Contra las cuerdas
Las municipales italianas han puesto de relieve el hartazgo de los votantes con Silvio Berlusconi
Los resultados de la segunda vuelta de las elecciones municipales italianas han puesto de relieve hasta qué punto Silvio Berlusconi ha perdido contacto con un electorado cansado de las bufonadas y los problemas personales del magnate. El primer ministro, contra el consejo de sus próximos, convirtió los comicios en un voto de confianza, solo para cosechar una estrepitosa derrota en Milán -su ciudad natal y centro neurálgico de su poder político y económico-, pese a sus admoniciones apocalípticas sobre el triunfo del centroizquierda, que regresa al control de la capital financiera casi 20 años después. El partido gubernamental ha perdido también todas y cada una de las ciudades en juego, en el norte y en el sur, incluyendo Nápoles, donde fue arrollado, Novara y Trieste. El rotundo descalabro de Berlusconi, un superviviente, apunta al comienzo del fin de una carrera política de 20 años.
Berlusconi, de 74 años, no dimitirá, pese a haberse convertido en un lastre para su propio partido, por lo demás dividido y prolongación poco democrática del personalismo del jefe. Entre otras cosas porque hacerlo le privaría de la protección de la ley ad hoc que le permite seguir al frente del Gobierno con cuatro procesos pendientes. Pero a tenor de los resultados electorales tendrá que hacer impensables equilibrios para agotar los dos años restantes de legislatura. El elemento decisivo de su supervivencia política es ahora la actitud que adopte la Liga Norte, de Umberto Bossi, su ya deteriorado socio en la coalición centroderechista gobernante, de cuyos votos parlamentarios depende.
Bossi ha amenazado repetidamente en los últimos tiempos con dejar caer a Berlusconi, pero la decisión final de la Liga, un partido autonomista y populista que tiene como objetivo fundamental devolver el poder económico a las regiones, no está tomada. Entre otros argumentos porque sus resultados en el norte de Italia no auguran precisamente tiempos mejores para la formación xenófoba de Bossi desligada del Pueblo de la Libertad. Incluso el abandono de la Liga, llegado el caso, podría no significar elecciones automáticas. La vulnerabilidad económica de Italia, que pese a haber sorteado el agujero negro de la crisis de la deuda lleva 10 años estancada, podría aconsejar al presidente Giorgio Napolitano buscar in extremis fórmulas alternativas a la disolución del Parlamento.
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