Paul McCartney, con el coreógrafo y bailarín Peter Martins / CORDON
Danza a ritmo de los McCartney
En el siglo XXI nadie se resiste a poner a una celebridad en su cartel. Ni siquiera el mundo del ballet, antaño entregado a rendirle pleitesía a sus propios dioses, por lo general ajenos a las revistas del corazón. Pero los tiempos cambian y parece que para conseguir la atención del público un nombre famoso puede marcar la diferencia en la taquilla, así que ya nadie se resiste a su embrujo.