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Montreux se entrega a la nostalgia

Los guitarristas Carlos Santana y John McLaughlin inauguran el mítico festival

A comienzos de los años setenta un veinteañero Carlos Santana trababa amistad con un guitarrista británico de jazz formado en la exigente escuela de Miles Davis. Era John McLaughlin, quien iniciaría al joven de Jalisco en los secretos de su portentosa técnica y en los arcanos de la meditación y el budismo. Ambos eran seguidores de la doctrina del gurú Sri Chimnoy, y de ese interés por la sabiduría asiática nació en 1973 un disco llamado Love, devotion & surrender. Considerado un clásico del jazz rock, proponía una relectura de temas de John Coltrane y composiciones originales hechas de escalas vertiginosas, baterías con músculo y torrentes de electricidad; todos elementos esenciales de la fusión de entonces.

Estas dos semanas actuarán desde Sting a Paul Simon, Ricky Martin o Liza Minelli

Casi 40 años más tarde, Santana y Mc Laughlin volvieron a esa grabación en la gran noche inaugural de la 45ª edición del Montreux Jazz Festival. Bajo el místico título de Invitación a la Iluminación ambos músicos salieron al imponente escenario del Auditorio Stravinski vestidos de impoluto blanco para arrancar con una versión atronadora del clásico coltraniano A love supreme. Comenzaba así "una velada única e irrepetible", marca de la casa del incombustible Claude Nobs, director y fundador del festival.

Un McLaughlin con pinta envidiable a pesar de sus casi 70 primaveras dio paso a una curiosa versión de Stairway to heaven de Led Zeppelin, dejando claro el tono entre nostálgico y popular que tendría la noche. Desfilaron así blues, concesiones al rock latino y algún que otro tema donde el británico pudo sentar cátedra desde las seis cuerdas acompañado de dos batereristas: el poderoso Dennis Chambers y Cindy Blackman, señora de Santana en la vida civil.

El encuentro de Santana y John McLaughlin, músicos cuyo mejor momento creativo se remonta 40 años atrás, es un buen ejemplo de las propuestas de Montreux 2011. El legendario festival ha optado este año por llenar su cartelera de gloriosos veteranos. Una tendencia que ahora se hace aún más evidente tras la partida de Lori Immi, programadora del Miles Davis Hall, una de las dos salas de los conciertos de pago.

Immi fue la encargada durante más de una década de traer a Montreux las propuestas más innovadoras y alternativas. Desde grupos de rock independiente americano hasta las últimas novedades del jazz electrónico escandinavo. Pero estos tiempos ya son historia y Montreux opta de manera inequívoca por unificar la programación de ambas salas dentro del mainstream más clásico, con invitados como B. B. King o Deep Purple.

Corren malos tiempos para la experimentación y las aventuras musicales. La consigna es clara y se llama rentabilidad. Un grial más que codiciado para un festival mastodóntico, acostumbrado a los números rojos, muy dependiente del patrocinio y que encima se enfrenta a la temida partida de Claude Nobs.

A pesar de los cambios, por sus escenarios pasarán a lo largo de las próximas dos semanas artistas del calibre de Sting, presentando su proyecto Symphonicities, Paul Simon o las estrellas latinas Ricky Martin y Rubén Blades. Quincy Jones oficiará de anfitrión de una noche en la que desfilarán por el Stravinski músicos como la gran promesa del jazz actual Esperanza Spalding, o habituales de Montreux como el pianista Herbie Hancock, a los que se suman el saxofonista Wayne Shorter o el explosivo bajista Marcus Miller.

Tras dos semanas de conciertos, el festival culmina el viernes 15 con la inimitable Liza Minelli, que pondrá la guinda interpretando éxitos eternos como Cabaret o New York, New York. Por si alguien dudaba de que la nostalgia goza de buena salud.

Los guitarristas Carlos Santana (izquierda) y John McLaughlin, sobre el escenario del Festival de Montreux.
Los guitarristas Carlos Santana (izquierda) y John McLaughlin, sobre el escenario del Festival de Montreux.VALENTIN FLAURAUD (REUTERS)

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