"Soy una tortuga que siempre llega a la meta"
En el mundo de la música, tal y como lo conocemos hasta ahora, las siguientes cifras serían, casi siempre, sinónimo de sexo, drogas y rock and roll. Al menos de provocación o de una estudiadísima imagen enfocada directamente a lo que se conoce como fenómeno de fans. Pero en el mundo de Jorge Ruiz, cantante, compositor y alma del grupo Maldita Nerea, las cosas son distintas. Los más de 12 millones de visitas en Youtube, los 120.000 seguidores en Facebook, los 40.000 de Tuenti, los 37.300 en Twitter, las 3.000 visitas diarias en la web oficial del grupo y sus 170.000 visitas en Myspace responden al liderazgo de un chico de 34 años de Murcia más bien tirando a normalito, que aún hoy mantiene su gabinete de logopeda y que decide conscientemente no aparecer en las portadas de los discos de su propio grupo.
"Una canción que no diga nada me da urticaria. Tenemos que mojarnos"
"No creo que quien se esté bajando mis discos de la red me esté robando"
Ruiz no posee la típica imagen del artista con el que las quinceañeras forrarían sus carpetas, tampoco basa su propuesta en los ritmos pegadizos de la electrónica o el pop que arrasa en los primeros puestos de las listas de ventas. Sin embargo, es capaz de llenar estadios de jóvenes que cantan (y no es una exageración) desde la primera hasta la última de las palabras que él ha escrito en sus canciones.
En una carrera de 10 años, con tres discos de larga duración -uno de ellos autoeditado-, Maldita Nerea ha logrado colarse en los corazoncitos de un ejército de jóvenes que se ven absolutamente reflejados en los mensajes de amistad, bondad y amor que lanza la banda. Poco a poco, y con mucha ayuda del boca a oreja y de las redes sociales, Maldita Nerea ha logrado finalmente hacerse un hueco en la cima de las listas.
En su gira de 2010, el grupo consiguió colgar el cartel de no hay localidades en cada uno de sus 150 conciertos a lo largo de todo el país, incluyendo el Palacio de Deportes de la Comunidad de Madrid y el Sant Jordi Club de Barcelona. También en 2010 fueron galardonados con tres premios 40 Principales: mejor grupo, mejor canción y artista revelación.
Ahora Maldita Nerea ha vuelto a la carretera con nuevo trabajo y nueva gira denominados Fácil. Una propuesta low cost con la que Ruiz trata de revalidar su sitio en esa jungla que es, cada vez más, la industria musical.
Todas sus letras hablan en positivo o tratan sobre el amor o la superación personal. ¿No le gustan las canciones tristes? Sonreír es mi tendencia natural de hacer las cosas. En el arte, y también en la música, está muy extendida la vinculación de la obra con el terror o el dolor. Sin embargo, la neurociencia está demostrando que lo contrario, estar feliz, es aún más creativo. A mí, una canción que no diga nada me da urticaria. Pienso que tenemos que mojarnos.
La mayoría de su público está formado por adolescentes, y la adolescencia parece ser sinónimo de tormento y sufrimiento. ¿Cómo se explica que su mensaje positivo cale tanto? No lo hago premeditadamente. Mi forma de pensar es la siguiente: yo necesito ser feliz y si tú eres mi colega, no puedo verte de mal rollo. Siempre intentaré, en la medida de lo posible, que superes esa mala situación. Yo compongo una canción y si no me siento bien con ella, esa canción no llegará nunca al público. Eso responde al corte vitalista de mis canciones.
Pero tanto 'buen rollo' tiene que obedecer a algo especial. Tiene que tener algo escondido detrás... Sí, el miedo. Por motivos familiares vinculados a la depresión, he tenido una cercanía muy intensa con el miedo. Me ha marcado desde niño y durante toda la vida. La depresión, cuando se instaura y se convierte en crónica, es un infierno. ¿Por qué le tenemos tanto miedo al miedo? Tiene mucho que ver con la educación: desde pequeños nos entrenan para ser unos miedosos. Además, en mi caso, el haber tenido tan cerca la depresión me llevó, en determinado momento, a no entender nada... La depresión genera ansiedad en todo el entorno. Yo he sido ansioso y no lo sabía. Fue cuando empecé a leer y a estudiar sobre la ansiedad cuando comencé a atar cabos. En la respuesta al miedo se esconde, sin ninguna duda, la razón por la que todo mi trabajo se basa en una línea de optimismo.
