Un oficio de caballeros
Entre el viejo tiempo en que los editores sangraban sin piedad ni respeto a los autores y el tiempo actual, heredero directo de la salida a bolsa de los grandes grupos editoriales norteamericanos, donde el único horizonte es el beneficio económico puro y duro, hubo un largo periodo en el que la edición se concibió también como un oficio de caballeros, según Michael Korda. Los grandes nombres que merecieron este apelativo son ya leyenda; a título de ejemplo, valga recordar, entre otros, a Roger Strauss, Alfred Knopf, Peter Suhrkamp, Samuel Fischer, Giangiacomo Feltrinelli, Gastón y Antoine Gallimard, sir Stanley Unwin, Kurt Wolff, Siegfried Unseld o Giulio Einaudi. Lo que los unía a todos, cada uno con sus características, era la convicción de que una editorial ha de ser una contribución necesaria al desarrollo intelectual del país, de una parte, y vehículo de conocimiento universal de otra; es decir: un constante flujo cultural de ida y vuelta.
Como editor nadie presenta un catálogo de autores tan amplio y riguroso
Javier Pradera pertenecía, con estilo propio, a esta clase de personas de dignidad. Su dedicación editorial abarca tres nombres míticos en la edición en lengua española: Fondo de Cultura Económica de España, Siglo XXI editores y Alianza Editorial. En las dos primeras, al lado de otro nombre legendario, Arnaldo Orfila; en el tercero, junto con los otros dos impulsores de Alianza, José Ortega Spottorno y Jaime Salinas. Las tres son casas editoriales de enorme impacto en la intelectualidad de nuestro país, pero solo la última es netamente española. No hay hombre o mujer cultos del año 66 hasta acá que no se haya formado en buena parte gracias al catálogo de Alianza Editorial.
El sistema de trabajo de Javier Pradera se basó fundamentalmente en la confianza en el equipo editorial. Un gran editor no lo es porque su saber abarque la mayor parte de las formas de conocimiento, sino por su capacidad para saber rodearse de aquellas personas que sí las dominan. La nómina de colaboradores, asesores y amigos de Javier Pradera es el espejo de su talento. A ello -o con ello- unía siempre un acentuado sentido de la lealtad a sus convicciones y a los demás; no de la fidelidad, que es virtud perruna, sino de la lealtad, que es propia de espíritus libres. Además, condujo sus editoriales por el camino más difícil, pero más noble: aquel que reúne en una sola empresa la capacidad de financiarse y la fe en la difusión de la cultura.
Javier Pradera es un nombre indiscutible en la edición española, pero también lo fue dentro del ámbito latinoamericano. Fueron muchos los editores del otro lado del Atlántico a quienes trató, con quienes negoció y quienes lo respetaron como a un igual: baste citar a Paco Porrúa, López Llausás, Maria Elena Satostegui, Arnaldo Orfila o Benito Milla entre otros grandes nombres. Nadie, en España, en el último tercio del siglo XX, puede presentar un catálogo de obras y autores tan amplio, riguroso y exigente. No buscó figurar sino hacer bien aquello en lo que creía. Por ello, si hubiera que elegir una frase que resumiese su modo de entender la vida y también su dedicación al mundo editorial, sería totalmente apropiada esta atribuida a Catón: "No está en los mortales reclamar el triunfo, pero haremos algo más, lo mereceremos".
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