Fiscalidad injusta
Como todos los años tras realizar mi declaración de la renta, me invade la amarga sensación de ser víctima de la injusticia más atroz y estar pagando mucho más de lo que de verdad me correspondería. Como yo hay millones de compatriotas que trabajamos por cuenta ajena y que estamos pagando impuestos directos e indirectos y cuyos datos obran en poder de la Hacienda Pública; vamos, que no tenemos escapatoria.
En cambio, existen también millones de españoles cuya transparencia no es la mía, que presumen en la barra del bar de cajas B, o de que dan presupuestos con o sin IVA, o que jamás te entregan recibo de las compras efectuadas, extrañas sociedades patrimoniales, etcétera. Ellos forman parte de la llamada economía sumergida, que supone más del 25% de la declarada, y que nadie parece tener interés en que emerja.
Creo que lo justo sería, como se hace en otros países, que existan impuestos a secas y que cada español pague el porcentaje que le corresponda como cuota general, y que de ella se detraigan los adelantados como rendimientos del trabajo, del capital, IVA, tasas, etcétera. Nos haríamos coleccionistas de facturas pero pagaríamos todos.
Este país necesita con urgencia una reforma fiscal que sea capaz de incorporar a sus cuentas esa economía sumergida.