¿El miedo le llevó también a tratar a chavales con dificultades en el lenguaje? No. Eso responde más bien a mi necesidad comunicativa.
¿Por una necesidad de comunicación quiso dedicarse a la logopedia? Sí, y me convierto en buen estudiante cuando me pongo a estudiar logopedia. Soy maestro de audición y lenguaje que atiende las necesidades de sordos o niños con dificultad en el lenguaje. Primero me matriculé en Derecho, pero como no era vocacional me hinché a hacer canciones. Por entonces ya cantaba y tuve la suerte de padecer disfonía y tener que acudir a la foniatra. Me dijo que mi problema tenía que ver con la ansiedad y eso me preocupó mucho. Entonces vi la luz. Ahí descubrí la terapia de voz y encontré una vocación. La terapia de voz es todo música.
¿Desde cuándo escribe canciones? Desde que tenía uso de razón. Probablemente por lo tímido que soy. Con cinco o seis años ya escribía canciones. En el colegio me sentaba de los últimos, escondido, y los profesores me solían dar toques de atención por estar en mis cosas, escribiendo canciones.
¿Así que fue usted un niño prodigio? No. No tengo formación musical. Soy autodidacto. Mi padre me decía: "¿Tú adónde vas con la música... Mañana, qué va a ser de ti?". Mi padre es delineante y mi madre enfermera, y ambos se acaban de jubilar este año. Yo he trabajado en Telepizza o en bares para pagarme mis instrumentos y mis cosas. Y no era buen estudiante: era... el creativo. Con el tiempo he entendido que a mí lo que me gusta es comunicar.
¿En su caso se solaparon ambas vocaciones, la musical y la enseñanza? Fue un punto de inflexión. Grababa cosas y compraba cacharros para hacer música en casa. No tenía ni idea, pero de alguna forma debía plasmar todo lo que había en mi cabeza. Me compré mi primera guitarra y componía con cuatro acordes. Luego compré una grabadora casera de cuatro pistas. Me daba vergüenza ir a un estudio. Aquello sí que era mi vocación. Así que llegó un momento en el que decidí irme a Salamanca a estudiar logopedia, grabarme una maqueta y dejarme de gilipolleces.
Y más tarde, ¿cómo fue su viaje hacia la música real? Empecé presentando mi trabajo a compañías editoriales. Ellas no buscan artistas, sino canciones. Mi primer contrato fue con Warner Chapell. Ellos me buscaron discográfica: Universal. En ese proceso me encargué de preguntarlo todo, de enterarme de todo, y comencé a entender cómo funciona la industria. Eso ha sido básico para entender Maldita Nerea. Universal no nos dio ningún tipo de desarrollo y no nos renovó. Y de pronto me quedé sin compañía y comprendí que no estaba haciendo las cosas bien. Quería ir demasiado deprisa. Ahí es cuando sale la tortuga [el logotipo de Maldita Nerea es una tortuga y su primer gran éxito se titula El secreto de las tortugas] y descubro que si paro no pasa nada... Hay que ir despacio, pero sin parar.
¿Cómo se las arregló solo en el difícil mundo de la industria discográfica? Fueron nueve meses de absoluto caos. Dentro de mi nivel, tuve que convertirme en empresario. Conseguí que dos amigos me prestaran dinero. La grabación de El secreto de las tortugas costó 9.000 euros. No fue mucho dinero. Y la canción ya se ha convertido en un clásico nuestro. Aquello fue fe ciega: "Te doy mi pasta y ya nos veremos". Para salir a tocar tuve que pedir un crédito a un banco con el que me pagué parte de la gira y monté mi gabinete de logopedia, que todavía mantengo. Luego conseguí anticipos de mi compañía editorial cuando nadie conseguía anticipos, en ese sentido se portaron bien conmigo y confiaron. Ahí es donde nos convertimos en un grupo independiente. Independiente me refiero a la autoedición: yo me lo pago todo. No tenía multinacional ni mánager. Después llegó mi mánager y él nos consiguió multinacional (Sony) y finalmente seguimos siendo un grupo independiente, pero con el apoyo de una multinacional.
