Un tipo implacable
Antonis Samaras no se quería creer los juramentos que desde el Gobierno y el partido socialista griego Pasok le llevaban haciendo desde el jueves por la noche. Papandreu estaba liquidado, solo debía hacerse oficial en unos días, y las elecciones anticipadas que tanto reclamaba eran irremediables, así que se podía prestar a colaborar en un Gobierno de unidad nacional para Grecia. Pero hasta que el primer ministro lo aceptó anoche públicamente, el líder del mayor grupo de la oposición, el partido de centro derecha Nueva Democracia, se mostró inflexible. El Ejecutivo griego solo le pedía que aceptara un periodo de transición para sacar adelante el plan de rescate y aprobar los presupuestos en el Parlamento antes de convocar los comicios, pero también en eso fue duro -muy duro- de pelar.
Tras 14 años fuera de la política, regresó a su partido en 2004 y ganó las primarias en 2009
Ateniense, de 60 años, economista de Harvard y compañero de Papandreu en Amherst, otra Universidad de EE UU. El hombre que quiere convertirse cuanto antes en primer ministro de Grecia, una Grecia en ruinas, puede ser implacable. En 1993, su cerrazón sobre un conflicto hizo caer al Gobierno de Nueva Democracia. Atenas mantenía una trifulca sobre el uso del nombre Macedonia, que comparten el Estado y una región helena. A punto del pacto, Samaras, que era ministro de Exteriores, lo rechazó de plano y dimitió, lo que dejó al Ejecutivo en minoría.
Cuando se exilió de su partido, intentó hacer carrera con uno propio, pero fracasó. "En los 14 años que estuvo fuera de la política no se sabe muy bien en qué trabajó", dice una voz muy crítica con Samaras, para añadir que el político griego procede de una familia adinerada. "Antonis tiene una gran formación económica, sabe de eso, a diferencia de Papandreu", apunta una fuente de Nueva Democracia.
El líder de la oposición, que volvió a su partido en 2004 y ganó las primarias internas en 2009, ha rechazado los planes de austeridad que el Gobierno ha llevado al Parlamento desde que comenzó la crisis de deuda. Pero cada día tiene su afán.
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