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Reportaje:DIRK BIKKEMBERGS | EXTRA

Vestir el deporte

Diseñador de moda muere en Milán arrollado por tranvía mientras huye de la presentación de su libro junto a un periodista español. Ahí tiene su titular. Por cierto, le debo la vida". Un tranvía ha estado a punto de llevarse por delante a Dirk Bikkembergs, diseñador alemán de 52 años y miembro del célebre grupo de los Seis de Amberes, que en los noventa amenazaban con cambiar los paradigmas del mundo de la moda y del que más tarde se desligaría. Su nueva aspiración sería convertir el fútbol en algo susceptible de subirse a una pasarela y ser discutido en un club de moda.

Mientras en su tienda de Via Manzoni se sigue sorbiendo champán con el fin de celebrar el lanzamiento de 10 years of fashion and football (Diez años de moda y fútbol), el libro de 448 páginas que resume la trayectoria de este hombre desde que decidiera abrazar el balompié como fuente de inspiración estética, el homenajeado huye con tanta prisa que casi perece bajo las vías de un tranvía. "Odio las presentaciones, las entrevistas y las sonrisas. Soy un nefasto relaciones públicas. Pero ya está. Se acabó. Ahora me encierro en mi habitación, me pido una hamburguesa y mañana me voy a Capri de vacaciones. Es la mejor manera de finiquitar esta década".

"La moda deportiva es el único terreno en el que lo guay es vestir las marcas más conocidas y populares"
"No hay nada menos sexi que un hombre que parece preocuparse demasiado por su aspecto. Es horrible"

Tan popular en ciertos ambientes como denostado en otros, Bikkembergs es responsable, más que de algunas de las principales tendencias en la ropa masculina de la pasada década, de la aseveración de una serie de certezas. Propuso el idilio entre moda y deporte, postuló a los futbolistas como nuevas estrellas del rock y defendió la idea de que el hombre sería capaz de convertirse en nuevo objeto de deseo de las firmas de moda sin dejar de parecer un hombre.

Por el camino, presentó sus creaciones en el Nou Camp y fue pionero en abrazar la venta por Internet. Ahora, en los albores de su década dorada, el alemán vende su firma a la compañía italiana Zeis Excelsa y planea una nueva reinvención.

Visto con 10 años de perspectiva, su mezcla de fútbol y moda ha sido un éxito. ¿Estaba usted seguro de lo que se traía entre manos cuando decidió presentar su nueva visión en el estadio de San Siro? En 2001 no tenía ni idea de lo que estaba haciendo. En un rincón estaban las marcas de ropa deportiva; en el otro, el mundo de la moda. Hoy las fronteras se han diluido y Adidas o Nike son protagonistas en el universo de la moda. Hace una década, ambos mundos se miraban con recelo y cierto desdén. Entonces, decidí que todos me miraran a mí con recelo y desdén. Para lograr mi objetivo, llevé al estadio de San Siro a un montón de gente de la moda que estaba convencida de que se moriría sin pisar un campo de fútbol. Fue divertido ver sus caras.

¿De dónde sacó la idea de mezclar dos de los por entonces más antagónicos universos? Bueno, yo siempre he sido más de sexo, drogas y rock and roll, pero un día leí que el Inter se había gastado una fortuna en fichar a Ronaldo y pensé que aquello era una locura. Días más tarde, entré en la habitación del hijo de un amigo. El chaval era por entonces un adolescente, y vi que de las paredes no colgaban afiches de Deep Purple, como en la mía cuando tenía su edad, sino de futbolistas. Esta es la historia que le puedo contar, pero no me pida razonamientos más profundos. El libro contiene entrevistas de hace 10 años. Si las lee, verá que ni entonces ni ahora soy capaz de explicar los motivos de todo esto.

El cruce entre moda y deporte ha sido clave para entender mucha de la moda de la pasada década. Además, el fútbol ha dejado de verse como algo vulgar y ha entrado en el terreno de la fantasía y el 'glamour'. ¿Siente usted haber capitalizado su visión, o cree que hay algunos trenes que se le han escapado y algunos competidores que le han rebasado? Mucha gente se dio cuenta de que esto se podía hacer gracias a mí. Se inspiraron en mí al ver que estaba haciendo lo correcto, lo pillaron y ganaron mucho más dinero que yo, porque siempre he sido demasiado pequeño como para poder capitalizar todo esto como otros han hecho.

¿Siente que su propio éxito terminó por complicar su forma de trabajo? De algún modo sí. Al principio, acercarse a los futbolistas y hablarles de este proyecto mío era mucho más simple. Solo debías llamarles. Ahora hablas con un mánager, y lo único que desea el mánager es dinero, así que no importa lo mucho que le pueda apetecer al jugador hacer algo para mí, es el mánager el que lo controla y muchas veces el que dice no sin siquiera llegar a consultárselo al futbolista. Por eso, poco a poco, he ido abandonando la idea de contar con grandes estrellas. Cuando empecé a contar con ellos, lo hacían por ego o por sentido de la aventura; ahora lo hacen solo por dinero.

