El hombre que hace bailar al mundo
Se presenta en el backstage con su sonrisa perenne, contagiando felicidad. A las nueve de la noche sale a escena y se sitúa tras los platos de mezclas y su Mac. Suena la música house a todo volumen. La locura. Él, el dj David Guetta, extiende las dos manos arriba, en el aire. Boca abierta y ojos alucinados ante mil personas que le corean. El público abarrota el recinto de la piscina del lujoso y cool hotel Ushuaia, en playa d'en Bossa (Ibiza), pensado para los jóvenes más adinerados, casi todos extranjeros, que rinden culto a sus cuerpos. Mucha carne.
La brisa mediterránea ondula la melena rubia de Guetta, de 43 años. Suena Where them girls at, el primer single de su nuevo disco, Nothing but the beat, a la venta a finales de agosto. Los clientes beben champán y graban con sus teléfonos móviles la canción de Nicki Minaj y Flo Rida a la que Guetta ha aportado el ritmo. Es el don de este genio francés de la música electrónica, convertir el trabajo de otros en verdaderos éxitos del dance. Ya no es solo aquel dj que se ganó el respeto y la fama en París y luego en Francia durante los noventa, sino un productor musical al que se rifa hoy todo el mundo. Suyo es el éxito, por ejemplo, del tema-himno I gotta feeling, de The Black Eyed Peas.
"Disfruto siendo 'dj'. Mi inspiración viene de los clubes. Quiero hacer bailar a la gente. Quiero emocionarlos"
"Creo que he abierto las puertas en EE UU. Si vas a Los Ángeles y enciendes la radio, todo tiene un tempo dance. Antes, sin embargo, no había ni un solo ritmo electrónico", reflexionaba un día antes de la fiesta en el Ushuaia. El ritmo vital de Guetta es supersónico. Cada jueves del verano pincha en la discoteca Pachá, en Ibiza. El resto de la semana la pasa de un lado a otro del mundo, cruzándolo en un jet privado. Hoy puede estar en la isla, mañana en Valencia, pasado en Las Vegas (EE UU) y al otro en Edmonton (Canadá). Un par de días de descanso, y vuelta a empezar: Ibiza, Londres, Atenas, Ulm (Alemania). Dándolo todo. Venía de allí cuando nos lo presentaron en París, a principios de este mes. Le seguimos durante 48 horas para verle actuar tres veces.
Al abrirse la puerta del camerino número 8 del Zénith, lugar mítico de conciertos parisiense, aparece Guetta. Viste pantalón gris, zapatillas de cocodrilo, chupa de cuero y una divertida camiseta: en el centro, un hot dog bañado con kétchup fosforescente. Es mediodía y faltan horas para el Rockcorps, un concierto benéfico en el que los espectadores se han ganado su entrada a cambio de trabajar al menos cuatro horas para diferentes ONG francesas. Un Guetta maquillado saluda de camino a un acto promocional en una escuela. Amable pero fugaz, nos da la mano. El concierto reunirá a varios artistas. Ninguno cobrará por su actuación y Guetta será la máxima estrella. El hijo pródigo.
guetta es un tipo sonrientE, que no niega una fotografía a un fan y que encara la vida con humor. Fuck me I'm famous (Fóllame, soy famoso) es el nombre de su sesión semanal en Pachá: "Cuando me inventé ese concepto [ hace una década] no era conocido. ¡Fue una broma!", ríe. "Es irónico que ahora me haya hecho famoso. Mucha gente debe pensar que lo digo en serio. Pero no. Siempre me reí de la fama y de ese estilo de vida. Y todavía lo hago", asegura. La gente que rodea a Guetta, de su equipo y de la discográfica EMI, llevan en volandas a una de las joyas más codiciadas del planeta musical. Sus mezclas con diferentes artistas son hits en las discotecas del mundo entero. Solo con su último álbum, One love, David Guetta colocó en el mercado 3,5 millones de discos y vendió 15 millones de singles. En los últimos dos años se ha hecho con dos premios Grammy, por sus remixes de Revolver, de Madonna (2011); y de When love takes over, de Kelly Rowland (2010). Durante la entrevista, tras el show de París, Guetta repite varias veces lo complicado que resulta triunfar en América: "Es muy difícil tener éxito allí si no eres americano. Si eres del Reino Unido tienes una pequeña posibilidad. Pero para el resto es casi imposible", resume mientras bebe agua mineral. No fuma, no toma alcohol ni drogas. "No las necesito", dice. "He pinchado en raves, en clubes, en afters. Claro que muchos tomaban drogas. Pero nuestra música ya no va de eso".
Desde los 11 años, Guetta se enamoró de la música. No fue algo familiar: "Mi madre era profesora de filosofía y mi padre era sociólogo. Fui educado de una manera muy intelectual", recuerda. Cuando David volvía del colegio escuchaba emisoras piratas, que con la llegada de la FM empezaban a proliferar. Con 14 años compró sus primeros discos y los ponía en su casa. Primero él solo y luego en fiestas con sus amigos. A los 17 se hizo profesional.
