Bienvenidos al realismo fiscal
El "despiste" en la estrategia está costando caro a los europeos y, más, a los españoles
Entre los hechos más relevantes de las últimas semanas respecto a la economía española, cabe destacar la propuesta de la Comisión Europea de modificar los objetivos de déficit público, ampliando dos años, hasta 2016, el plazo para situarlo por debajo del 3%, cifra a partir de la cual se considera déficit excesivo. Para este año, se fija un 6,5% del PIB. Hay que recordar que en el Programa de Estabilidad aprobado hace un año este déficit se fijó en el 3%, cifra que se elevó al poco tiempo al 4,5%. Esto da idea del “despiste” (fundamentalismo al margen de la realidad) que ha imperado en Europa en materia fiscal y de política macroeconómica en general. El problema es que este despiste está costando caro a los europeos y, más concretamente, a los españoles, aunque esa no sea la causa principal de nuestros problemas. La recesión y, sobre todo, la caída de la popularidad de los gobernantes están haciendo a todos más pragmáticos. A todos no porque aún queda el BCE a cuyos dirigentes, al no tener que enfrentarse a elecciones (afortunadamente), les cuesta más cambiar. Si este mayor margen fiscal se acompañara de una intervención del BCE para asegurar que todos los agentes económicos de la UEM tuvieran las mismas oportunidades de financiarse y al mismo coste a igualdad de riesgo, las probabilidades de recuperación de la economía española aumentarían notablemente.
Ahora bien, no pensemos que estos cambios en las políticas fiscal y monetaria van a solucionar por sí solos los grandes retos que afronta nuestra economía y de cuya solución depende su futuro, básicamente la necesidad de reducir los altos niveles de endeudamiento, de acabar el saneamiento y la reestructuración del sistema bancario, de absorber la burbuja inmobiliaria, reformar el aparato político-administrativo y ser competitivos frente al resto de socios de la UEM y del mundo. Todo esto requiere mucho más que relajar la política fiscal y aquí también se ven muchas resistencias, cansancio y falta de liderazgo por parte de los dirigentes políticos y económicos.
En cuanto a la evolución de la economía, la información más relevante ha sido el detalle de la contabilidad nacional del primer trimestre, que ha confirmado la caída del PIB en un 0,5% sobre el trimestre anterior (-2,1% en tasa anualizada), ya avanzada provisionalmente por el INE hace un mes. Con este son siete trimestres de caídas continuadas del PIB en la segunda recesión de esta crisis. También en la zona euro el PIB lleva cayendo seis trimestres consecutivos, aunque menos intensamente [gráfico superior izquierdo]. Desde el inicio de la crisis, el PIB real español se ha reducido siete puntos porcentuales, el doble que en el conjunto de la zona euro.
La devaluación interna persiste aunque la caída de costes no se refleja en los precios finales
Como apuntaban los indicadores, la caída del PIB no solo ha sido tres décimas inferior a la del trimestre anterior, sino que su composición ha sido significativamente diferente. La aportación de la demanda interna, en tasa anualizada, ha pasado de -7,8 puntos porcentuales (pp) en el trimestre anterior a -2,6 pp en el último, mientras que la del saldo exterior (exportaciones menos importaciones) se ha reducido de 4,7 pp a 0,5 pp [gráfico superior derecho]. Ello se explica por la fuerte desaceleración de la caída del consumo privado y el crecimiento registrado por la inversión en bienes de equipo y otros productos distintos de la construcción. Pero hay que verlo más como un rebote técnico o un desfase temporal tras el hundimiento de finales de 2012 que como un cambio de tendencia, ya que no se dan las condiciones para que estos agregados inicien su recuperación.
Respecto al mismo trimestre del año anterior, el PIB ha disminuido un 2%, provocando que el empleo se redujera un 4,5% (761.000 empleos equivalentes a tiempo completo), lo que supone un aumento de la productividad del trabajo del 2,6%. Este aumento, unido a la caída del 0,6% de los costes laborales por trabajador se ha traducido en una disminución del 3,2% de los costes laborales por unidad producida. Continúa, así, el proceso de devaluación interna, si bien de forma incompleta, ya que la reducción de los costes no se traslada a la de los precios finales, lo que posibilitaría una mejora de la competitividad-precio y una ganancia de cuotas de mercado mayor de la que se está produciendo. Este es el eslabón perdido de los procesos de ajuste que está realizando la economía.
Ángel Laborda es director de coyuntura de la Fundación de las Cajas de Ahorros (Funcas).
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