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¡Pobre marca España!

Los escándalos de corrupción aumentan la presión sobre la deuda y frenan la inversión

Miguel Ángel García Vega
Rajoy rechazó las acusaciones de corrupción en presencia de Merkel
Rajoy rechazó las acusaciones de corrupción en presencia de MerkelJOHANNES EISELE (AFP)

Los casos de corrupción que se suceden estas semanas han arrinconado la imagen de España. Las consecuencias son inciertas, pero los escenarios que se platean son todos preocupantes. Algunas voces alertan de que la prima de riesgo podría tensionarse tanto que nos obligaría a pedir el rescate. Esto se verá. Lo que sí constatan los analistas es que la llegada de inversiones se ha frenado a la espera del desenlace político y que nuestra marca en Latinoamérica se deteriora.

Hace tiempo que la economía española no huele como el interior de los bolsillos de un niño. Perdida la alegría, la frescura y la vitalidad, España preocupa más que nunca a sus socios europeos, que ven que a los problemas enquistados se añade el riesgo político. Y eso que iba mejorando. Desde julio de 2012, cuando el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, dijo aquello de que “haría todo lo que fuera necesario” para salvar el euro, la presión sobre los bonos españoles había aflojado. Sin embargo, los continuos escándalos han dinamitado estos buenos augurios, y ya ululan las alarmas.

“El gran problema es que este riesgo político produzca un aumento de la presión sobre la deuda de España, que incluso obligue a pedir el rescate”, advierte Stephanie Hare, especialista del think tank Oxford Analytica. “La corrupción podría hacer que descarrilen los procesos de reforma que necesita la economía para mejorar”, advierte.

Los inversores están atentos a la situación para tomar decisiones

El desasosiego que provocan estas ideas tiene la profundidad de las raíces de un ciprés. Junto a unas consecuencias inciertas. “La corrupción es el mayor reto al que se enfrenta la democracia de su país. ¿Se pueden tener partidos políticos sin clientelismo ni corrupción?”, se interroga Alina Mungiu-Pippidi, directora del influyente Centro Europeo de Investigación Anticorrupción, perteneciente a la Hertie School of Governance de Berlín.

Esta pregunta se transforma en un bumerán sobre la imagen de la nación, con resultados “catastróficos”. Así lo ha reconocido Juan Rosell, presidente de la patronal. Otros expertos, como Javier Noya, investigador principal de imagen exterior de España del Real Instituto Elcano, recurren a los términos “brutal” y “gravísimo”. Y Emilio Ontiveros, presidente de AFI, habla de “erosión”.

Palabras que duelen, y que han instalado a los inversores extranjeros en “una situación de interinidad a la hora de materializar sus decisiones de inversión”, opina Emilio Ontiveros. “Los fondos se han frenado a la espera de ver hasta dónde llega el escándalo”, apostilla. ¿Habrá una crisis de Gobierno? ¿Renunciará Rajoy? ¿Hasta cuándo aguantaremos sin sufrir un estallido social? Estas cuestiones circulan en estos días por los mercados.

Sin duda, las respuestas a esas preguntas afectarán a la economía y a la marca-país. Pero los analistas difieren en la intensidad y en el tiempo. “Los inversores extranjeros saben que si Mariano Rajoy no cae ahora, este escándalo se transformará en un largo proceso que tardará años en resolverse. Y ya están descontando ese posible impacto”, reflexiona Javier Noya.

La imagen de la piel de toro acumula demasiado desgaste. El índice de Transparencia Internacional (2012) sitúa a España en el puesto 30, detrás de Chipre y Botsuana. España nunca ha sido un país muy transparente, pero era una oscuridad de baja intensidad. También es verdad que en otras épocas ha habido corrupción (Filesa o Malesa). Sin embargo, estaba diluida en el tiempo y en los escándalos. Ahora el hándicap es la persistencia. Lo paradójico es que algunos analistas reconocen que gracias a esta mala reputación histórica se han limitado los daños. “Ha actuado como un colchón”, asegura Noya. “Tristemente, es algo que no sorprende en el exterior viniendo de un territorio mediterráneo. Si esto sucede en Inglaterra o EE UU, el impacto habría sido brutal”.

La mala reputación histórica de España limita los daños a la economía

Escaso consuelo para Carlos Espinosa de los Monteros, alto comisionado del Gobierno para la Marca España. “A corto plazo”, vaticina, “no tendrá ningún efecto en la economía y en las empresas. Otra cosa es que esto se enquiste y siga habiendo un goteo de escándalos durante un año”. Y añade: “El gran problema es que transmitamos a los inversores y al mundo la imagen de que no nos importa”. Así que, por ahora, mantiene templados los nervios. “La percepción de una marca-país, ya sea para lo bueno o lo malo, tarda mucho en cambiarse”, señala.

¿Pero de verdad no afecta a nuestros recursos? Dice José Carlos Diez, economista jefe de InterMoney, que “la codicia de los inversores es muy superior a su memoria”, y que “todo el mundo se olvida de todo”. Al mismo tiempo, reconoce la repercusión que tiene en las cuentas nacionales, sobre todo a través de una mayor tensión en la prima de riesgo y en el retraso en las decisiones de inversión —tanto en deuda como en la Bolsa— de los operadores internacionales. Llegados a esta encrucijada, los mercados nos colocan bajo vigilancia, y nuestros aliados europeos nos han “apuntado en la lista de socios cuestionables”, avisa Cristina Manzano, directora de la publicación online esGlobal (antigua Foreing Policy).

Situados en la sospecha, ¿pueden las empresas españolas permanecer ajenas a este seísmo? “Una mayor corrupción se traduce en una caída de la competitividad, lo cual se transforma en menos empleo”, advierte Alina Mungiu-Pippidi, de la Hertie School of Governance, ya que son las compañías que pagan sobornos, y no las más eficientes, quienes consiguen el negocio.

El desgaste de la marca-país afectará sobre todo al balance de firmas de infraestructuras, concesionarias, energía… organizaciones que operan en sectores regulados. Incluso contribuirá a empeorar nuestra debilitada imagen en América Latina (Argentina, Bolivia, Venezuela). Y, desde luego, en la trastienda aparecen los bancos, cuya financiación se dificulta. Es ahí, indica Miguel Otero, director general del Foro de Marcas Renombradas Españolas, donde “más repercutirá”.

Antes del escándalo Bárcenas, José Luis Jiménez, director de March Gestión, dedicaba 20 minutos a explicar a sus clientes internacionales que no estábamos tan mal, que íbamos mejor. Desde hace diez días reconoce que vive otra vez “bajo un tsunami, ya que cuando vas a vender lo primero que debes comunicar es que no tienes problemas”.

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Sobre la firma

Miguel Ángel García Vega
Lleva unos 25 años escribiendo en EL PAÍS, actualmente para Cultura, Negocios, El País Semanal, Retina, Suplementos Especiales e Ideas. Sus textos han sido republicados por La Nación (Argentina), La Tercera (Chile) o Le Monde (Francia). Ha recibido, entre otros, los premios AECOC, Accenture, Antonio Moreno Espejo (CNMV) y Ciudad de Badajoz.

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