_
_
_
_
_
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

El consumo privado sigue bajo mínimos

La propensión de las rentas bajas a consumir es más elevada que la de las altas

La economía española se caracteriza por ser una economía de consumo y no de producción. De ahí que el peso del consumo de los hogares en el PIB sea tan alto, más del 65%, a diferencia, por ejemplo, de Alemania. Por ello, todo aquello que distorsione o reduzca el gasto en consumo afectará de forma significativa el PIB nacional.

En teoría, el consumo depende de una serie de variables que sirven para modificar su evolución, desde la política económica. Estas variables son la renta disponible, salarios netos de impuestos y tasas, los tipos de interés, que explican la compra de bienes duraderos a crédito, y la riqueza, que mide el atesoramiento y valor de bienes de inversión y la cartera de activos financieros que las familias van adquiriendo a lo largo del ciclo vital. La dirección de causalidad es clara. Cuando mayor sea la renta disponible, mayor será el gasto en consumo. En el caso de los tipos de interés, la correlación es inversa, es decir, cuando menores sean los tipos, más disponibilidad al consumo habrá. Por último, la riqueza y el consumo tienen correlación positiva, o sea, el crecimiento de la riqueza genera mayor consumo.

Una vez analizado el marco teórico, conviene señalar adicionalmente que el consumo también depende de la propensión a consumir que tiene una sociedad, es particularmente por grupos de renta. La evidencia empírica nos demuestra que los percentiles de renta más bajos son los más propensos a consumir una mayor proporción de las rentas adicionales que perciben, mientras que en las rentas más altas dicha propensión es más baja. En términos numéricos, la propensión en rentas bajas es casi 0,9%, lo que implica que de cada euro de renta adicional que ingresa un consumidor, se gasta 90 céntimos. En el caso de las rentas altas, la proporción baja al 65%, lo que claramente revela que el consumo lo mueven en términos relativos las rentas medias y bajas.

Con estas premisas, los datos de consumo que presenta la economía española son muy preocupantes. Por un lado, la reforma laboral y la explosión de la burbuja inmobiliaria han posibilitado una gran purga del mercado laboral, alcanzándose una tasa de desempleo del 26%. Solo en el último año han salido del mercado más de 570.000 personas. A ello hay que añadir que los salarios en términos reales han descendido más de un 7%. Junto a esto, las pensiones públicas han visto deteriorar su poder adquisitivo, tras la aprobación del copago sanitario y las fuertes subidas en servicios del hogar, como electricidad y gas.

La fuerte caída de la renta familiar por el aumento del paro y la bajada de salarios reales continuará en 2014

Como corolario, los impuestos han experimentado una brusca subida en el último año, particularmente el IVA, pero también otras tasas municipales o el propio IBI en muchas ciudades. Estos hechos estilizados ya probarían la drástica reducción de la capacidad de consumo de los hogares con menor renta, tanto trabajadores en activo, como pensionistas, a cuyas espaldas, además, se han adherido muchos hijos en paro o con serias dificultades de subsistencia.

Los datos objetivos publicados por el INE en el tercer trimestre, con un alza sorprendente del 0,4% trimestral, son un espejismo que luego serán revisados a la baja, cuando se estime la Encuesta de Presupuestos Familiares de 2013. En el cuarto trimestre ya han vuelto a caer los indicadores principales de consumo, ventas minoristas, un -1,8% en octubre; las ventas de viviendas siguen su descenso; las ventas de automóviles, salvo por los efectos de las subvenciones, acabarán como el segundo peor año en la última década.

Desde una óptica de política económica, todos los esfuerzos realizados han ido dirigidos a deflacionar internamente la economía española y lo han conseguido. No hay que olvidar que estamos ante un episodio de deflación por deuda, dada la magnitud de la deuda privada de empresas y familias. La fuerte caída de rentas familiares, tanto por aumento del desempleo como por rebaja de salarios reales, va a continuar durante 2014. De hecho, en los cada vez más escasos convenios colectivos, los acuerdos firmados van en la línea de congelación nominal o descenso, lo que supondrá una merma adicional en el consumo privado. Las expectativas sobre el empleo no son mejores, y seguiremos con el goteo a la baja de los ocupados, a lo que hay que unir el fin de las prestaciones por desempleo para muchas familias.

En conclusión, ni por aumento de salarios, ni por mejora en la ocupación, ni por ganancias en riqueza, tenemos argumentos para prever una mejoría en el consumo privado de los hogares a corto y medio plazo, máxime dada la capacidad de compra de las rentas medias y bajas. Solo un cambio drástico de política de rentas, de política presupuestaria y una apuesta por la equidad podría emitir señales de cambio.

Alejandro Inurrieta es director de la Escuela de Finanzas de Madrid y Granada.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_