Otra vez el éxodo a América
La crisis laboral y la falta de expectativas en España provoca la fuga de trabajadores cualificados hacia Estados Unidos
La crisis ha creado un éxodo. Trabajadores altamente cualificados, enfrentados a un desempleo que supera el 20%, han protagonizado una lenta fuga hacia el oeste, con las miras puestas en Estados Unidos, un país en el que consideran que tienen mejores perspectivas. Gracias a una llamada a través del blog La Cocina del Vida & Artes de la sección de Sociedad, decenas de españoles afincados en EE UU contactaron con EL PAÍS para contar su historia.
Ingenieros, estudiantes de doctorado, un enólogo que cambia California por Australia cada seis meses, una arquitecta que se descuelga casi a diario por las fachadas de Manhattan, una ingeniera que hunde las botas en grandes obras de Miami y el director médico de la unidad de urgencias de un hospital de Boston. Son trabajadores que han podido cumplir sus aspiraciones laborales a casi seis mil kilómetros de su patria.
Washington reparte cada año unas 140.000 tarjetas de residencia
"Aquí me siento valorado y puedo mejorar", explica un profesor
"Me gustaría volver. Pero a una España en la que el trabajo se valore", señala Cuesta
Más de 1,7 millones de españoles residen en el extranjero
La principal puerta de acceso son las becas y estudios de posdoctorado
Muchos buscan trabajo en Silicon Valley, el epicentro tecnológico
"En España es difícil obtener un trabajo digno por los propios méritos. Es un país donde lo que mejor funciona es el enchufismo", explica Germán de Patricio, de 43 años, que llegó a EE UU en 1996, a estudiar un máster. Regresó a España, donde solo pudo encontrar trabajo como profesor interino de secundaria y acabó por volver a EE UU. Completó un doctorado en Literatura en la Universidad de Virginia y ahora es profesor en la Universidad de Towson, en Baltimore. "Aquí me siento valorado, veo que tengo una proyección profesional y grandes posibilidades de mejorar", explica. "Si tienes ganas de trabajar, tienes opciones de seguir ascendiendo. España no funciona de ese modo".
Germán se halla en Estados Unidos con un visado H-1, que se suele conceder a los que han completado sus estudios de doctorado. Espera poder solicitar un permiso de residencia permanente en los próximos años. El documento le puede llegar a costar 6.000 euros.
Cada año, el Gobierno estadounidense entrega unas 140.000 green cards (permisos de residencia). A cada país, sea India o sea Bélgica, se le concede un máximo del 7% de esos permisos. En diciembre se cambió la ley para ampliar ese límite hasta el 15%, dando prioridad a las necesidades del mercado laboral, beneficiando a los países con mayor demanda de visados, como China o México, y perjudicando a los aspirantes de países más pequeños como España.
De todos estos visados, 55.000 se entregan a través de un sorteo efectuado anualmente por el Departamento de Estado. En el año 2007 participaron en él nueve millones de personas. En 2012 la cifra se ha duplicado hasta los 19,6 millones. En 2007, cuando aún no se hablaba de crisis en España, entraron en ese sorteo 6.909 españoles. En la rifa que se efectuó para conceder los permisos de residencia en 2013, lo solicitaron 15.362. Solo hubo, finalmente, 232 afortunados.
Ganar un permiso de residencia por ese método es, literalmente, como ganar la lotería. Y a Israel Nava, de 32 años, le ha tocado. Por partida doble, dice, "porque no sabía qué iba a hacer este año, conforme están las cosas en mi sector en España". Israel es técnico audiovisual. Sobre todo, está especializado en posproducción de cine, pero también trabaja en televisión. El pasado mes de abril le llamaron para comunicarle que había logrado una de esas green cards. De momento ha pagado unos 1.100 euros en concepto de traducciones juradas, médicos y pago de tasas consulares.
