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Columna
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Asesinato de la amenidad

¿Aceptaría usted formar parte de la UE y aprobar el euro si se lo propusieran otra vez? Año tras año y hasta el infierno actual, la Eurozona ha brindado experiencias, positivas y negativas, pero llegado a este año, una década después de que la moneda única empezara a circular, la sociedad ha sufrido tantos accidentes mortales que la ha convertido en un nefasto emblema.

Puede que los burócratas y los tecnócratas de la eurozona no piensen lo mismo, pero ¿cómo ignorar que los ciudadanos han sufrido en las llamas de una inflación insólita? Una inflación tan devastadora como enmascarada, tan empobrecedora de la clase media que en nada se corresponde con los himnos de su alta cotización.

¿El mito de la Unión Europea? Mejor decir el timo de una formación precipitada y cruel

Más o menos, de una parte han ganado estatus los mandamases multiplicando su poder de nacional a supranacional, han ganado honores y euros en instituciones más o menos inextricables, a cual más ineficiente o dañina. De otra parte, millones de ciudadanos han pagado las decisiones de políticos y economistas megalómanos tan apartados de la realidad social que si antes nos parecieron déspotas ahora se revelan como zombis arrastrando su narcisismo sin dejar de hacer el mal.

Dinamarca, un pequeño país que se revolvió una y otra vez contra la moneda única, signo del pensamiento único, ha sido repetidamente obligada a volver a votar 'sí'. Campos, ganados, viñas, olivos, manzanos, producciones de toda especie, han sido sometidas al Saturno de la UE.

Este modelo común es más común que comunitario, más lecho de Procusto donde se cortan o estiran las peculiaridades para que se ajusten al patrón. El patrón que en los recintos de Bruselas han diseñado los jerarcas sin mirar al exterior. Una operación así, con buena o con torpe intención, ha desembocado al final en la tortura o la agonía de casi todos los países integrados. Y precisamente Grecia, cuya letra épsilon dio cara a la unidad cambiaria, es ahora la que ha recibido las más fuertes bofetadas.

Entre otros latigazos, los funcionarios serán reducidos en otros 30.000, se recortarán las pensiones a casi medio millón de jubilados, el PIB se contrajo en un 5% en lo que llevamos de año y el desempleo llega a ser tan alto como el de España. Como ha declarado el director de Doctors of The World, Nikitas Kanakis, Atenas se encuentra al borde de una crisis humanitaria.

No debe decirse crisis humanitaria sino de la humanidad, para entender lo que pasa. Los economistas y políticos siguen clamando que la solución no es menos Europa sino más Europa. Más purgación. En definitiva, una manera zombi de seguir caminando y caminando cuando la muerte ha ganado la liza y el hermoso proyecto europeo de la CECA tras la Segunda Guerra Mundial ha ido pervirtiéndose hasta obviar el sentido de su progresión. ¿Todo el mal es efecto del euro y la integración? Parece difícilque una divisa encierre tanta condena, pero ella, en cuanto signo de la política comunitaria de este siglo XXI, ha agravado la crisis hasta convertir Europa en el más desdichado y sucesivo cementerio desde las guerras de sucesión

Política que ha masacrado la vida, el sentido de los pueblos y la pequeña comunidad agropecuaria o industrial. Directivas que han abatido, en consecuencia, importantes señales de identidad, ataduras, con fuertes multas incluidas, que han impedido atender los problemas distintivos de una zona y unas gentes. Leyes que han aherrojado pueblos diferentes en un modelo de desarrollo que hoy, con toda evidencia, es lo opuesto a la biodiversidad y al bienestar de lo que ya estaba bien.

Prácticamente ninguna de las ideas que en estos momentos críticos se consideran pilares para tratar de construir un mundo mejor coinciden con el mostrenco temario de la UE. Y ninguna de las posibles acciones para construir una democracia real y un progreso de contenido humano coinciden con las doctrinas de ese proyecto unitario tan arrasador e inepto.

Lo que tanto celebrábamos hace 25 años, llenos de ilusión europeísta, se revela ahora como una maquinaria temible. Un artefacto grotesco en el mejor de los casos y, en casi todos, una fuente de error y de terror. ¿El mito de la Unión Europea? Mejor decir el timo de una formación precipitada y de tanta crueldad, localidad a localidad, como no se ha conocido en la Historia económica. En apariencia, no hay víctimas a la manera de las guerras mundiales dentro de Europa, pero ¿qué otra fuerza mutiladora podría parecerse más?

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