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Reportaje:2010 | POEMAS EN EXCLUSIVA MUNDIAL

Marilyn oculta

Elsa Fernández-Santos

Marilyn Monroe era una mujer triste, algo que nadie se explicaba y de lo que ella misma se sentía secretamente avergonzada. Porque también era alegre, o podía serlo, radiante; pero la fatiga, la depresión y el pesimismo fruto de un carácter extremadamente sensible e inteligente la acorralaron hasta perder toda esperanza en sí misma y suicidarse la madrugada del 4 al 5 de agosto de 1962 en su casa (la única que tuvo en propiedad) de Brentwood, en Los Ángeles, un hogar sencillo, de aire colonial español, con apenas muebles y con una inscripción en latín en la entrada: Cursum perficio (Aquí acaba el viaje).

A sus 36 años, Marilyn estaba cansada, demasiado cansada. La publicación de buena parte de sus escritos personales (la mayoría inéditos) en el libro que ahora ve la luz, Fragmentos (Seix Barral), lo confirma de manera rotunda. Su poesía, sus lecturas, sus notas, sus cartas... todo apunta al mayor de los cansancios, el que provoca esa soledad que se escapa a las evidencias (¿cómo podía sentirse sola la mujer más adorada del mundo?) y que ella sufrió como un azote implacable. "¡¡¡Sola!!! / Estoy sola-siempre estoy / sola / sea como sea", escribe en la primera página de un cuaderno que, como todos, muestran a una mujer nerviosa y generosa, terriblemente insegura y asustada, que necesitaba a los demás para buscarse a sí misma, pero que jamás encontró consuelo, sintiéndose siempre atrapada entre la traición o el abandono. Nadie duda que sus tres maridos, cada uno a su manera, la quisieran, ni que sus amantes (de los hermanos Kennedy a Elia Kazan, Frank Sinatra, Yves Montand o Marlon Brando, quien fue más amigo y mejor persona con ella que cualquiera de los antes citados) la desearan, pero nadie podría rebatir que ninguno de ellos -ni siquiera Arthur Miller, probablemente el que más se acercó a conocer su melancólica naturaleza- supo ser generoso y darle la paz que necesitaba.

"Hay algo sorprendente en ella: su absoluta, irremediable, a veces intolerable, incapacidad para mentir"

Marilyn se refugiaba en sus pensamientos breves, fragmentarios, aniñados pero no por ello ingenuos, básicamente poéticos -ya sean en prosa o en verso, cuya lectura refleja a una actriz con pulsión creativa y con una inagotable necesidad de conocimiento. Una mujer culta, atenta a una vida que le apasionaba al mismo ritmo que le aprisionaba. "Socorro, socorro, / socorro. / Siento que la vida se me acerca / cuando lo único que quiero / es morir", escribe en un poema cuya fecha baila entre 1956 y 1961, y cuyo primer borrador, según Donald Spoto, quizá el más conocido de sus biógrafos, ella anotó en un cuaderno de Arthur Miller. Desde su frágil pedestal, la gran diosa pedía auxilio. Pero nadie quería escucharlo: ni sus hombres, ni sus admiradores, ni muchísimo menos los estudios de Hollywood, donde Marilyn acabó siendo una figura incómoda, una mujer intolerablemente ingobernable cuya rebeldía se traducía en falta de profesionalidad, impuntualidad y un autodestructivo caos. (...)

Las pastillas solo eran una forma de aplacar su enorme ansiedad y de mitigar su insomnio. Sufría cambios bruscos de humor, el alcohol era su antídoto para la tristeza, su manera de animarse, porque ella como insiste en cada rincón de sus escritos- necesitaba la alegría que había perdido. "Yo solía reír tan fuerte y con tanta alegría", le confesó a Richard Merymand, entonces subdirector de Life, en la que fue su última entrevista, en julio de 1962. Con una lucidez estremecedora, Norma Mailler explicó así la tragedia: "Para sobrevivir, habría tenido que ser más cínica o por lo menos estar más cerca de la realidad. En lugar de eso, era una poeta callejera intentando recitar sus versos a una multitud que le hacía jirones en la ropa". En este mismo sentido, Miller añadió: "Hay algo sorprendente en ella: su absoluta, irremediable, a veces intolerable, incapacidad para mentir".