Israel viajará a Kentucky en marzo próximo para tramitar el permiso de residencia. Luego se quiere mudar a Los Ángeles o Nueva York. "Estoy deseando ver cómo es mi industria de verdad. Llevo 12 años trabajando en el sector audiovisual y los dos últimos han sido especialmente malos, porque dependemos de las subvenciones y el dinero público", explica. "Tengo la impresión de que en Estados Unidos la industria es de otro modo, diferente de la precariedad que hay aquí. Es lo que veo últimamente en España: mucha chapuza y precariedad".
Eusebio Mujal-León, profesor de Política en la Universidad de Georgetown en Washington, es uno de los profesionales que ha detectado el goteo de españoles en los últimos años. "Es gente con mucho futuro que viene buscando una oportunidad para estudiar en Estados Unidos, que intentan prorrogar su estancia una vez que se gradúan y reengancharse al mundo laboral norteamericano mientras pasa la crisis en España", comenta. "Una vez que están aquí, no dudan en quedarse".
En el último censo estadounidense, que data de 2010, los ciudadanos tenían la opción de identificarse como hispanos y concretar si eran de origen mexicano, puertorriqueño u "otro". Dentro de "otro", se pedía al entrevistado que escribiera su origen. Las opciones sugeridas eran: argentino, colombiano, dominicano, nicaragüense, salvadoreño o español. En total, 635.253 personas escribieron "español". Las cifras que da el Instituto Nacional de Estadística español difieren notablemente de las de su homólogo norteamericano. Asegura el censo nacional que viven en el extranjero 1.702.778 españoles. De ellos, 74.495 en Estados Unidos. Las cifras fueron actualizadas por última vez el 1 de enero de 2011 y demuestran un considerable incremento a lo largo de los años recientes, especialmente desde que se comenzaron a notar los efectos de la crisis. En 2008 vivían en EE UU un total de 66.979 españoles. Supone un aumento, hasta ahora, del 11%.
Según fuentes de la embajada de Estados Unidos en Madrid, esa diferencia se debe a la confusión que provoca entre la ciudadanía de ese país el término español. "Es posible que mucha gente lo confundiera, simplemente, con el hecho de que sus ancestros fueran de origen hispano", explican las mismas fuentes. La cifra de 74.495, ofrecida por el Gobierno de España, no recoge a todos los residentes españoles en Norteamérica. "Hay algunos que vienen de forma temporal, como estudiantes de intercambio, que no se inscriben en el registro consular. Pero es un número muy reducido", añaden.
Mujal-León destaca que la principal puerta de acceso a EE UU son las becas y estudios de posdoctorado. Lucía Rodríguez, de 28 años, tarda 28 horas en viajar desde Tucson (Arizona) hasta su casa en Galicia, pero a esta estudiante de doctorado en Ingeniería Ambiental no le costó nada decidirse a salir fuera. "Aquí me lo ofrecían todo. La situación ya era mala, me ofrecieron una beca y sabía que no tenía otra opción. Tal y como funciona todo ahora mismo, salir es la oportunidad que hay, tienes que conocer otras cosas y estar dispuesto a viajar", comenta.
"No tiene ningún sentido que tengamos una educación pública para que luego países más ricos se beneficien de ella con la exportación de tanto talento", coincide Ayatima Hernández, de 33 años, consultora de un organismo internacional en Washington. Desde 2008, también mira hacia atrás lamentando que en España no se valore el esfuerzo de los profesionales, obligados en muchas ocasiones a emigrar.
Patricia Casbas, de 27 años, empezó el último curso de su carrera en Bioquímica pensando en salir de España. Aterrizó en Chapel Hill (Carolina del Norte). Al año siguiente tenía una plaza en su programa de doctorado, con todos los costes pagados, para investigar el cáncer de mama. "Llevo aquí desde agosto de 2007. Las oportunidades que me ha dado EE UU no me las dio ni me las dará España, por desgracia. Por eso me vine y por eso me quedé".
Otra vía de entrada al país es la de las becas Fulbright, que durante más de medio siglo han enviado a distintas universidades norteamericanas a más de 4.700 estudiantes españoles. En los años recientes han aumentado también considerablemente sus solicitantes. En 2008 pidieron plaza unos 310 candidatos en los programas de estudio para titulados superiores, estudios artísticos y enseñanza de lengua extranjera. En 2011 esa cifra casi se duplicó, llegando a los 556 candidatos.
