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Columna
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Pim, pam, pum

Más policías y menos educadores, esta es la nueva receta de la presidenta de la Comunidad de Madrid para afrontar la crisis y generar empleo, una policía autonómica contundente y expeditiva como los mossos catalanes, una guardia pretoriana que la proteja del pacífico acoso de los "indignados" que, según sus palabras, han tomado la Puerta del Sol por La Bastilla. Alérgica a las tildes y adicta a las mayúsculas, como demuestra en su carta a los "Queridos Profesores de Educación" (hay amores que matan), Esperanza Aguirre se perdió muchas clases de ortografía pero defiende el analfabetismo bilingüe como opción educativa. En las clases de Historia tampoco estuvo muy atenta, la Bastilla que tomaron los indignados de la Revolución Francesa no era una plaza sino un castillo, presidio y fortaleza, un símbolo de la represión como lo fue hasta hace unas décadas la antigua Casa de Correos, luego Dirección General de la Seguridad del Estado y hoy sede de la Comunidad de Madrid, un edificio siniestro por el que aún deambulan los fantasmas de algunos de los que sufrieron persecución por la Injusticia en sus lúgubres calabozos. Cuentan que aún circula por sus mazmorras el esperpéntico ectoplasma de Max Estrella el protagonista de Luces de Bohemia que recaló en ellas.

Aguirre no estuvo muy atenta en las clases de Historia: la Bastilla no era una plaza, sino un castillo

Encastillada en su Bastilla, la presidenta "Sacó a la policía autonómica del baúl", como titulaba este periódico, una policía imposible y apolillada, pues el Estatuto de Autonomía no contempla la existencia de una policía autonómica. Pero si la otrora intocable Constitución puede hoy reformarse, estirarse o encogerse para pasar por la puerta de atrás, sin contar con la ciudadanía, por qué no se va cambiar el Estatuto para que Esperanza tenga su PAM (policía autonómica de Madrid), un cuerpo explosivo de mucha élite y mano dura. ¡Ya está bien de mariconadas! como arengó un mando de la policía municipal a sus mesnadas antes de liarse a porrazos contra los ateos indignados, un lema que podría campear a la puerta de los cuarteles de la PAM como inspiración para nuestros "guardias de la porra", traducción al castizo de los ejemplares Mossos d'Esquadra. Los "guardias de la porra", los nuevos guindillas, no llevarán chaqueta para no resucitar el chistecito de "ser más vago que la chaqueta de un guardia" y gozar de libertad de movimientos para aporrear, con "molinete" o de "sobaquillo". Su uniforme deberá basarse en el traje regional autonómico de chulo o chulapo con su gorrilla (parpusa) y su pañuelito (safo) al cuello, de color rojo y tachonado de estrellas comunitarias. La porra de reglamento será un poco más larga y más gruesa que la de los otros cuerpos, una innovación destinada a resaltar cómo las gastan y lo bien puestos que los tienen nuestros maderos. Su himno El Pichi de Las leandras y de Celia Gámez, posible patrona del cuerpo. "Pichi, es el chulo que castiga del Portillo a la Arganzuela" entonarán viriles y aguerridos nuestros policías autonómicos para darse ánimos antes de salir a repartir estopa en nombre de Esperanza por los alrededores de su Bastilla.

Aunque la presidenta se muestre extremadamente reacia a invertir en educación, es posible que algunos de los nuevos centuriones necesiten clases de apoyo para una correcta inmersión lingüística en la lengua de Arniches y de Ramoncín, con arrastre de sílabas y mucha prosopopeya: "Disuélvase caballero y no me obstaculice la circulación viaria de la peatonalidad circundante. ¡Vamos palante!. Con frases como esta y hostias como panes, el honor y la integridad física de nuestra presidenta autonómica estarían plenamente garantizados y a Esperanza Aguirre le quedaría tiempo para subcontratar a un exprofesor interino, desinterinizado tras los últimos recortes, para repasar la ortografía y no confundir la ira con el irá y esta con está, sirva un ejemplo: "Esta ira de los indignados no está justificada y no irá a ninguna parte", escríbase cien veces. Reflexione también la alumna sobre las diferencias entre más adverbio comparativo y mas, conjunción adversativa que significa pero, como en la frase: "Mas yo no creo que haya que hacer más concesiones a los indignados". Más educación y más ortografía no están de más, mas no piense la presidenta que con eso basta, esta vez está equivocada y su ira no irá a buen puerto. Nos vemos en la Bastilla esquina a Sol.

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