¿En algún momento se planteó adosar Bikkembergs a alguna de las grandes firmas deportivas? Jamás. Si no me hubiera creado un universo propio, tal vez hubiese tenido sentido tratar de adosarse al de las grandes marcas, pero yo ya me había fabricado mi mundo. Era una idiotez tratar de meterme en el suyo. Además, eran ellos quienes querían lo que yo estaba haciendo. Juntarme con ellos hubiera sido un suicidio creativo. Ellos han de agradar a todo el planeta. Eso debe ser horrible.

¿La idea de la firma de deporte como revitalizadora del universo de las tendencias ha sido algo exagerado? Creo que sí, pero ha sucedido porque la moda estaba desesperada y las grandes firmas de deporte se las saben todas. Todo el mundo dice querer algo nuevo, pero nadie se atreve a ir más allá de Adidas y Nike. Los dos grandes ejercen tal poder que han seducido incluso a aquellos que buscan ser diferentes. En cualquier otro campo de la moda existe un público que prefiere lo desconocido, lo original. En la moda deportiva no. Es el único terreno en el que lo más guay es llevar lo más popular, lo más reconocido a nivel universal. Como comprenderá, dos marcas que han logrado esto no necesitan a un tipo como yo.

¿Siente que el mercado de la moda se ha saturado y que, ni en épocas duras como esta, no parece que exista ninguna intención por racionalizarlo? Exacto. Viajo mucho y veo que Europa está acabada. Ya no hay nada que hacer aquí. Hay demasiada oferta de demasiadas cosas, y la gente insiste en desear lo que no puede tener, o en esperar que le den 10.000 opciones de cada elemento. Y eso no es sano ni está bien. Eso se va a acabar porque no tiene sentido, es insostenible y ridículo. Nos pasamos el día imitándonos los unos a los otros para crear versiones con mínimas variaciones de lo que están haciendo los otros. Sostener un mercado bajo estos preceptos es suicida. Europa y EE UU se van al garete, y no lo digo con tristeza. Míreme, estoy sonriendo. Es un ideal. Me mudo.

Usted siempre ha destacado por afrontar la moda masculina desde la virilidad. ¿Cómo ve esta feminización del armario del hombre que se sobreviene desde hace varias temporadas? ¡Eso es horrible! ¡Fatal! Pero no nos engañemos, es algo que hace la moda para la gente de la moda. Es lo mismo que sucedía al final de los noventa, cuando todos se debían vestir de negro, como si no hubieran existido nunca los colores. Lo masculino se vuelve femenino y se borran las fronteras, y todas esas frases hechas sobre androginia y demás aparecen de nuevo. Pero lo hacen solo en las revistas y en los desfiles, y van destinadas a los que leen las revistas como si fueran la Biblia y se plantan en los desfiles como si acudieran a la iglesia. Es un porcentaje ridículo de la población mundial, afortunadamente. Siento que un tío de verdad debe comportarse y tener aspecto de tío. Jamás he comulgado con la idea de que un hombre debe suavizarse para ser sexi. Creo todo lo contrario, que debe potenciar sus atributos masculinos, y eso es lo que lo convierte en sexi. Ya no queremos más jeans apretados para hombre, ni más estupideces. ¡Basta! No hay nada menos sexi que un hombre que parece preocuparse demasiado por su aspecto. Es algo horrible. El hombre que fuerza en exceso su estética resulta grotesco.

¿Dejó de hacer ropa de mujer para tener que comerse menos la cabeza? ¿Volverá a las mujeres? Lo dejé porque me estresaba, pero no puedo decirle si volveré o no. Mire, el armario masculino tiene un límite. Las combinaciones de ropa y los colores y lo que sea que se adose a las prendas cuenta con una gama mucho más limitada que el de las mujeres. Por eso someter al armario masculino a los constantes vaivenes que las tendencias provocan sobre el femenino es una locura. No tiene sentido. ¿Cuántas más prendas iguales quieren que los hombres compren cada seis meses? Revisando los archivos mientras preparaba el libro me di cuenta de que había piezas que había diseñado hace dos décadas que las podría relanzar ahora y nadie se daría cuenta. El chico que podría comprarlo ahora ni siquiera había nacido entonces. Me he dado cuenta que he estado dos décadas dándole la vuelta a lo mismo. El hombre que tenía 30 años entonces se parece muchísimo al que tiene 30 hoy. Nada cambia. Nunca. Bueno, hay cosas del mundo que evolucionan, claro, pero en este universo nuestro nada cambia jamás.

