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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Preparando la salida

La seguridad de las tropas debe ser el objetivo básico hasta la retirada española de Afganistán

El anuncio de Obama sobre la retirada escalonada de las fuerzas norteamericanas que combaten en Afganistán está teniendo reflejo en el resto de los aliados que también tienen tropas desplegadas. Se trata, sin embargo, de dos misiones distintas, una de combate, lanzada por el presidente Bush tras los atentados del 11 de septiembre y continuada por la actual Administración, y otra de estabilización y reconstrucción, desarrollada por la Alianza Atlántica en cumplimiento de una decisión de Naciones Unidas. Tal vez una de las mayores dificultades a las que se han enfrentado los países involucrados en el conflicto ha sido hacer compatible en la percepción de los afganos esta doble naturaleza de la presencia militar internacional, que los talibanes, por su parte, han tratado en todo momento de difuminar con sus ataques y atentados.

El presidente del Gobierno, Rodríguez Zapatero, confirmó desde Bruselas un ligero adelanto de la retirada española con respecto a los planes que manejaba hasta ahora el Ministerio de Defensa. Las cifras y el calendario no son tan relevantes como el hecho de que, al igual que los demás aliados, España se apresta a replegar su millar y medio de soldados en la fecha límite acordada, prevista para 2014. Dependiendo de la marcha de las negociaciones con los talibanes a las que ha accedido el Gobierno de Estados Unidos, la fecha para el repliegue podría verse alterada. Una prórroga resulta inimaginable, desde el momento en que los talibanes exigen la salida inmediata de todas las fuerzas extranjeras, con independencia de la misión en la que estén integradas. Pero no cabe excluir el acortamiento de los plazos, tanto si las negociaciones alcanzan el éxito como si se saldan con un fracaso. En el primer caso, sería resultado de un eventual acuerdo con los talibanes; en el segundo, de la dificultad de mantener la seguridad de un contingente más reducido que el actual en un medio crecientemente hostil.

En cualquiera de las hipótesis, y sea cual sea el momento de la retirada, España habrá cumplido en Afganistán con sus obligaciones internacionales. Resultaba decisivo que lo hiciera después de los sucesivos abandonos de Irak y Kosovo, cuya desafortunada gestión política y diplomática tuvo consecuencias sobre la credibilidad internacional de España como aliado. El escenario afgano ha sido seguramente el más complejo en el que España ha desplegado sus tropas desde que empezó a participar en misiones militares internacionales, y el balance de la actuación del ejército, que hace pocos días fue víctima del último ataque, no puede ser más ilustrativo del grado de profesionalidad que ha alcanzado.

Existe la posibilidad de que el grueso del repliegue de Afganistán coincida con la campaña de las próximas elecciones generales, si Zapatero logra agotar la legislatura. Carecería de cualquier sentido que las fuerzas políticas pretendieran explotar esta circunstancia, en la que la seguridad de los soldados españoles debería ser la única y exclusiva preocupación cuando llegue el final de la misión en la que participan.

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