Dilma Rousseff no gana para sustos
La presidenta de Brasil afronta una nueva crisis, esta vez con el Ejército, tras un polémico relevo en Defensa
La presidenta brasileña, Dilma Rousseff, sale de una crisis para entrar en otra. Y ni siquiera es la oposición la que la pone en aprietos, los problemas surgen desde sus propias filas. A la reciente salida de dos ministros -el jefe de Gabinete y el titular de Transportes- por acusaciones de corrupción, le siguió ayer la dimisión (forzada) de Nelson Jobim, ministro de Defensa.
Jobim, un hombre prestigioso y de indiscutible capacidad profesional, renunció tras haber criticado públicamente a algunos compañeros de Gobierno. Se trata de una salida traumática, no solo por la buena gestión de Jobim, sino porque el nombramiento de su sustituto ha generado gran malestar en las Fuerzas Armadas. Se trata de Celso Amorim, el exministro de Exteriores de Lula da Silva, ubicado en el ala más izquierdista del Partido de los Trabajadores.
Nelson Jobim será sustituido por Celso Amorim tras cinco años en el cargo
La dimisión de Jobim, que ocupaba el cargo desde el mandato de Lula, era inevitable tras varias declaraciones polémicas sobre la presidenta Rousseff y dos ministras clave de su Gobierno, la jefa de Gabinete, Gleise Hoffmann -de la que dijo que "ni siquiera conoce Brasilia"-, y la de Relaciones Institucionales, Ideli Salvati, a la que tachó de "flojilla".
Jobim fue presidente del Tribunal Supremo y ministro de Justicia con el expresidente Fernando Henrique Cardoso. Antes de escoger a Dilma Rousseff como candidata a sucederle, Lula llegó a pensar también en apostar por Jobim, miembro del centrista Partido Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), principal aliado del Gobierno. Jobim nunca ha ocultado sus aspiraciones de ser candidato a la presidencia.
De carácter decidido y fuerte personalidad, como Rousseff, Jobim no era el candidato de la presidenta para Defensa. Se lo dejó Lula de herencia. Una anécdota refleja la difícil relación de ambos: Jobim ha contado en la revista Piauí que cuando le informó a la presidenta de su decisión de nombrar como asesor a José Genoino -guerrillero como la propia Rousseff durante la dictadura-, ella cuestionó su utilidad, a lo que Jobim le respondió: "Quien tiene que saber si es útil o no, soy yo, presidenta". Antes, había confesado que él no había votado por Rousseff en las elecciones, sino por el opositor José Serra.
A pesar de todo, Rousseff había decidido mantenerlo como ministro porque sabía que era amigo de Lula, lo estaba haciendo muy bien y había sido el primer ministro de Defensa de la democracia que no había tenido problemas con la cúpula militar.
Decidió exigirle la dimisión cuando llegaron a su mesa las últimas declaraciones de Jobim contra sus dos ministras más importantes. "Solo me faltaba esto", exclamó Rousseff, quien conforme a su carácter poco inclinado a que los problemas se le pudran en las manos, cogió el teléfono y pidió al ministro, que estaba en misión oficial en Colombia, que volviera aquella misma noche a Brasilia para presentar su renuncia. La reunión apenas duró cinco minutos, y antes de que Jobim saliera del Palacio de Planalto, Rousseff ya anunció a su sucesor: el exministro de Asuntos Exteriores de Lula, Celso Amorim, de la izquierda del PT, una de las figuras más destacadas y también polémicas por su antiamericanismo declarado y por su política exterior cercana a personajes autoritarios como el presidente de Irán, Mahmud Ahmadineyad, o Hugo Chávez y Fidel Castro.
Según los medios brasileños, los militares le han hecho saber a Rousseff que su decisión había sido "la peor de todas". En un intento de calmar los ánimos, la presidenta se reunió ayer con los jefes de las Fuerzas Armadas, a quienes garantizó que el nuevo titular de Defensa no realizará cambios en la cúpula militar.
Hay quien subraya que Rousseff ha preferido un diplomático como Amorim, de la total confianza de Lula, porque podría ayudar a Brasil a conquistar el tan anhelado puesto de miembro permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU. Los analistas subrayan, sin embargo, que el gran reto diplomático de Amorim será "conquistarse a los militares", arte en la que el dimitido Jobim había sido maestro.
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