De esfera a patata
La Tierra aspira a ser redonda, pero miren lo que le sale. La Tierra, como podemos comprobar en esta imagen de precisión milimétrica, es una patata, y nosotros, su singularidad. Somos la singularidad de una patata. Olvídense, pues, de la esfera ligeramente achatada por los polos. La revelación resulta un poco decepcionante, como la mayoría de las revelaciones. Nos gustaba el rollo de la esfera porque esa figura geométrica era también el símbolo de la perfección y de la simetría. Nos mirábamos en la esfera, como nos miramos en El Corte Inglés, y nos decíamos: qué bien estamos madurando tú y nosotros. La idea de la esfera nos devolvía una imagen como de clase media ordenada, una clase media a la que no podía ocurrirle nada porque había hecho bien los deberes y gracias a ello los sábados podía comprar un poco de marisco en el Hipercor del barrio (quizá una dorada para hacer a la sal). Pero hete aquí (qué rayos significará hete aquí) que en plena crisis económica y de valores (en el caso de que las crisis de valores no sean económicas) llega un observatorio espacial capaz de obtener fotografías tridimensionales de una precisión milimétrica y nos muestra la imagen que tienen ustedes a la vista. Esto es lo que hay. Somos deformes. A ver con qué ánimos se arrastra ahora uno por el suelo de este planeta sabiendo lo que sabe de él. Decíamos al principio que la Tierra era una patata, y nosotros, su singularidad. Lo de la singularidad nos salió en un impulso caritativo que vamos a mantener por ahora, para que no se nos caigan todos los palos del sombrajo a la vez.
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