Así, la poeta callejera, la mujer que se quitó la vida (y todas las investigaciones serias descartan las teorías conspirativas de un asesinato a manos de la mafia orquestado desde la Casa Blanca) al ingerir un frasco entero de Nembutal -las pastillas que ese mismo día le acaba de reponer su psiquiatra para frenar sus días sin descanso-, anunciaba ya en un poema sin fecha ni nombre que la muerte era uno de sus pensamientos consoladores: "Ay maldita sea me gustaría estar / muerta -absolutamente no existente- / ausente de aquí -de / todas partes pero cómo lo haría / Siempre hay puentes- el puente de Brooklyn / Pero me encanta ese puente (todo se ve hermoso desde su altura y el aire es tan limpio) al caminar parece / tranquilo a pesar de tantísimos / coches que van como locos por la parte de abajo. Así que / tendrá que ser algún otro puente / uno feo y sin vistas -salvo que / me gustan en especial todos los puentes- tienen / algo y además / nunca he visto un puente feo".

"Si las personas escasamente sensibles e inteligentes tienden a hacer daño a los demás, las personas demasiado sensibles y demasiado inteligentes tienden a hacerse daño a sí mismas", escribe Antonio Tabucchi en el prólogo. (...) "No solo los poemas, sino también las notas breves y las páginas de sus diarios incluidas en este libro (...) constituyen de una manera flagrante una búsqueda y una quête. La búsqueda racional de una intelectual que trata de comprender la realidad que la circunda (qué es este mundo, qué significa) y la quête de una persona que se busca a sí misma en este mundo (quién soy yo, qué sentido tengo...). La imagen que Marilyn ha dejado esconde un alma que pocos sospechaban. De gran belleza, es un alma que la psicología barata calificaría de neurótica, como se puede calificar de neurótico a todo el que piensa demasiado, al que ama demasiado, al que siente demasiado". (...)

Marilyn Monroe, se encontraba sola y gritaba en silencio, a través de la escritura. Se desahogaba coqueteando con la idea de su muerte. El suicidio, que más tarde llegaría, ya le rondaba la cabeza.
Marilyn Monroe, se encontraba sola y gritaba en silencio, a través de la escritura. Se desahogaba coqueteando con la idea de su muerte. El suicidio, que más tarde llegaría, ya le rondaba la cabeza.FOTOGRAFÍA DE BETTMANN | CORBIS

La mitomanía no cesa

Un vestido millonario. Su vestido más mítico, el que lucía Marilyn Monroe en La tentación vive arriba, se subastó por 3,2 millones de euros el pasado mes de junio.

Precoz. Norma Jeane (Marilyn Monroe) se dejó fotografiar por primera vez a los 19 años. Los negativos de aquella sesión saldrán a subasta en los próximos meses.

Su última sesión, todavía rentable. Un libro reciente publicado por Taschen revisa las imágenes tomadas por el fotógrafo Bert Stern, el último que la retrató antes de que ella se suicidara. Fue una sesión en la que Stern realizó 2.571 fotografías.

Marilyn Monroe (sin fecha)

Ay maldita sea me gustaría estar muerta -absolutamente no existente- ausente de aquí- de todas partes pero cómo lo haría. Siempre hay puentes -el puente de Brooklyn. Pero me encanta ese puente (todo se ve hermoso desde su altura y el aire es tan limpio) al caminar parece tranquilo a pesar de tantísimos coches que van como locos por la parte de abajo. Así que tendrá que ser algún otro puente uno feo y sin vistas -salvo que me gustan en especial todos los puentes -tienen algo y además nunca he visto un puente feo.

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Sobre la firma

Elsa Fernández-Santos
Crítica de cine en EL PAÍS y columnista en ICON y SModa. Durante 25 años fue periodista cultural, especializada en cine, en este periódico. Colaboradora del Archivo Lafuente, para el que ha comisariado exposiciones, y del programa de La2 'Historia de Nuestro Cine'. Escribió un libro-entrevista con Manolo Blahnik y el relato ilustrado ‘La bombilla’
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