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Crítica:68ª edición de la Mostra de Venecia
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

David Cronenberg lleva al Lido su perturbador retrato de Freud y Jung

Carlos Boyero

Hace unos meses volví a ver Freud, una indagación poderosa y sombría de John Huston sobre la personalidad de un hombre que cambió el pensamiento del siglo XX. Montgomery Clift aporta su torturado mundo y esos ojos incomparables que podían expresar tantas cosas para meterse con convicción en la piel del hombre que interpretaba los sueños. En la literatura, Nicholas Meyer unía a Freud con Sherlock Holmes en la deliciosa Elemental, Dr. Freud para resolver misterios y hace unos años al ingenioso Jed Rubenfeld se le ocurrió en la novela La interpretación del asesinato que durante el famoso viaje de Freud y Jung a Nueva York el primero utilizara su sabiduría para descubrir a un asesino.

Mi descubrimiento en 'Un método peligroso' es el actor Michael Fassbender
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No he leído la novela de John Kerr Un método peligroso. Ha sido el punto de partida para que Christopher Hampton, autor del prodigioso guion de Las amistades peligrosas, desarrolle en una obra de teatro y, después, en otro guion notable la compleja relación entre Freud y Jung. También la historia de amor y de exacerbado deseo entre Jung y Sabina Spielrein, una mujer aquejada de una neurosis salvaje que comenzó siendo paciente de Jung y acabó convirtiéndose en eficaz ayudante y problemática amante.

Este material psicológico y estos personajes que bucean en la oscuridad de la mente y de los comportamientos, forzosamente tenían que ser objeto de deseo para David Cronenberg, uno de los directores más retorcidos e inquietantes que existen. Por afinidad y por vocación Cronenberg era el autor más indicado para resucitar en el cine a los inventores del psicoanálisis. Ese cine que siempre se ha ocupado de la anormalidad, la violencia, la alucinación y el sexo. Durante mucho tiempo con resultados discutibles, pero en sus dos últimas y admirables películas Una historia de violencia y Promesas del Este, Cronenberg había despojado su estilo de tremendismos innecesarios, era tan entendible como conmovedor narrando historias muy duras.

En Un método peligroso sigue utilizando esa precisión narrativa para contar con profundidad y emoción las contradicciones entre lo que dicta el cerebro y lo que exige la piel y el corazón. Está modélicamente descrita la pasión entre Jung y Sabina Spielrein, la tortura de ese marido que pretende ser ejemplar al liarse saltándose los códigos profesionales con una enferma con la que tenía la responsabilidad de intentar curar su mente. También funciona su abandono del magisterio de Freud, la rotura dolorosa e irreparable entre dos científicos que siempre habían estado de acuerdo en sus revolucionarias interpretaciones sobre los orígenes de las enfermedades psíquicas.

Mi mayor prevención ante esta película era el protagonismo de Keira Knightley, actriz de la que nunca he comprendido las razones de su estrellato. Me daba miedo verla interpretar a una histérica, con el consecuente recital de gritos y expresividad enloquecida. Sorprendentemente, me la creo. Cronenberg imagina a Freud permanentemente con un puro en la boca y una copa en la mano desarrollando sus arriesgadas teorías. Cuentan que este pasó una larga época devorando cocaína, pero Cronenberg no utiliza esto. Viggo Mortensen humaniza a ese hombre legendario. El que sí se mete de todo es el profesional de la transgresión e infatigable buscador de sexo Otto Gross, convincentemente interpretado por Vincent Cassel. Pero el gran descubrimiento para mí en Un método peligroso es Michael Fassbender, tan sobrio como veraz interpretando a ese Jung sufriente y reflexivo, abarrotado de sentido de culpa de su esposa, su amante y su maestro. Es una película tan sólida como perturbadora. Cronenberg ha resuelto con talento un desafío complicado.

Del cine existencialista que hace Philippe Garrel solo tengo noticias cuando acudo a los festivales, su espacio natural y único. Por suerte para mí, su cine no es prolífico. Reconozco el mérito de Garrel en Un été brûlant al haber convencido a Monica Bellucci de que aparezca desnuda en un plano tan largo como gratuito. Pero no más. Garrel mantiene su habitual y plúmbeo tono de director entre amateur y experimental profundamente atormentado por el fracaso de las relaciones amorosas. Aquí retrata el infierno de un pintor nihilista cuando su mujer decide abandonarle. Se supone que también es una exaltación del valor de la amistad cuando todo es desolación. Pero Garrel logra que ese supuesto mapa del sufrimiento y de expresiones grandilocuentes sobre las miserias de la condición humana, solo provoquen indiferencia o hastío.

Aleksander Sokurov, con el León de Oro que le acredita como ganador de la 68ª Mostra de Cine de Venecia.
Aleksander Sokurov, con el León de Oro que le acredita como ganador de la 68ª Mostra de Cine de Venecia.ERIC GAILLARD (REUTERS)

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