Es curioso que el éxito actual de Guetta en EE UU -y por ende en el mundo entero- tenga sus orígenes precisamente en Norteamérica. "Yo no soy gay pero el único club en el que encontré trabajo en París fue en uno gay. Aquello me trajo suerte. Siempre me había interesado la música americana. Así que empecé a investigar qué tipo de música se pinchaba en los locales gais de Estados Unidos. Entonces descubrí el house. Y empecé a pincharlo", explica Guetta. En aquella época, en los ochenta, el concepto de dj era muy distinto: "El propietario del club era el dueño de los discos y quien te decía qué tenías que pinchar. El dj era un empleado más. Yo le pedí al jefe del Broad [el club gay donde empezó] que me diera el lunes por la noche, que era el día más flojo. Le dije: 'No me pagues pero me dejas poner mi música". La apuesta funcionó y el club empezó a llenarse. La música house le diferenciaba, y se hizo un nombre. Otras discotecas empezaron a llamarle: "Trabajaba el día libre que tenía el dj de cada club. Los lunes en el club gay, los martes en el Rex, los miércoles en el Les Bains... Empecé a tener seguidores que venían conmigo de club en club. Eso era nuevo para un dj".
Si algo tiene Guetta es perseverancia. "Trabajo muy duro por lo que quiero. Si deseo algo, es una locura. En serio, es obsesivo", reconoce. Lo fue para triunfar primero en su país. Pero también en el terreno personal. El primer día que vio a Cathy la que hoy es su esposa y con quien trabaja en ocasiones- fue en un club. David le soltó nada más verla: "Desde ahora nos quedaremos juntos. Nos casaremos, tendremos hijos y disfrutaremos de una vida llena de éxito". ¿Así de fácil?, le preguntamos. "¡Se rio!", recuerda él. ¡Se enamoró!, le respondemos: "¡Siií, quizaaá! Tienes razón. Fue una broma, pero lo más gracioso es que se hizo realidad. Es genial ser dj", responde entre carcajadas.
"Me encanta la vida que tengo. Me vuelve loco pinchar una noche tras otra", dice con unos ojos muy abiertos. "Pero creo que en uno o dos años quiero frenar un poco el ritmo", reflexiona más tarde. Quizá por estar más con sus dos hijos, de 7 y 3 años: "Me preocupa su educación. La vida va a ser para ellos mucho más fácil de lo que fue para mí. Me preocupa inculcarles ese hambre -¡aaahhh!, grita que yo siempre he tenido. ¿Cómo puedo hacerlo si ya lo tienen todo?", confiesa. Entonces recuerda su propia infancia: "No éramos pobres, pero no éramos ricos. Mi madre era de extrema izquierda. Me enseñó a no ser un capitalista. Tiene gracia porque cuando empecé a tener éxito, fui propietario de un club. A ella le avergonzaba. Hasta que un día lo vendí para convertirme solo en artista. Me dijo: 'Estoy orgullosa'. ¡Es de locos! ¿Qué educación es esa?", ríe sin parar. ¿Pero ahora está contenta? ¡Eres capitalista! ¡Estás forrado!, le decimos. "¡Exacto! ¿Ves? Es eso. ¡Ahora está muy feliz de que esté ganando este dinero!", dice con cara de 'no entiendo a mi madre'.
La determinación de Guetta le ayudó en sus primeros pasos por Ibiza, en 1995: "Repartía en la playa los flyers -hojas de programación- yo mismo. Me preguntaban quién era el dj, y respondía: '¡yo!'. La gente se reía de mí. Entonces solo había promotores ingleses en Ibiza. Los dj eran casi todos americanos". Hoy Guetta es el rey de la isla. Llena Pachá cada jueves del verano, y la gente paga 70 euros solo por entrar a la discoteca. Consumiciones aparte: 15 euros una copa, 12 euros una cerveza.
Desde su cabina ibicenca, David Guetta jalea a la multitud y pincha house desde las dos de la mañana hasta más allá de las seis. Le acompañan artistas como Will.I.am (líder de The Black Eyed Peas), Taio Cruz, Ludacris o Usher... y a última hora de la madrugada aparece su mujer Cathy, para repartir regalos desde las alturas. La gente se entrega y Guetta pincha una mezcla del house más atrevido y otro más comercial. Un anticipo del nuevo disco que está a punto de salir: "Es un doble álbum, con una parte 100% electrónica y otra 100% vocal. Tras el éxito de One love, para mí el reto era reinventarme y ser creativo".
"Me gusta ser productor, pero disfruto más siendo dj. Mi inspiración viene de los clubes. Todo lo que hago es porque quiero hacer bailar a la gente. Quiero que se emocionen. Leo a la gente desde la cabina. Veo sus reacciones. A veces llevo papel y boli. Tomo notas, veo qué puedo mejorar. Después, cuando vuelvo al estudio, hago cambios y voy limando mis creaciones hasta que suenan perfectas. Creo que como productor, eso me da ventaja", explica. Por eso, defiende, su nuevo álbum contiene más de un éxito: "Sinceramente, creo que hay como diez u once singles en el disco".
'Nothing but the beat' sale a la venta el 29 de agosto.
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