La comisión que gestiona esas becas se ocupa de asesoramiento académico, gastos de transporte y manutención y tasas académicas. Su financiación proviene, sobre todo, del Gobierno español, aunque el norteamericano también aporta fondos. Los estudiantes viajan a EE UU con un visado J-1, patrocinado por el Departamento de Estado de EE UU. Uno de los requerimientos de ese visado es que los alumnos regresen a la Unión Europea durante dos años, al término de sus estudios, antes de poder solicitar un permiso de trabajo en EE UU.
"Nos interesan profesionales responsables que sean conscientes de que contraen una cierta deuda moral con la sociedad que ha contribuido a su formación y que estén dispuestos a trabajar por el bien de dicha sociedad", explica Alberto López San Miguel, nuevo director de dicha comisión. "Sí hemos notado un incremento en las solicitudes durante los últimos años, sin duda debido a que la crisis fuerza a los jóvenes a buscar salidas alternativas y quizá se decidan a solicitar una beca personas que en otra situación optarían por una vía diferente en su desarrollo personal y profesional".
Mujal-León apunta a varios factores que han empujado a salir a tantos españoles: la elevada tasa de paro, las dificultades del Estado para contribuir a la generación de empleo, las características demográficas -un alto porcentaje de pensionistas en comparación con la población activa- y las grandes trabas para crear iniciativas empresariales y, con ellas, puestos de empleo. "Si hace unos años los jóvenes veían Europa como primer destino para mejorar su nivel de inglés o buscar una salida profesional, ahora miran a Estados Unidos", dice Mujal-León. "A pesar de la recesión económica, aquí nunca se ha dejado de demandar profesionales altamente cualificados, especialmente en determinados campos".
Otros españoles salen en busca de nuevas oportunidades en una de las mayores mecas empresariales del mundo: Silicon Valley, epicentro de las innovaciones tecnológicas. Miguel A. Díez Ferreira, de 40 años, llegó a San Francisco en agosto, buscando expandir su empresa, Red Karaoke, que comercializa aplicaciones móviles para cantar ante el teléfono. Se ha venido con su mujer. Ambos se han reunido con representantes de Apple, Facebook y Google, entre otros.
"La gente en EE UU es más accesible para hacer negocios. El acceso a la mayoría de las personas es sencillo, puedes hablar casi con cualquiera si tienes un buen producto o una propuesta interesante para ellos", relata. "En EE UU se trabaja menos horas, pero las horas trabajadas son de mayor calidad: la gente se concentra al máximo y exprimen cada minuto, son mucho más productivos que en España".
Algunas de esas diferencias son las que acaba de descubrir Bruno Llorente, de 35 años, en Santa Mónica. Después de seis años trabajando en una empresa internacional de telecomunicaciones y viendo cómo empeoraba el mercado laboral en España, se arriesgó. "Me marché justo cuando lo peor estaba por empezar", comenta. Sin embargo, para él, el problema es otro. "Lo difícil no es salir, sino la cantidad de gente que queremos volver y no podemos".
"Me encantaría volver. Pero no a esta España, sino a otra en la que el trabajo tiene el valor que se merece, y no el que se le da ahora", cuenta José Luis Cuesta, de 28 años, que trabaja para Discovery Communications en Miami. Su caso es especial. De padre español y madre americana, la doble nacionalidad le ayudó a dar el salto a Estados Unidos, donde le esperaban sus dos hermanos.
"Cuando ese día llegue, entonces me plantearé regresar a la cultura a la que pertenezco y a la que quiero, pero por ahora tengo que ser pragmático, pensar con la cabeza fría y aguantarme la rabia por sentir que he tenido que irme por la puerta de atrás". A José Luis le echó la incertidumbre laboral. Atrás quedó su mujer, una casa recién comprada y, si no encuentran una orilla donde reunirse, también el bebé que esperan.
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