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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Por la vía más lenta

Frente a los optimistas, convencidos de que, esta vez sí, Angela Merkel estaba dispuesta a aceptar las peticiones de una unificación bancaria dirigida por los organismos e instituciones comunitarias, Alemania ha encauzado el proceso político y el trámite negociador de la unión bancaria por donde suele, es decir, en un trámite largo, espinoso, con poderes mínimos para la Comisión, facultades decisivas para los ministros de los países miembros (donde gana Alemania por goleada) y un fondo de rescate bancario que existirá, sin duda, pero a largo plazo, y siempre como artefacto subsidiario de los fondos nacionales, que son los que tendrán que sufragar las crisis bancarias. No obstante, no conviene olvidar que la mera existencia de un acuerdo sobre Unión Bancaria ya presupone un avance importante, puesto que aun con una dilatada e interesada tramitación, existe la certeza de que dicha unión se llevará a cabo.

Al final del proceso, la seguridad financiera europea habrá aumentado sin duda. Pero hasta entonces el camino va a ser difícil y tortuoso. Por lo que parece desprenderse de la pasada reunión de los ministros de Economía comunitarios del 12 de diciembre, la liquidación de un banco de la eurozona en quiebra será competencia de un consejo de nueva creación formado por representantes de los Gobiernos y con la Comisión en el papel de observador. Es cierto que tendrá que dar su aprobación final a lo que manifieste el Consejo, pero los precedentes y la mecánica política conocida nos indican que será muy difícil torcer una decisión consensuada previamente por los Gobiernos. La idea era permitir que la quiebra o cierre de un banco fuese un trámite rápido para evitar efectos secundarios y muy graves en los mercados; ya está descartada. En cuanto al fondo común destinado a pagar las crisis bancarias, Alemania ha conseguido demorarlo hasta 2026. Mientras tanto, que cada país pague los vidrios rotos de sus bancos.

La unión bancaria ha entrado, pues, en la vía lenta. No es el mensaje óptimo, pero al menos se ha conseguido un modelo de resolución de crisis bancarias que puede perfeccionarse con el tiempo. La unión bancaria es una pieza importante para sostener y acrecentar la identidad europea. A su vez, consta de tres piezas insustituibles: un supervisor europeo, un fondo de garantía de depósitos y un mecanismo de resolución de riesgos y contingencias bancarias. Pues bien, Alemania, interesada por otra parte en mantener incólume la zona euro, niega la confianza a las instituciones comunitarias; ni dinero ni poder. Un observador neutral diría, con razón, que la desconfianza alemana es un error. Los flujos internacionales de inversión no pueden trasladarse hacia áreas económicas sujetas a la sospecha de que o bien incumplen condiciones macroeconómicas o no tienen el respaldo suficiente del área en su conjunto. La mutualización del riesgo bancario es tan ineludible como la mutualización de la deuda. Sin ambas no habrá una Europa política. Pero, parodiando a los alquimistas, resulta que Alemania tiene horror al vacío; entendiendo por vacío en este caso cualquier organismo, estructura o función en la que Alemania no tenga un poder de decisión irrestricto.

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