Digamos que ha gastado gran parte de su energía en que esa tortuga se convierta en gacela, pero sin estrés. En una gacela no. Pero soy una tortuga que siempre, siempre, llega a la meta.
Lo digo porque, entre otras cosas, usted se fue a visitar a todos los directores de cadenas de radio fórmula para que le explicaran por qué la música de Maldita Nerea no sonaba. Yo quería que mi música llegara al mayor número de personas posible. No por el reconocimiento social, que no me interesa, sino para que el mensaje llegue, que para eso lo hago. Fui a preguntar qué era lo que estaba haciendo mal, simplemente. Yo no entiendo el mercado, pero sí de contenido. Lo que ocurrió con esas citas fue que al menos conseguí atención. Y finalmente decidieron programarnos porque creyeron que les podía interesar.
¿Le pidieron dinero? No. No hay trampa ni cartón. Ellos se rigen por audiencias y si va bien, lo ponen, y si no, no.
¿Cuál fue el resultado de aquellos contactos? Todos los singles de Maldita Nerea han sido número uno. Todos. El actual, Fácil, estuvo en el 2 y ahora está en el 4. [Al cierre de esta edición, Fácil había alcanzado el número uno en descargas de iTunes]. Pero todas mis canciones han dado bien de audiencia y me quedo flipando al estar en el top 5 con Rihanna o David Guetta... Eso me demuestra que los endemismos como el nuestro pueden funcionar.
Habla de Maldita Nerea como un grupo, pero de la formación original de la banda solo quedan usted y otra persona. Además, usted lo controla todo, compone y es la cabeza visible. ¿No estará enmascarando la figura de un cantautor dentro del nombre de un grupo? La palabra cantautor tiene en España unas connotaciones de las que yo carezco. Maldita Nerea es un equipo. En el mundo del pop ahora hay cuatro grupos: U2, Coldplay y dos más... ¿Bruce Springsteen es solo él? Es él y su banda. Pero tampoco es un solista. Si nos ponemos a valorar las connotaciones del término cantautor, me repele esa palabra. No son nada optimistas y creo que son bastante aburridos. Y ojo, mis canciones tienen contenido social, y muy grande.
¿De qué tipo? ¿No es contenido social decirte: "Tronco, tú vales mucho"? ¿No es contenido social decir: "Tus amigos son lo más valioso que tienes"? No hay más contenido social que el pedagógico y el educativo.
¿Así que una de las cosas que usted quiere hacer con sus canciones es educar? No. No es tanto educar como hacer reflexionar a la gente. No creo ser quién para educar. Pero sí creo que sé llegar al qué y al cómo de las personas.
¿Está usted casado? No creo en el matrimonio. ¿Por qué tengo que escribir mi amor? Tengo un acuerdo verbal con ella y ahora mismo la única razón por la que me interesaría casarme sería por un asunto fiscal. Tengo un hijo de cuatro años y medio y estoy esperando otro. Si me tengo que casar porque sea bueno para mis hijos, lo haré; pero todo el tinglado no me lo creo. Soy de los que creen que si tienes un acuerdo, no vas a mentir. Hasta con mi mánager firmé cuando ya el abogado nos dijo que era necesario firmar.
Le preguntaba si está casado porque está a punto de dar un salto de popularidad, de exposición al público, y la fama puede cambiarle radicalmente la vida. ¿Ha valorado que tal vez no podrá pasear por la calle sin ser asediado? Fácil es el análisis de esa situación. De repente me doy cuenta de que he estado trabajando toda mi vida por esto, pero a la vez sigo teniendo la necesidad de seguir dedicándome a la logopedia, a recibir la energía de esos chavales a los que trato. Será tan sencillo y tan complicado como reconducirlo todo. Si tengo que dar una imagen pública, pues la daré. Y está por ver que se me fastidie la vida. No tengo la fórmula. Pero la proyección que yo quiero dar va a ir enfocada a la educación. Si esto tiene que fastidiarme la vida, al menos, que sea para bien.
