Un inconformista

Ayer estaba hablando por teléfono con una radio que me realizaba una entrevista y preguntó el periodista cuáles eran mis proyectos ahora que he dejado de ser rector.

-Pues mire usted, entre otras cosas, estoy actualizando un libro de José Luis Sampedro, a petición suya, titulado La inflación en versión completa, publicado en 1976.

En ese momento mi hija me puso delante de mis ojos la pantalla del iPad en la que se anunciaba la concesión del premio Nacional de las Letras a José Luis Sampedro. ¡Cuánta alegría tuve!

Escribo estas líneas embargado por la emoción de ver cómo se premia a una persona admirada y querida por mí, y a la que tanto debo en mi formación como economista, como profesor, y como persona. Se lo merece, y eso que nunca ha recibido ninguno de los grandes premios, aunque haya estado seleccionado a varios de ellos. Injusticias de la vida, pues no es fácil encontrarse con intelectuales de su talla.

En la universidad de los 60 brillaba entre los pocos profesores muy notables

Sampedro fue premio extraordinario en la primera promoción de economistas que salió de las aulas de la Universidad Central, ahora Complutense. El entonces decano de la facultad de ciencias políticas, económicas y comerciales, José María Castiella, que posteriormente fue ministro de Asuntos Exteriores, le ofreció encargarse de la enseñanza de la asignatura de Estructura Económica. Años más tarde obtuvo la primera cátedra de dicha disciplina.

Desde 1948 impartió docencia a muchas generaciones de estudiantes que nos beneficiamos, no solo del magisterio que ejercía como profesor, sino de su ingenio, su erudición, su enorme cultura, su gran habilidad oratoria y, como no, de su cercanía y proximidad. Las clases eran una verdadera delicia. Aprendíamos deleitándonos. Nos ayudaba a reflexionar, a pensar y nos marcó el camino para saber analizar esquemas mentales preestablecidos.

La docencia, la publicación de artículos y libros de economía, lo compatibiliza con el ejercicio profesional. Llevó a cabo investigaciones importantes y perteneció al grupo de profesores que fueron pioneros en elaborar en España las tablas input-output y la Contabilidad Nacional. En aquella universidad en la que había profesores mediocres y reaccionarios, en aquella universidad de los 60 que se resentía aún de la depuración de posguerra, había algunos pocos profesores muy notables. Entre ellos brillaba Sampedro.

Pero este profesor genial tenía una peculiaridad especial: escribía novelas y teatro. Me hice un entusiasta de sus enseñanzas, me dediqué a leer los libros de economía y sus novelas. Quedé prendido de El río que nos lleva. Durante años fue mi preferida sobre otras de sus publicaciones: Congreso en Estocolmo o El caballo desnudo. En todas disfruté. Ahora sigue siendo una de mis favoritas, pero ha habido otras tan buenas -Octubre, octubre, La vieja sirena, Real sitio- que me cuesta decir cuál prefiero.

En suma, un gran literato, un importante economista, y un hombre comprometido con los problemas de su tiempo, heterodoxo e inconformista con el pensamiento convencional y con la realidad que nos ha tocado vivir.

Carlos Berzosa es catedrático de Economía Aplicada y exrector de la Universidad Complutense.