Salud, trabajo, mentiras
La realidad es que la reforma sanitaria estadounidense, con sus defectos, se va afianzando
El miércoles, Douglas Elmendorf, director de la imparcial Oficina Presupuestaria del Congreso, decía lo evidente: quedarse sin trabajo y optar por trabajar menos no son lo mismo. Si uno se queda en paro, pasa por una situación personal y económica terriblemente difícil. Si, en cambio, decide trabajar menos y pasar más tiempo con la familia, “no le compadecemos. Le felicitamos”.
Y ahora ya saben todo lo que tienen que saber sobre la última falsedad de la siempre mendaz campaña contra la reforma sanitaria.
Recapitulemos. El martes, la oficina presupuestaria publicaba un informe sobre las perspectivas fiscales y económicas que incluía dos apéndices dedicados a los efectos de la Ley de Asistencia Sanitaria Asequible.
El primer apéndice apenas atrajo la atención de los medios de comunicación, a pesar de que era una auténtica bomba. Gran parte del debate sobre la reforma sanitaria sigue empañado por los pésimos comienzos de Obamacare y se da por hecho que el programa sigue siendo un desastre. Algunos hemos señalado que últimamente las cosas van mucho mejor; aunque ahora es más o menos oficial. La oficina presupuestaria prevé que las inscripciones en el programa de principios de año solo se queden ligeramente por debajo de lo esperado y que el número de estadounidenses sin seguro que pasarán a estar asegurados será prácticamente el que se predijo la primavera pasada.
Sin embargo, esta buena noticia ha quedado eclipsada por las falsas afirmaciones sobre el significado del segundo apéndice del informe, dedicado a la oferta de mano de obra.
Siempre hemos tenido claro que la reforma sanitaria inducirá a algunos estadounidenses a trabajar menos. Algunos, por ejemplo, se jubilarán antes porque ya no tendrán que seguir trabajando para conservar su seguro médico. Otros reducirán su horario laboral para pasar más tiempo con sus hijos, porque el seguro ya no estará supeditado al hecho de tener un trabajo a tiempo completo. Más sutilmente, el aliciente para trabajar se reducirá un poco debido a que las subvenciones para el seguro médico disminuyen a medida que los ingresos aumentan.
Siempre hemos tenido claro que la reforma sanitaria inducirá a algunos estadounidenses a trabajar menos
Ahora la oficina presupuestaria ha revisado al alza el cálculo aproximado que hizo sobre estos efectos. Cree que la reforma sanitaria reducirá el número de horas trabajadas en la economía entre un 1,5% y un 2% y, en un comentario que no ayuda mucho, señala que esto “supone una disminución equivalente a unos dos millones de trabajadores a tiempo completo”.
¿Por qué no ayuda mucho? Porque los políticos y, siento decirlo, también muchas organizaciones, se han aferrado inmediatamente a la cifra de dos millones y han tergiversado por completo su significado. Por ejemplo, el representante Eric Cantor, presidente de la Cámara de Representantes, se apresuró a publicar esto en su cuenta de Twitter: “Con Obamacare, millones de estadounidenses trabajadores se quedarán en paro y los que sigan trabajando verán reducirse sus jornadas laborales y sus salarios”.
En toda esa afirmación, no había ni una sola palabra que fuese verdad. El informe de la oficina presupuestaria no dice que la gente se vaya a quedar sin trabajo. Afirma categóricamente que la disminución prevista en el número de horas trabajadas se deberá “casi enteramente a que los trabajadores optarán por trabajar menos” (la cursiva es mía). Y como ya hemos visto, Elmendorf hizo lo que pudo al día siguiente por explicar que las reducciones voluntarias en las horas trabajadas no se parecen en nada a la pérdida de empleo involuntaria. Ah, y debido a que se reducirá la oferta de mano de obra, los sueldos subirán, no bajarán.
Deberíamos añadir que la oficina presupuestaria cree que, de hecho, la reforma sanitaria reducirá el paro durante los próximos años.
Para ser claros, la caída a largo plazo del número de horas trabajadas que se prevé no es del todo buena. Los trabajadores que decidan pasar más tiempo con la familia saldrán ganando, pero también impondrán una cierta carga al resto de la sociedad; por ejemplo, pagando menos impuestos sobre la nómina y sobre la renta. De modo que Obamacare tiene ciertos costes que se suman a los de las subvenciones del seguro médico. Sin embargo, si probamos a echar la cuenta, el resultado indica que estamos hablando de costes bastante bajos, no de los “efectos devastadores” que pronosticaba Cantor en su siguiente tuit.
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¿Estaba mintiendo Cantor? ¿O simplemente desconocía los fundamentos de la reforma y no estaba dispuesto a leerse bien el informe antes de proclamar a los cuatro vientos su versión tergiversada de lo que decía? Lo mismo da; porque aunque fuese ignorancia, era una ignorancia intencionada. Recuerden que, en todo momento, la campaña contra la reforma sanitaria ha aprovechado cada argumento que ha podido encontrar en contra de asegurar a quienes no tienen seguro, sin tener en cuenta jamás la verdad y la lógica.
Piensen en ello. Tuvimos las inexistentes listas de la muerte. Tuvimos las falsas afirmaciones de que la Ley de Asistencia Sanitaria Asequible dispararía el déficit. Tuvimos las supuestas historias de terror de estadounidenses de a pie que tendrían que afrontar unas subidas enormes del seguro, historias que se venían abajo en cuanto las analizabas. Y ahora tenemos un cálculo técnico bastante inofensivo tergiversado y presentado como un perjuicio económico descomunal.
Mientras tanto, la realidad es que la reforma sanitaria estadounidense —aun con sus defectos y siendo incompleta— se va afianzando. No, no habrá millones de estadounidenses que se quedarán sin trabajo, sino decenas de millones que tendrán la seguridad de saber que pueden recibir y permitirse la asistencia médica que necesitan.
Paul Krugman es profesor de Economía de Princeton y premio Nobel de 2008
© New York Times Service 2014
Traducción de News Clips.
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