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Las cajas negras del AF447 apuntan a que se estrelló por un error humano

Las grabaciones permiten reconstruir qué pasó en los últimos instantes del vuelo de Air France Río-París en el que murieron 228 personas en 2009

Antonio Jiménez Barca

A las dos de la madrugada, el comandante del vuelo de Air France 447 se fue a dormir. Al mando del Airbus se quedaron, tal y como estipula la ley, los dos copilotos. Era el 1 de junio de 2009 y la aeronave sobrevolaba una zona del océano Atlántico situada a 400 kilómetros al norte de la ciudad brasileña de Recife. Quince minutos después, los dos copilotos, el comandante, toda la tripulación y todos los pasajeros, 228 personas en total, habían muerto, el avión yacía en el fondo del océano y el accidente se convertía en un misterio. Un informe publicado ayer por la Oficina de Investigaciones y Análisis (BEA por sus siglas en francés) permite reconstruir lo que ocurrió en esos 15 minutos fatales gracias a la recuperación casi milagrosa de las dos cajas negras del avión.

En julio se publicará otro informe más completo sobre el accidente

A las dos y seis de la madrugada, uno de los copilotos informó a la tripulación de que iban a atravesar una zona de turbulencias. Y añadió: "Esto se va a mover un poco más de lo que se mueve ahora. Te avisaré cuando se calme". Después cambió el rumbo del avión, girando un poco a la izquierda a fin de sortear una montaña de nubes.

Cuatro minutos más tarde todo se aceleró: el piloto automático que gobernaba hasta ese momento el avión se desactivó de golpe, debido a que recibió datos contradictorios de velocidad procedentes de las sondas acopladas a la cabeza del avión. Probablemente, según llevan apuntando expertos franceses desde hace dos años, una de estas sondas (o las dos) Pitot, del tamaño de una pistola, se helaron por los efectos del granizo, la temperatura glacial y la altura.

Sea como fuere, el avión sufrió una momentánea pérdida de sustentación en el aire y sonó la alarma. El copiloto tomó los mandos, y efectuó una maniobra encaminada a ganar altura, elevando el morro del aparato. En principio, a juzgar por los datos registrados, da la impresión de que consiguió gobernar el Airbus. Con todo, llamó repetidamente al comandante a fin de que se levantara y se reuniera con ellos en la cabina.

A las dos horas, 10 minutos y 51 segundos, el avión vuelve a perder sustentación en el aire. Esta vez será definitiva e insuperable: en trayectoria descendente, perdiendo altura irremediablemente, tardará tres minutos y 30 segundos en estamparse contra el mar con el morro ligeramente levantado. Pero antes, en esos interminables tres minutos y medio en los que el Airbus cayó desde los 10.000 kilómetros de altura en que se encontraba, pasaron aún algunas cosas que las cajas negras han registrado en su memoria. Los dos copilotos trataron de levantar el morro del avión de nuevo, cosa que varios expertos consultados por Le Monde o Le Figaro calificaron ayer de error, ya que el ángulo de ataque del avión, esto es, el grado de elevación del morro, dejó a la aeronave con menos estabilidad y condenada a desplomarse sin remedio.

La BEA aseguró ayer que se ha limitado a constatar simplemente los hechos que se desprenden de las grabaciones de las dos cajas negras, sin explicarlos ni buscar causas o culpables. El hecho mismo de haber recuperado estos datos no deja de ser casi milagroso: las dos cajas negras han permanecido casi dos años en el fondo del océano, a casi 10.000 metros de profundidad, en una planicie abisal sin luz ni vida. Tras localizarlas y repescarlas después de 24 meses de búsqueda, los técnicos de la BEA dudaron sobre si lograrían recuperar también los datos que encerraban: una de las cajas atesoraba los referentes técnicos (la velocidad, la trayectoria, el ángulo de ataque, etcétera); la otra, aún más preciada, las voces mismas de los pilotos en la cabina, su conversación en el último momento y los ruidos de las alarmas del avión. La BEA, tras hacer público este informe neutro, ha prometido entregar a la prensa un segundo estudio más elaborado a finales de julio.

Por ahora se sabe que el comandante acudió a la llamada de sus dos subalternos y entró en la cabina. Cuando lo hizo, el avión ya llevaba casi un minuto descendiendo, trazando un arco fatal. No tuvo tiempo de tomar los mandos: el control último del avión estuvo siempre en manos de los dos copilotos. Uno de ellos, refiriéndose a los datos del panel que tenía enfrente, llegó a decir, en medio de la caída: "Ya no sirven ninguna de las indicaciones". Menos de un minuto antes de que el avión se estampara contra el océano, el comandante del Airbus se dirigió a uno de los copilotos con una frase definitiva: "¡Venga, tú tienes los mandos!". A las dos horas, 14 minutos y 28 segundos, las cajas negras del avión AF447 procedente de Río y con destino París dejaban de grabar.

Cajas negras del Airbus siniestrado.
Cajas negras del Airbus siniestrado.

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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