5 artículos no escritos sobre el 15-M
Desde que empezó el 15-M he intentado escribir un artículo sobre el 15-M. Ha sido imposible. No es que no tenga nada que decir sobre el 15-M; al contrario: es que, como todo el mundo, tengo demasiadas cosas que decir sobre él. Quizá ese ha sido el problema. Cada vez que intentaba escribir mi artículo me daba cuenta de que lo que quería decir ya se había dicho. O de que yo mismo lo había dicho, en alguna entrevista. O de que era preferible no decirlo. O de que era tan evidente que le faltaba el respeto al lector diciéndolo. O de que, dado que el 15-M parecía cambiar a diario y estos artículos se publican 15 días después de escritos, ya era tarde para decirlo. Parecía un personaje de El ángel exterminador de Buñuel, sólo que, en vez de ser incapaz de salir de la fiesta, yo era incapaz de escribir mi artículo. Me está bien empleado: por meterme a articulista.
"Sólo un Gobierno europeo de verdad podría imponer reglas que nos sacaran de la crisis"
El artículo sobre el 15-M que más me alegro de no haber escrito es un artículo que hubiera escrito en caliente, el 18-M o el 19-M o el 20-M, un artículo que no hubiera sido un artículo, sino un acto, porque en él hubiera anunciado que desenterraba de mi armario el tenderete del general O'Neil y el saco de dormir, que abandonaba esta columna, la novela que estoy escribiendo y mis deberes paterno-conyugales y, disfrazado de perroflauta con barriga y casi 50 años y venciendo la oposición de mi mujer y mi hijo -que habrían intentado que depusiera mi actitud, habrían cerrado la puerta de mi casa y habrían escondido la llave, obligándome así a saltar por el balcón-, me plantaba en la plaza de Cataluña de Barcelona, a echar mi suerte con los acampados.
En cambio, me arrepiento de no haber escrito un artículo en el que no hablaba yo, sino un antiguo perroflauta, un hippy de los años setenta convertido en enemigo a muerte de los perroflautas y en partidario fervoroso del palo a la burra blanca y palo a la burra negra. El artículo debería haberse publicado al día siguiente de los violentos sucesos del 16 de junio en el Parlament de Cataluña y en él el antiguo perroflauta, ultraderechista a fuer de moderno y predicador habitual de la idea de que todos los políticos son corruptos, calificaría el 15-M de demagógico, populista, fanático, antipolítico y antisistema, y a los acampados, de horda o turba violenta (aunque antes de los hechos del Parlament los hubiese calificado de nenazas, y a su movimiento, de mariconada: una revolución seria quema el Parlament o toma a sangre y fuego la Bastilla o el Palacio de Invierno, coño). El final del artículo hubiese sido constructivo. En él, el antiguo perroflauta propondría como solución al 15-M una idea tomada de un cuento de J. G. Ballard: se trataría de confinar a todos los parados de Europa en campos de vacaciones permanentes situados en las Canarias; una vez allí, no podrían volver a casa, para que dejaran de tocarnos las pelotas con sus revoluciones y sus 15-M.
Hubiera dado cualquier cosa por escribir un artículo que contuviese una frase de Sergi Pàmies escrita a pie de calle el día de los sucesos del Parlament: "Reducir este sentimiento (el del 15-M) a un aquelarre de perroflautas sería tan estúpido como considerar a todos los políticos una panda de corruptos".
También me hubiera gustado escribir un artículo sobre el 15-M y el nacionalismo, o, mejor dicho, sobre el nulo entusiasmo nacionalista del 15-M, hecho en el que al parecer nadie ha reparado excepto los propios nacionalistas, y de ahí su nulo entusiasmo por el 15-M.
Pero el artículo que más me hubiese gustado escribir hubiera sido un artículo que contuviese una defensa feroz de Europa. Se preguntarán ustedes qué tiene que ver el 15-M con Europa; mi respuesta es que no sé si tiene que ver, pero debería tenerlo. Sobra decir que no comparto todas las propuestas y proclamas del 15-M; algunas, francamente, me parecen idiotas (y más de una, peligrosa). Pero eso no significa que no comparta lo esencial o lo que a mí me parece esencial: necesitamos más y mejor democracia. De ahí que eche de menos en el 15-M un énfasis mayor en Europa, porque no puede haber más y mejor democracia sin más y mejor Europa y, por tanto, sin menos nacionalismo (menos nacionalismo catalán o vasco, por supuesto, pero sobre todo menos nacionalismo alemán, francés, español, etcétera). De hecho, todo indica que la única solución a esta crisis que no acaba y que ha sido el detonante del 15-M no es menos, sino más Europa, porque sólo un Gobierno europeo de verdad podría imponer reglas de verdad a unos mercados cuya falta de reglas ha provocado la crisis, y porque sólo un Gobierno europeo de verdad podría sacarnos del aprieto (la deuda griega significa en torno al 2% del PIB europeo: para una Europa unida, eso no es un problema; a la desunida Europa actual, en cambio, puede arrastrarla a la catástrofe). Durante más de dos siglos, Europa ha sido, si se me permite el oxímoron, nuestra única utopía razonable; a mí me parece que sigue siéndolo.
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