Proviniendo de la celebrada escuela de Amberes y tras compartir generación con Dries Van Noten o Ann Demeulemeester, ¿podría entenderse su reinvención futbolera como un acto antimoda o como una capitulación ante el lado más comercial de este mundo? Me cansé muy pronto de la moda, así que hice mi propia película, creé mi propio mundo. No hice evolucionar nada, ni creí estar inventando nada. Triunfé porque hice una representación de mi universo que acabó por gustar, pero jamás sería tan petulante como otros que creen que son los culpables de que el mundo gire. Tuve un arrebato y salió bien. Lo cómodo hubiese seguido crear zapatos para mujeres y, simplemente, cada seis meses hacer los tacones más altos.

¿Qué cree que opinan de usted sus excompañeros? Me odian. Estoy seguro de que me odian a muerte, pero no me importa.

Si los futbolistas fueron las nuevas estrellas del rock, ¿pueden ser los entrenadores los nuevos futbolistas? Imposible. Los entrenadores jamás serán tan importantes. Sería interesante que sucediera algo así, pero no creo que pase porque hay demasiado dinero en este mundo, y cuando hay mucho dinero, acostumbra a haber poca imaginación. Contratan a Beckham, y luego, cuando se les pasa, buscan un nuevo Beckham. Cristiano Ronaldo aparece como una especie de nuevo algo, y cuando Ronaldo empiece a pasar, no buscarán nada distinto, buscarán un nuevo Cristiano.

¿Cómo valora su experiencia como propietario de un club de fútbol, el FC Fossombrone de la Serie D italiana? Lo tuve cinco años. Luego me deshice de él. Quería mandar un mensaje con ese equipo, contar que había cosas que se podían hacer y mostrar de un modo diferente. Pero tuve que abandonarlo antes de que arruinara por completo mi vida. El estrés que provoca tener un equipo es demasiado para mí.

¿Era un equipo de cuarta porque no tenía usted más dinero o porque quería romper una lanza a favor de los pequeños? Un poco de cada. Mire, lo que quería hacer, ya lo hice. Jamás me puse límites, y por eso me siento hoy tan realizado y, a la vez, tan desorientado. Este libro ha sido catártico. Ha servido para repasarme, revisitarme y confirmarme que hay muchas aventuras que ya no puedo volver a emprender. Como tener un equipo, contratar a otro futbolista para que viva en el aparador de mi tienda en Milán o hacer otra campaña con una megaestrella. ¿Usted cree que Cristiano Ronaldo necesita mi dinero? Claro que no.

¿Dónde se ve en un par de años? En Sudamérica. Allí, todo lo que hemos estado hablando de moda y fútbol está por hacer. ¿Usted sabe la que se puede liar en el momento en que esta aproximación se popularice allí? Será algo grande.

¿Qué decisiones incorrectas siente haber tomado? No me arrepiento de nada. Simplemente, porque pienso mucho antes de hacer cualquier cosa. Solo emprendo un proyecto cuando estoy completamente seguro. Además, desde que esto empezó a funcionar no he tenido que hacer como otros, que se convirtieron en diseñadores y hombres de empresa. Cuando supe que empezaban a salir cargamentos de ropa hacia Turquía, China o Rusia, me di cuenta de que podía concentrarme definitivamente en lo mío. Ya no debía preocuparme porque esto fuera económicamente viable. Si hubiera tenido que ocuparme del aspecto comercial, seguro que ahora no le respondía que no me arrepiento de nada.

¿Cómo explica que una firma que mezcla moda y fútbol no haya arrancado en Inglaterra, cuna del balompié, ni en Francia, madre de la moda? En Inglaterra jamás funcionó porque su idea de fútbol es de tíos blancos y grandes. Tienen una tradición estética que jamás conectó con la mía. A pesar de que su fútbol y su moda han evolucionado con el paso de los años, lo mío les parece muy latino. No lo pillan. Pero el peor territorio es Francia. Recuerdo llegar allí a una de mis primeras presentaciones y la chica de la agencia de comunicación me lleva a un rincón y me dice, por favor, que cuanto menos hable de fútbol, mejor. Para ellos, esto de la pelota es una vulgaridad. Eso sí, en Alemania arraso, y la selección ha ganado unos cuantos mundiales.

¿A usted le gusta el fútbol? Sí, claro.

Diez años después de abrazar el balompié como fuente de inspiración estética, el modista Dirk Bikkembergs, sigue sin ceder a los convencionalismos.
Diez años después de abrazar el balompié como fuente de inspiración estética, el modista Dirk Bikkembergs, sigue sin ceder a los convencionalismos.
El futbolista Fabrizio Ravanelli (apodado <i>Penna Bianca</i> por la afición) se retiró en 2005. Y se subió a la pasarela milanesa de la mano de Bikkembergs.
El futbolista Fabrizio Ravanelli (apodado Penna Bianca por la afición) se retiró en 2005. Y se subió a la pasarela milanesa de la mano de Bikkembergs.

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