Memoria, barbarie y poetas en escena
Felipe de Borbón recuerda a las víctimas de ETA, en un acto marcado por las palabras de Leonard Cohen - El Príncipe reivindicó "la victoria del Estado de Derecho"
La historia, antes de serlo, también es actualidad. De ahí que jornadas históricas como la del jueves, marcada por el anuncio de que ETA abandona el terrorismo, condicionen la agenda de cualquier acto público, cultural o no. Así, en las horas previas a la ceremonia de entrega de los Premios Príncipe de Asturias, la pregunta del día pasó de ser "¿qué dirá Leonard Cohen?" a "¿dirá algo el Príncipe sobre el comunicado de ETA?". Las sabias, cercanas y sencillas palabras del cantante estuvieron a la enorme altura de su propia obra. Las de don Felipe, a la altura de las expectativas.
Así, el heredero de la Corona fue contundente desde el arranque del que se dice es el discurso más importante de todos aquellos que pronuncia anualmente. "Ayer conocimos que quienes han martirizado durante tantos años a la sociedad española con su violencia terrorista asumen su derrota. Es, desde luego, una buena noticia. Es, sobre todo, una gran victoria de nuestro Estado de Derecho. Una victoria de la voluntad y determinación de las instituciones democráticas; del sacrificio y el trabajo abnegado, eficaz, de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad; en definitiva, del conjunto de nuestra sociedad. En esta hora en la que la libertad y la razón se abren camino sobre la barbarie, quiero volver la mirada, querría que todos unidos volviésemos la mirada, con inmenso cariño y respeto hacia las víctimas, hacia su dolor, y rendir el homenaje más emocionado a su memoria y dignidad".
El heredero aludió también a Europa, a los parados y a los jóvenes
Hubo un recuerdo para las dos cooperantes secuestradas
Cien palabras meridianamente claras despertaron una ovación más allá del protocolo y que parecía destinada a todos los que han sufrido más de cuatro décadas de delirio terrorista. Una vez restaurado el silencio, el Príncipe, que también recordó a las dos cooperantes españoles secuestradas en Kenia, repasó, como manda la tradición, los méritos de los premiados. Uno a uno: del director de orquesta Riccardo Muti (Artes) a los "héroes" de Fukushima (Concordia) pasando por el emprendedor social Bill Drayton (Concordia), el psicólogo Howard Gardner (Ciencias Sociales); la británica The Royal Society (Comunicación y Humanidades); los neurobiólogos Joseph Altman, Arturo Álvarez-Buylla y Giacomo Rizzolatti (Investigación Científica y Técnica), el atleta Haile Gebrselassie (Deportes) y el poeta y músico Leonard Cohen (Letras).
El Príncipe propuso el ejemplo de "esfuerzo, humildad, sacrificio y búsqueda de la excelencia" que representan los galardonados como receta contra la crisis. "Busquemos", dijo, "criterios comunes: debatir rigurosamente no es enfrentar, sino construir; aportar soluciones no es sinónimo de repudiar por sistema las ajenas". La primera persona del plural fue una de las constantes de un discurso que no se olvidó de los parados ni de los jóvenes. Ni de Europa, que "se encuentra hoy en una de las encrucijadas más decisivas de su historia".
De otras encrucijadas, las del arte y la ciencia, habían hablado antes los premiados que tomaron la palabra. El primero fue el esperadísimo Leonard Cohen, que, gafas de sol en mano, improvisó unas reflexiones surgidas, dijo, de la noche que había pasado en vela dando cuenta de las chocolatinas y los cacahuetes del minibar de su habitación. Recordó cómo Lorca le hizo encontrar su propia voz y cómo un gitano español le enseñó en Montreal los seis acordes de guitarra de los que, dijo, han salido sus canciones.
