Déficit y recesión
España debe cumplir con el Pacto de Estabilidad, pero Europa debe pensar en ajustes más suaves
El Gobierno ha ratificado con contundencia que España no renuncia a cumplir los objetivos de déficit fijados en el pacto con sus socios europeos. La vicepresidenta Elena Salgado ha sido la encargada de recordar el compromiso de estabilidad presupuestaria, que obliga a reducir el déficit al 6% este año, al 4,4% en 2012 y al 3% en 2013, en respuesta a la propuesta del candidato a la Presidencia, Alfredo Pérez Rubalcaba, de que se aplace en dos años el objetivo del 3%. Un Gobierno sensato no puede ni debe sostener públicamente que se desdice del Pacto de Estabilidad, porque sufriría nuevas presiones en el mercado de la deuda; y hace tiempo que el Gobierno español decidió que la solvencia del Reino de España es el objetivo prioritario.
Pero la respuesta oficial de Economía no excluye tajantemente la posibilidad de que puedan cambiar las condiciones del ajuste español. "Si en alguno de estos años los requisitos de la UE son diferentes, nos acomodaremos a los nuevos requisitos", asegura la vicepresidenta. Es decir, corresponde a las instituciones europeas proponer una flexibilización de los compromisos de déficit, si cambian las circunstancias; porque solo si la iniciativa surge de Europa podrá evitarse una nueva tormenta financiera sobre países como Italia o España.
Pero el caso es que la Comisión, Alemania y el BCE no pueden evitar que se extienda el debate sobre la conveniencia y eficacia de las políticas de ajuste estricto que se han impuesto a los países rescatados (Grecia, Irlanda y Portugal) y a otros como España que han aceptado un calendario de estabilidad para evitar el rescate. A primera vista, podría decirse que los programas de contracción fiscal han obtenido un resultado mediocre. No han conseguido siquiera que todos los países sujetos a rescate reduzcan el déficit en los términos acordados y han procurado estabilidades precarias para las deudas portuguesa o irlandesa.
Pero el daño mayor se produce cuando las políticas de austeridad extrema son incompatibles con políticas que permitan estimular la demanda, combatir la recesión y facilitar el crecimiento. Las contracciones fiscales estrictas, sobre todo cuando se aplican en todos o la mayoría de los países de un área económica, terminan aumentando el desempleo y sumen a las economías en una espiral de depresión de la demanda, más paro y recesión ininterrumpida.
El caso de España es un buen ejemplo de las trampas que puede contener el ajuste. La recesión que se avecina reclama políticas de estímulo, que no se pueden aplicar si los recursos públicos están totalmente esterilizados por las exigencias de reducir el déficit a toda prisa y a cualquier precio. No se trata de incumplir los compromisos de estabilidad, sino de que Europa proponga, en el momento adecuado en que no afecte a los mercados, un calendario más razonable de cumplimiento. Un nuevo pacto que haga posible controlar el déficit y, al mismo tiempo, disponer de la inversión suficiente para incentivar el crecimiento.
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