_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El desguace

Jesús Ruiz Mantilla

Todas las señales nos llevan hacia el desguace. Pero en Madrid no vamos a tener mucho derecho a quejarnos, siquiera. Al pataleo, desde luego, a la indignación por sectores o en conjunto, también. Pero nadie podrá afirmar que los avisos de la pasada legislatura no resultaban meridianamente claros. Y ahora, el Gobierno del PP tiene además lo que más deseaba para llevarlo todo a cabo: una legitimación en las urnas más que suficiente para aplicar su nada ultraliberal.

Así que el desguace no ha podido esperar siquiera a que pasáramos un verano tranquilo. Se vio venir desde el minuto uno. Cuando Esperanza Aguirre, a micrófono cerrado pero quizá segura de que la oyera todo el mundo, pronunció aquello de: "No tengo un puto duro". Y ya. Fue escucharlo y se colocaron los guantes todos sus cirujanos del ahorro.

El PP prepara sus feudos a conciencia para una campaña nacional, para aplicar su nada ultraliberal

Empezó el desguace en los anteriores cuatro años con una sanidad mermada de medios, garantías y prioridades. Contaminada además por un sucio debate moral que tuvo sus víctimas, como el doctor Montes. Ahora continúa sin apenas remedio con la amputación de la educación pública. Esta semana se han anunciado los recortes. Unos 2.200 profesores se irán a la calle y los centros no tendrán herramientas, entre otras cosas, para impartir tutorías. Mientras el Gobierno regional propone la palpable injusticia de los centros de excelencia para cerebritos, olvida lo fundamental: la mejora y garantía básica del profesorado para el resto.

Uno recuerda la campaña pasada en la que, a rueda de un autobús público, convenientemente apestadas por los tubos de escape, lucían las promesas y los supuestos logros del aguirrismo en educación y sanidad. Puro marketing. Una bien y convenientemente maquillada hipocresía. El mero espejismo. Le han bastado unas semanas para aplicar la política del recorte de derechos fundamentales puro y duro.

En medio de toda la farsa destaca uno de los resortes más decadentes y desprestigiados de su Gobierno. Se trata de Telemadrid, que ha cambiado de responsable. La antigua directora ha dejado el cargo con una ristra de supuestos logros que pone los pelos de punta. Entre el adelgazamiento de los presupuestos, ha fardado de haber despedido a unos cuantos cientos de profesionales. En este mundo a la deriva, donde las personas y los nombres se convierten en gélidos números a rifar para buscar las sonrisas de satisfacción en los despachos de los tiburones, la señora Isabel Linares se ha cubierto de gloria. Entre su patética huella deja una cuota de pantalla que no supera el 6%, debido al desprestigio sufrido entre la audiencia. Ese es su legado.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Pero Espe ha preferido sacrificar la fría masacre de ahorro cacareada por Linares para el déficit en pos de un bien probado profesional de la propaganda como José Antonio Sánchez. Fue el hombre duro de Aznar -recuerden, el hoy miembro del Consejo de Administración de los medios de Rupert Murdoch- en RTVE cuando la televisión pública se convirtió, con la geta de Alfredo Urdaci en el telediario, en una vergonzosa secuencia de loas al líder. Vistos también los pasos de Dolores de Cospedal en Castilla-La Mancha nombrando a otro duro de la tergiversación mediática como es Nacho Vidal, queda claro que el PP prepara sus feudos para la campaña nacional a conciencia.

De nada habrán servido los pasos a favor de la independencia en los medios públicos, de nada los avances en transparencia, debates -en la época aznarí, los únicos que se hacían eran los de Crónicas marcianas, no lo olvidemos-, los equilibrios de tiempos y los nombramientos consensuados, de nada servirán, repetimos. Volverá la inmundicia y la manipulación oficial, observaremos cómo hasta Camps se convierte en un héroe y un santo con pleno derecho, por ejemplo, a que Mariano le recompense con un ministerio en su futuro Gobierno. ¿Pues no va y dice el amigo que el amparador de la trama Gürtel en Valencia tiene tanto futuro en lo público como en lo privado? Al tiempo.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_