¿Qué le parece el fenómeno 'fan'? No me interesa. Yo trato a todas las personas que se acercan a mí como lo que pueden llegar a ser, no como lo que parece que son. Si uno se guía solo por lo que ve, puede volverse hosco. Lo que quiero es ser escuchado. La mayoría de artistas pretenden ser escuchados, aunque muchos de ellos no escuchen. Mi visión es a largo plazo, no a corto. Creo que la gente joven que viene a nuestros conciertos también vendrá dentro de 10 años. Será por una cuestión emocional. Cuando no vea las gradas del Palacio de los Deportes llenas de gente universitaria, tendré que preocuparme. Porque si eres una moda, desaparecerás, y mañana habrá otra.
¿El fan de calidad tiende más a comprar los discos que el fan 'carpetero'? No tenemos ninguna crisis. Nuestro nuevo disco se está vendiendo mejor que los antiguos. Es normal que un nativo digital baje contenidos, es lo que sabe hacer. Por eso no creo que quien se está bajando mi disco me esté robando. Lo que ocurre es que cuando se lo bajan, llegan a una implicación emocional con la música y terminan comprándoselo o yendo a los conciertos. Viendo la página de la SGAE leí: "La copia es lo contrario de la creación". Pues un niño aprende copiando. Se pueden decir muchas cosas de la copia, pero no esa. Para crear tienes que copiar.
¿Con este disco y gira parece que quiere convertirse en un artista 'low cost'? Veo que hay giras absolutamente desproporcionadas y vacías de público. Conciertos a los que nadie va y el promotor palma 200.000 euros por noche. Yo sé que cuando reduzco mi caché soy yo el que cobra menos, porque en Maldita Nerea los sueldos no bajan y el promotor se lleva su porcentaje. Yo no estoy aquí para hacerme rico. Si vivo bien, genial. Lo que quiero es que mis conciertos estén llenos. Y si tengo que poner las entradas a 12 euros, pues las pongo a 12. Pero si una persona en España al escuchar la palabra fácil se acuerda de mí, eso no tiene precio. En el top 100 mundial de Spotify hay al menos seis u ocho temas de Maldita Nerea. Sé que la mayoría de las discográficas buscan la rentabilidad inmediata, pero no han entendido que cuando generas interés, la rentabilidad siempre termina llegando.
Parece una forma de pensar muy cercana al Movimiento 15-M. ¿Cree que los indignados han llegado tarde? Nunca es tarde. Es un fenómeno muy particular. Es espontáneo. Han conseguido cosas como que gran parte del discurso del nuevo candidato de la izquierda esté dedicado al 15-M. Conseguir eso es una barbaridad a nivel comunicativo y el 15‑M está ahí.
¿Se siente implicado en el movimiento? Por una parte sí y por otra no. No estoy de acuerdo en la parte que tiene que ver con el Indignaos, pero es más por una cuestión formal de lenguaje. Soy más de largo plazo. Pero sí me siento muy implicado en el sentido de que era necesario pegar un grito.
Entonces, ¿cómo haría usted las cosas? Creo que es fundamental educar. Es fundamental que un adolescente sepa cómo es el sistema electoral de su país. Que sepa que firmar una hipoteca puede significar ponerse una pistola en la cabeza. A un adolescente solo le dicen: estudia, aprueba con la mejor nota posible y estudia una carrera que, además, tenga salidas. Todo está enfocado al sistema productivo. ¿Y la felicidad? Hay que conseguir un pacto social por la educación.
Una serie de entrevistas con mujeres y hombres de la generación que nació con este periódico hace ahora 35 años. Personajes de futuro que ya han conquistado el presente. Hoy, el alma del grupo musical Maldita Nerea.
Sin rodeos
Su libro favorito: El hombre busca sentido, de Viktor Frankl. La mejor canción que haya escuchado: Dulce condena, de Los Rodríguez. Un lugar para perderse: la Patagonia argentina. Qué personaje histórico le gustaría ser: Gandhi. Qué es lo que más detesta: el miedo. Algo que esté muy sobrevalorado: la clase política. El músico con el que le gustaría compartir escenario: Calle 13. Un poeta imprescindible: Joaquín Sabina. Su ciudad favorita: Murcia. Un medio de transporte: el tren. Un mito erótico: Bo Derek. Un pensamiento de cabecera: ¡hazlo! Un 'videoclip' que no haya que perderse: Yellow, de Coldplay. Una mascota: la tortuga. Película favorita: Cinema Paradiso. Un invento que esté todavía por inventar: la máquina del tiempo.
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