Entonces, como ahora
Como actor, Robert Redford ha sido una de las cosas más importantes que le ocurrieron al cine norteamericano. Es probable que los puristas del teatro shakespeariano jamás le otorgaran su bendición si hubiera cometido la osadía (el farfullante Brando destrozó sus prejuicios y les dejó con la boca abierta en Julio César) de frecuentar ese universo, pero resulta transparente que varias generaciones de espectadores de cualquier parte pagábamos gustosamente la entrada para ver y escuchar a este hombre, alguien que transmitía en dramas, comedias y westerns las sensaciones que caracterizan a los clásicos, a las estrellas con causa. Hablo en pasado, ya que las barbaridades que ha hecho la cirugía estética con el hermoso rostro de alguien que no pudo o supo aceptar el envejecimiento le han privado de expresividad, la han convertido en una máscara hierática.
LA CONSPIRACIÓN
Dirección: Robert Redford.
Intérpretes: Robin Wright, James McAvoy, Tom Wilkinson, Kevin Kline, Evan Rachel Wood. Género: Drama. Estados Unidos, 2010. Duración: 122 minutos.
El personaje de Redford, que tantas veces ha interpretado a solitarios, inadaptados y perdedores (algo complicado de hacer creer con ese físico, esa cara y ese magnetismo), también ha representado los valores más sólidos y perdurables de Estados Unidos. Además de interpretar guiones e historias inventadas y dirigidas por otros, Redford decidió hace treinta años que también tenía la necesidad o el deseo de contarlas él mismo a través de la cámara. También, montar el festival de Sundance, una plataforma y unos canales de distribución que permitieran respirar al cine independiente, descubrir y promocionar a directores jóvenes que supuestamente hacen películas al margen del sistema, posibilistas, libres, de autor.
El creador Redford siempre se ha propuesto abordar temáticas trascendentes, torturadas relaciones familiares, intimismo poético, leyendas bucólicas, codas a la naturaleza. Los Oscar bendijeron excesivamente Gente corriente, su primera obra, y en general, siempre han sentido debilidad por sus películas. Para mí, los planteamientos y las pretensiones de Redford casi siempre están por encima de los resultados. Nunca es desdeñable, pero le falta el punto.
La conspiración es lamentablemente fiel a esas constantes. Comienza con el asesinato de Abraham Lincoln y describe el proceso hacia sus matadores. Un excombatiente nordista asume la defensa de una viuda acusada de haber dado solidario cobijo en su casa al grupo de conspiradores que perpetraron el magnicidio.
El retrato de aquella caza de brujas, del encarcelamiento feroz de todo lo que huela a sospecha de subversión, la implacable violación de las libertades civiles, la condena de inocentes en nombre de los intereses de Estado, la sombría alianza entre políticos y jueces para privar de derechos a los acusados y pactar la mortal sentencia independientemente de lo que se demuestre en el juicio, ofrece un paralelismo transparente e inquietante con la América de Bush y Cheney a partir del 11-S.
Las intenciones de Redford son encomiables pero la realización es plana, previsible el desarrollo, inútiles los flashbacks intentando aclarar enigmas, carente de emoción una tragedia histórica que poseía todos los elementos para conmover. Como cine de abogados es rutinaria. Hay excelentes actores como Kevin Kline y Tom Wilkinson bordando en intervenciones leves a personajes complejos. Y siempre es apetecible observar a esa preciosa mujer y notable actriz llamada Robin Wright aunque aparezca desmaquillada, mostrando arrugas externas e internas. Son pequeños alicientes en una película correcta que no otorga ni frío ni calor.
Babelia
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