"Lo intento hacer todo bien, pero no sé si podré salir adelante"
El abatimiento cunde entre los atrapados por el retraso en los pagos
Unas 300 personas esperan su turno. Son las 12.30 y el vigilante que organiza la cola grita: "¡J71!". Sin letras, estaría llamando al número 971. La reforma del pago de la Renta Mínima de Inserción (RMI) ha convertido la oficina del Departamento Bienestar Social de Barcelona, y las de toda Cataluña, en escenario de las más tristes peregrinaciones veraniegas.
A. P. (28 años) ha tramitado la RMI desde diciembre, pero solo empezó a cobrarla en julio. En este tiempo ha ido malviviendo donde podía. Ahora tiene apalabrado un modesto alquiler, pero lo perderá si esta semana no da la señal. Ha avisado a la asistenta social. "Lo estoy intentando hacer todo bien pero no sé si podré salir adelante". "Creo que falta humanidad. No sé cómo han tomado esta decisión los políticos desde sus despachos con aire acondicionado", concluye. Las nuevas condiciones de pago -un cheque nominativo enviado por correo en lugar de transferencia bancaria- la han sumido en la ansiedad. No sabe a cuál de los muchos sitios donde ha ido viviendo habrán mandado el talón. "Igual está en Correos", aventura.
Miles de personas (113.000 dependen en Cataluña de la RMI) se concentran cada mañana para conocer la situación de su expediente y tratar de acelerar el cobro de los 420 euros al mes (con complementos para hijos) con los que deben pagar el alquiler, comida, recibos y todos sus gastos. Ayer, día 8, muchos no sabían cuándo recibirán un dinero que esperan desde finales de julio.
Desiré Ceacero tiene el número K34. Vive sola con sus dos hijos. Para pagar la hipoteca, para comprar comida, para los recibos... no tiene quién le ayude. "He recibido una carta que dice que el día 5 me enviaron un cheque con 15 días de validez. Han pasado cuatro días y no he recibido nada". Contando los intereses por no pagar a tiempo las facturas, le van a quedar 100 euros para pasar el mes. El jueves es el último día para evitar que le corten el agua. "Si estuviera sola me daría igual, me buscaría la vida como fuese, pero con los niños... He robado para darles de comer", admite.
Maite San Martín tampoco ha recibido el cheque de la RMI. Hace años que solo hace trabajos basura. A sus 49 años, está "muy desanimada". Últimamente solo ha conseguido trabajos de reciclaje laboral: fregando platos o de cocinera, sin cobrar. "Estoy en un piso compartido con tres personas que están en mi misma situación y si no pago mi parte perdemos el alquiler", lamenta.
Maite, como la gran mayoría de perceptores de la RMI, no tiene inconveniente en que la Generalitat revise los posibles fraudes. "Me parece bien que el que no deba no lo cobre. Pero para nosotros esto es una puñalada trapera".
"¡Queremos comer!", gritan cuatro o cinco personas. Los demás no se ven con ganas de jaleo. El vigilante llama al siguiente. Enrique Fernández, de 33 años, espera en la cola. "España va a reventar. Que se bajen el sueldo los políticos, que prueben a vivir con 400 euros", denuncia. Ha trabajado en la chatarra y en el mercadillo. Tiene tres hijos, el pequeño todavía toma leche. "Si me quedo sin nada, robaré. Mi mujer y yo nos quedaremos sin comer pero mis niños tendrán pañales y comida", asegura.
A Juan Valdés, de 42 años, ya le han atendido en Bienestar Social. No le han dado ninguna solución. "No me llegó el cheque; a cambio recibí una carta en la que me avisan de que tenía tres días para llamar a un teléfono, y si no lo hago perderé mi subvención. El teléfono está siempre colapsado, tengo que conseguir que me lo cojan para que me den cita y revisen mi caso".
En la oficina de Bienestar Social de Tarragona el ambiente era igual de crispado. "No tengo dinero para comprar comida, hoy me van a echar del piso y aquí nadie me dice cuándo cobraré la ayuda. ¡Esto es vergonzoso!". Karim tiene 32 años y emigró desde Marruecos hace 11 años. Trabajaba como albañil hasta que se quedó en paro. Los 420 euros de la RMI son su único sustento. "200 son para la habitación, y el resto para comida y transporte, no me basta ni para sobrevivir", gritaba airado mientras rompía la carta de la Generalitat en la que se explicaban las nuevas condiciones de pago.
Karim tampoco había recibido ningún cheque. "Me han embargado el coche y el piso, he pedido 1,20 euros para coger el bus y acercarme a mi antigua casa pero no había ningún aviso", afirmó. Sostiene que se las ingenia para conseguir comida. "Estoy tan nervioso que me he saltado el Ramadán", decía con los ojos llorosos.
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