También Riccardo Muti, napolitano, se refirió a España al evocar las raíces españolas de su ciudad tras aclarar que "los directores de orquesta no deberían hablar nunca". "Todos esperan", dijo, "que diga que la armonía y la belleza son básicas para que el mundo siga adelante, pero vivimos en la falta de armonía, en la lucha, la guerra y el odio. Todavía no hemos alcanzado la belleza para que el bien derrote al mal". Luego evocó sus propias impresiones del discurso de Cohen para subrayar "la importancia del encuentro; la música es encuentro". "Mi tarea", añadió, "no es tan solo demostrar que puedo dirigir a Verdi o Strauss sino hacer que a través de la música llegue la fraternidad".
También Arturo Álvarez-Buylla, neurólogo mexicano de padres españoles exiliados tras la Guerra Civil, habló de belleza. De la belleza del sistema nervioso y de la barbarie que lleva a los humanos a despreciar y destruir "formas de vida que tienen mucho que enseñarnos". La de ayer fue una tarde de poetas, poetas de escenario y de laboratorio, con música y sin ella. "Si queremos expresar la derrota debemos hacerlo en los confines estrictos de la dignidad y de la belleza", dijo Leonard Cohen.
Una jornada de gaitas, himnos y cánticos
Dicen que Haile Gebrselassie, que acudió con traje africano de gala, corre con el brazo izquierdo encogido porque reproduce el gesto de cargar con libros, los que él llevaba en los 20 kilómetros diarios que hacía para ir de su granja a la escuela. Ahora corre el doble de esa distancia en poco más de dos horas, pero ayer se demoró apenas unos segundos en los 15 metros del escenario del teatro Campoamor.
El etíope ha sido uno de los hombres de esta edición de los premios. Hombres, porque las mujeres estaban en franca minoría: solo Julie Maxton, directora ejecutiva de la Royal Society. A mediodía, mientras los Príncipes se hacían la foto de familia con los galardonados en el Hotel de la Reconquista, dos bandas de gaiteros vestidos de gala ponían algo de épica a la paciencia de la multitud. "Yo reconocería a Leonard Cohen. A los demás...", decía una mujer. "Bueno, y al corredor", respondía su marido. El corredor es, claro, Gebrselassie, premio del Deporte, que toma el relevo en el galardón a la selección española de fútbol. El atleta bromeó con los gaiteros, sonrió a todo el mundo y dijo que el premio era para él "como el Nobel", que no tiene categoría deportiva. Además, se entrenó en el Parque de Invierno de la capital asturiana. Ni el protocolo detiene la vida de un hombre de 38 que, dice, tiene dos objetivos: ganar el oro olímpico en el maratón de Londres 2012 y recuperar el récord del mundo de la distancia.
El deportista no ha sido el único extranjero ilustre que ha hecho vida de calle en Oviedo. El neoyorquino William Drayton, galardonado en el apartado de Cooperación Internacional, visitó el jueves la unidad terapéutica y educativa de la cárcel de Villabona. Allí conversó con los presos y con trabajadores que defienden que el trato humano genera humanidad y que "otra cárcel es posible".
Esa misma mañana Leonard Cohen acudía a la inauguración de una pequeña muestra de sus dibujos y grabados en la Universidad de Oviedo. Por primera vez tras su encuentro con la prensa, el músico canadiense tomó un micrófono. Fueron 10 segundos para dar las gracias. Luego, eso sí, cantó. Diez segundos más. Cuando la decana de la Facultad de Humanidades le dijo que el acto lo iba a cerrar el coro universitario interpretando el Gaudeamus igitur, Cohen se arrancó con los primeros versos. Ya la noche del miércoles, en Gijón, el cantautor había escuchado a otro coro interpretando su Hallelujah, canción que ha pasado por el filtro del rock, el flamenco y la música clásica sin perder su aire de moderno y desgarrador poema bíblico.
Como Leonard Cohen, el otro músico del palmarés, Riccardo Muti, premio de las Artes, improvisó su discurso en el Campoamor. Horas antes Muti había dirigido en Oviedo a la orquesta Luigi Cherubini, fundada por él mismo en 2004 para completar la formación de intérpretes menores de 30 años. Bajo su batuta se oyeron en el Auditorio Príncipe Felipe los acordes de Asturias, patria querida. Dirigido por el napolitano el himno sonó con el rigor de un réquiem.
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