La Guerra Civil en blanco y negro de un combatiente judío polaco
Cultura recibe la importante donación de la colección fotográfica de un brigadista
El médico Emilio Rosenstein fue uno de los 5.400 polacos que no titubeó en sumarse a una guerra que, de entrada, no era lo suya. Rosenstein, como tantos otros judíos del siglo XX, se acostumbró pronto al trasiego -forzoso o voluntario- entre fronteras: para estudiar Medicina tuvo que instalarse en Francia porque su país limitaba con una cuota anual la presencia de judíos en las facultades. En 1929, año de crisis y revueltas, se implicó en las luchas ciudadanas en Francia, tal vez con la creencia ya establecida de que los ideales no tenían lengua ni territorio. Y con esa premisa interior debió llegar a España, como un voluntario de las Brigadas Internacionales, inscrito con un nombre falso (Emil Vedin) para tratar de proteger a su familia en Varsovia. En vano. Su hija Yvonne recordó ayer que no volvió a verles. Ya saben las razones que borraron a la mayoría de judíos polacos de la tierra.
En los primeros meses vio morir a 350 compañeros y atendió a 700 heridos
Durante sus primeros seis meses en Madrid, Rosenstein atendió a 700 heridos y vio morir a 350 compañeros. Como capitán médico, fue destinado al batallón Dabrowski de la XI Brigada Internacional y luego a la unidad de tanquistas rusos a los que también servía de intérprete. En medio del frenesí que debió de rodearle, no descuidó una afición que ayudará en el futuro a los investigadores del pasado: la fotografía. Rosenstein retrató escenas del frente y la retaguardia en Madrid, Albacete, Guadalajara y otros lugares aún sin precisar. Hay una imagen en la que se apiñan el presidente Juan Negrín, los ministros Indalecio Prieto, Vicente Uribe y Jesús Hernández, y el jefe de Estado Mayor, Vicente Rojo, en Barcelona, probablemente el día que despidieron a los integrantes de las Brigadas Internacionales en 1938, según deducciones de Severiano Hernández, subdirector general de los Archivos Estatales.
Durante 70 años, las fotos han vivido la huida, el exilio y las sucesivas mudanzas de su autor, fallecido en México en 2001. Hace unos meses, su hija, Yvonne Jane Rosenstein Azoulay, decidió donar el legado al Centro Documental de la Memoria Histórica (CDMH), del Ministerio de Cultura, que incluye 700 fotos en papel y 28 rollos de película. "Se cierra el círculo. Él vino a España a luchar por sus ideales, pasó momentos difíciles de los que no hablaba fácilmente. A mi padre le hubiera dado mucho gusto estar aquí", explicó, recién llegada de México.
Hay dos colecciones aún sin positivar. Una documenta la situación de las colonias de niños españoles en Francia, con las que colaboró el médico tras la disolución de las Brigadas Internacionales. La segunda es un vívido reportaje de la travesía de republicanos españoles que zarparon en el barco Sao Tomé desde Casablanca hacia México en 1942. Para entonces, el médico polaco ya tenía la nacionalidad española -distinción que el Gobierno republicano concedió a los brigadistas-, lo que contribuyó a salvarle la vida al huir de Francia tras la invasión nazi.
"Este archivo nos da otra visión de la guerra, junto a otros fondos fotográficos que hemos recibido en estos años", señaló Rogelio Blanco, director general del Libro.
Como otros exiliados españoles, Rosenstein se instaló en México gracias a la política de brazos abiertos del presidente Lázaro Cárdenas. Allí acabaría editando un vademécum anual sobre especialidades farmacéuticas. Su hija recordó que en 1988 volvió a España para participar en una reunión de brigadistas: "Fue muy emotiva, pero tampoco habló mucho de ello".
Babelia
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