagan la electricidad a 45 euros el megawatio/hora cuando el mes anterior la habían pagado a 35.
Los daños mayores tienen que ver con la transparencia y el ahorro energético. Seguir los precios diarios e intradía se convertirá probablemente en obsesión de informáticos encallecidos o consumidores perseverantes, pero es tarea de locos para la mayoría de los consumidores. Es como buscar el Rosebud en el colosal almacén de Charles Foster Kane. Será difícil, además, que un consumidor se proponga organizarse para gastar menos luz (aunque el ahorro es prácticamente imposible, después de encarecer los costes fijos del recibo) si va a conocer el precio una vez transcurrido el mes; lo ideal sería, al menos, que la CNMC publicara oficialmente el precio mensual, para evitar las suspicacias.
El ministro y su secretario de Energía han convertido la tarifa eléctrica en un galimatías, impracticable para las empresas e ininteligible para los consumidores. El origen del caos comenzó cuando el ministerio, con el seguidismo de la CNMC, en teoría independiente pero vicaria del ministerio en la práctica, suprimió las subastas sin disponer de un recambio probado y fiable. Si las subastas eran tan caras, habrá que preguntar al departamento ministerial por qué no se suprimieron antes de que resultaran un problema político para el Gobierno, es decir, cuando ya eran una grave carga para los consumidores.
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