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Más de medio siglo embelleciendo lo cotidiano

El Nacional de Moda premia la carrera de Elio Berhanyer

Elsa Fernández-Santos

Sería difícil encontrar a un diseñador español que logre superar la biografía de Elio Berhanyer. A sus 82 años y después de obtener ayer un nuevo aplauso por su carrera (el Premio Nacional de Moda reconoce "su trayectoria de más de medio siglo tratando de embellecer lo cotidiano") el creador rebobinaba para reconstruir una historia digna de Dickens, pero en lugar de en la Inglaterra victoriana en la no menos enfangada Andalucía de la posguerra. "A mi padre le fusilaron el mismo día que a Lorca", recuerda con un pitillo en la mano y sin lamentar demasiado su recaída en el vicio hace dos semanas.

Berhanyer pone el trágico dato en el centro de una vida que pasó de la miseria ("aprendí a leer a los 14 años") al lujo de los mejores salones de España, donde vistió durante años a sus más ilustres y ricas mujeres. Hasta entonces le había perseguido una niñez de buscavidas y superviviente: niño callejero, vagabundo, pastor, botones de una empresa de publicidad... Es aquí donde el azar y sus dotes para el dibujo cambian el rumbo de su vida, en uno de esos milagros que parecen reservados a la imaginación de los fabuladores. Una aventura vital que llevó a este hombre de buena planta a convertirse en los sesenta en uno de los nombres clave de la alta costura española.

Su taller cerró en 2010, año en que desfiló por última vez en Cibeles

No hace falta decir que Berhanyer es un nostálgico de aquella moda que se hacía mano a mano: "La alta costura es pura artesanía pero además está el contacto con la clienta, su pelo, su piel, el tamaño de su cuerpo. Era muy gratificante".

El Premio Nacional de Moda (que se suma a los ya concedidos en ediciones anteriores a Pertegaz y Paco Rabanne) destaca una creatividad que no se limita a las pasarelas y que se extiende a las artes escénicas, en las que liberó su imaginación, y años más tarde a la enseñanza, en la que sigue impulsando desde su cátedra en la Universidad de Córdoba el vuelo de futuros creadores. "Este año voy a proponerles vestir a la Leonora de la ópera Fidelio. Cada año les doy un personaje. Hemos trabajado sobre La lozana andaluza o Doña Jimena. El teatro es una salida muy buena ahora que la moda está en la UVI. El problema de la moda es que hace falta muchísima imaginación pero esa imaginación no puede cegarte, hay que saber dominarla para ser comercial".

Su taller cerró en 2010, el mismo año en que desfiló por última vez en Cibeles. Los problemas de vista le impiden dibujar pero tiene un ayudante que pinta a su dictado. "Me retiraré... no, solo me retirará lo que ya sabemos". Sentado en una butaca blanca de su piso de Madrid, se congratula de ser vecino del Jardín Botánico. Su gusto por las plantas queda claro en unas láminas de botánica que decoran la casa, mientras unos vaciados griegos nos recuerdan dónde nació la madre de casi todas las cosas: "En Grecia no era todo blanco. El Partenón era rojo, azul y dorado. Las vestimentas de entonces tenían mucho color. ¿Sabe de dónde sale ese efecto de vestido pegado? Las griegas llegaban a las fiestas con un criado que les echaba agua sobre el algodón, muy fino, de sus vestidos. Con las manos se moldeaban el vestido, lo pegaban al gusto por la piel".

Asegura que sus colores son el blanco y el negro porque ese era el color de su infancia. "En La Mancha las mujeres se casaban de negro, con el velo, las flores y los zapatos blancos. Ese vestido lo guardaban y solo se volvía a sacar para la mortaja. Esa es mi tierra".

Dos modelos lucen una colección de Elio Berhanyer en 2009 en la Pasarela Cibeles.
Dos modelos lucen una colección de Elio Berhanyer en 2009 en la Pasarela Cibeles.CORDON

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Sobre la firma

Elsa Fernández-Santos
Crítica de cine en EL PAÍS y columnista en ICON y SModa. Durante 25 años fue periodista cultural, especializada en cine, en este periódico. Colaboradora del Archivo Lafuente, para el que ha comisariado exposiciones, y del programa de La2 'Historia de Nuestro Cine'. Escribió un libro-entrevista con Manolo Blahnik y el relato ilustrado ‘La bombilla’
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